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martes, 16 de abril de 2013

Dìa 3: El encanto de Guanajuato y Tlaquepaque


Nos levantamos muy temprano a tomar el desayuno que nos ofreció el Hotel Misión El Molino, que consistió en café, pan, jugo y huevos preparados como uno pidiera: solos (revueltos o estrellados), con tocino, Rancheros (con Chile y tomate, servidos sobre una tortilla de maíz también frita) o Divorciados (con salsa roja y verde, bien condimentada). 

Miguel, quien nos acompañó para aprovechar de contarnos la ruta, ordenó Chilaquiles que es un  plato que  reune los ingredientes Mexicanos más típicos: frijoles fritos, huevo, Guacamole, Totopos, cubierto con Mole, crema y cubierto con queso blanco. Él saboreó el plato feliz, mientras nosotros lo mirábamos incrédulas que se lo haya comido todo a las 8:30 A.M, sin caer al menos dormido.




Recorrimos los casi 96 kilómetros que nos separaban de nuestro primer destino para este día, la ciudad de Guanajuato, capital del estado del mismo nombre, conocida como la Florencia Mexicana y  Patrimonio de la Humanidad desde  1998.

Comenzamos nuestro recorrido por el Cerro, donde se instala la estatua en honor a otro héroe que participó en la primera etapa de la independencia: el Pípila, quien - conforme cuenta la historia- era un minero que impulsado por el mismo cura Hidalgo- en septiembre de 1810- ascendió la loma que lleva a la Alhóndiga de Granaditas  (lugar donde se habían parapetado el último bastión de la resistencia Española) para quemar la puerta, única manera de ingresar y vencer.

Se dice que el Pípila se ató una  piedra gigante en la espalda para esquivar las balas  y portando además una antorcha minera logró su objetivo alcanzar la puerta y prenderle fuego,  lo que que permitió el ingreso de los insurgentes la toma de posesión del sitio, y  en definitiva la toma de Guanajuato y una de las más grandes derrotas del virreinato. 

La estatua enorme de este héroe preside la más linda vista de la ciudad.

                                            



Bajamos a la ciudad introduciéndonos en las calles subterráneas que otrora sirvieron de rutas mineras, (la ciudad fue emplazamiento de grandes prósperas minas de oro y plata en tiempos de la conquista), y hoy sirven para los autos y como estacionamientos subterráneos.

Comenzamos visitando el Mercado Hidalgo que recién comenzaba a despertar, disponiendo los locatarios la fruta y verdura de cien colores  y ofreciéndonos de todo tipo de comidas en los puestos de antojitos.




El edificio del Mercado es enorme, data de 1910 y fue obra de Porfirio- respecto de quien ya reconocíamos su gusto afrancesado- siendo proyectado por los arquitectos para ser estación de trenes.




Subimos, al igual que el Pípila, por una de las colinas  a la Alhóndiga de Granaditas, construida en el siglo XVIII, donde solía almacenarse granos y que hoy sirve de asiento al museo regional de la ciudad.




Además de ser escenario de una de las más grandes victorias insurgentes, este edificio fue tristemente escenario de otro hecho histórico: al ser derrotados y muertos aquellos- casi un año después- las cabezas de los héroes de la independencia Hidalgo, Allende, Aldama y Jimenez, fueron colgadas de sus cuatro esquinas en jaulas, donde permanecieron hasta 1821.




Después de esa triste historia comenzamos sólo a deambular por las calles hermosas de la ciudad; angostas y adoquinadas, y rodeadas de lindas casas adornadas con balcones y maceteros con flores de colores... la vida acontecía tranquila bajo el sol.




Dimos con la Casa de Diego Rivera, pintor Mexicano universal y de los más ilustres Guanajuatenses, donde habría nacido en 1886 y que hoy funciona como museo con una muestra permanente de sus bocetos y pinturas.




Continuamos la marcha y nos topamos con uno de los más lindos edificios pertenecientes a la Universidad de Guanajuato, que le da todo un ambiente universitario y juvenil a la ciudad, de estilo colonial al máximo.






La Universidad tuvo su origen en 1732, a manos de los jesuitas quienes establecieron un hospicio para la enseñanza de la juventud, pasando con las leyes de reforma a manos laicas, y perdurando su fama hasta hoy,  recibiendo a más de 33.000 estudiantes de todo el mundo.




Mientras recorríamos calles y admirábamos monumentos, Miguel nos contaba la historia de la ciudad, bastante rica a causa de la minería, pero siempre manteniéndose a la vanguardia en materia de cultura, dándonos como ejemplo que es la Capital Cervantina de América desde 2005, por su incansable trabajo de mantener y difundir el genio  de Miguel de Cervantes con ocasión del Festival Cervantino que cada año se celebra desde 1953.



Avanzamos un par de cuadras más y llegamos a la Plazuela del Baratillo, que desde también los mil ochocientos ha servido de asiento para floristas y anticuarios, quienes llenan de color el espacio, enmarcado por casas preciosas y con una fuente de agua con delfines que aviva más la escena.





Seguimos caminando y llegamos a la porción más bonita de la ciudad enmarcada por los Jardines de la Unión, que es una plaza en forma de triángulo donde los protagonistas son los árboles añosos, bellamente cortados, bajo los cuales transcurre la vida diaria.

Ahí mismo en uno de sus costados está situado el Teatro Juárez  levantado en 1903 y que es sede de toda actividad artística celebrada en la ciudad- que conforme nos contaba Miguel- no es nada despreciable.





Nos quedamos sentadas en las bancas del jardín bajo el sol, disfrutando la belleza de los edificios contiguos, y del lugar, comentando qué ganas de pasar ahí una temporada disfrutando de las bondades de la ciudad. 




Después de un buen rato en el Jardín y con pocas ganas de irnos, seguimos el recorrido hacia la Basílica Colegiata Nuestra Señora de Guanajuato, terminada de construir en 1796 y que se erige con todo el estilo Churrigueresco del Barroco de Nueva España, albergando en su altar mayor una imagen de la Virgen donada a la ciudad por el mismo Rey de España en 1557, y que ha pasado a ser la Patrona de la ciudad.


Por fuera la iglesia es imponente y brilla con su amarillo protagonizando la ciudad y la Plaza de la Paz ubicada en la parte frontal.



Continuamos nuestro recorrido hacia la sede de una de las más grandes leyendas de la ciudad: el callejón del Beso: se dice que una joven de familia adinerada se enamoró de un minero, y que éste compró la casa del frente para poder verla, pues su padre la mantenía encerrada para evitar que cualquiera la arrancara de su lado. La cercanía de los balcones de ambas casas sirvió de cómplice a ese romance, hasta que el padre lo descubrió y dio muerte a su propia hija con una daga, sosteniendo la mano moribunda el amante hasta que murió, despidiéndola con un beso.

La leyenda ordena que las parejas visitantes se besen en un escalón - no pusimos atención en cual,  porque no encontramos una- para asegurar el amor eterno. 





Nosotras entramos a la casa y al balcón que está separado a 65 centímetros del vecino, y en agradecimiento por la gratuidad de la entrada, pasamos al negocio que funciona allí mismo a comprar bebidas para los tres y algún recuerdo de la ciudad, principalmente las ranas, que le dan el nombre, conversando con la dueña del lugar que nos contaba que este era el destino romántico por excelencia de toda la ciudad.


Caminamos de regreso a la Plaza de la Paz, y luego de pasar a comprar Sevillanas (obleas suavecitas rellenas con Cajeta) y otros dulces, en una tienda preciosa, cruzamos al Restaurante Truco 7, recomendado por todos, menos por Miguel que se fue a almorzar al Mercado, dejándonos en nuestro tiempo libre.

El lugar es muy tradicional y se emplaza en un calle asiento de otra leyenda, la de Ernesto, que apostó hasta su esposa en el juego, y que deambula con su capa y sombrero negro arrepentido hasta nuestros días de haberla perdido jugando con el mismo diablo.


Nos jugamos por las enchiladas rojas de pollo ( 53 pesos) y algo de ensalada (Atún, Chicharo y Elote, por 40 pesos)- por pura hipocresía-, deleitándonos con el sabor cremoso  del plato, y disfrutando del ambiente parroquiano y de la excelente atención del restaurante.


Después del almuerzo caminamos vitrineando y curioseando el comercio, hasta llegar a nuestro punto de encuentro donde nos reuniríamos nuevamente con el guía: la Puerta del Mercado de Hidalgo.



Como el viaje desde Guanajuato a Tlaquepaque era bastante largo - 267 kms, que tardan como tres horas- y al pobre Miguel ya lo teníamos mareado a preguntas sobre música, actualidad, teleseries mexicanas, farándula y otras, aprovechó para ponernos a ver películas en el DVD del auto para ver si nos callábamos un rato, y le resultó, nos fuimos súper entretenidas viendo la vida de Frida Kahlo, portagonizada por Salma Hayek y musicalizada por quien se ha convertido en una de mis cantantes favoritas Lila Downs.

Llegamos a Tlaquepaque , y quedamos de inmediato encantadas desde el momento que entramos, tanto por su belleza, como por la atmósfera relajada y medio nostálgica de sus calles y plazas... El espíritu del estado de Jalisco ya se dejaba notar en el aire.

Visitamos el edificio de la Municipalidad engalanado con ocasión de las fiestas de la independencia, reconociendo como en las demás sedes de gobierno, el reloj y la campana como elementos comunes de ornamentación. 






Caminamos tranquilas por la calle principal, maravilladas por la atmósfera del lugar, que irradiaba sólo calma y solaz.

Recorrimos las tiendas de ropa bellísima, artesanías y vidrio soplado, donde pude comprar un nacimiento pequeñito de regalo para mi mamá, de una delicadeza que yo - al menos- no había visto nunca. 



Visitamos también algunas de las Galerías de Arte que también parecen protagonizar la escena, particularmente la de Rodo Padilla, un escultor local que trabajando en cerámica y bronce ha saltado a la fama internacional (www.rodopadilla.com), siendo reconocibles los Mariachis Gorditos  con los que cualquiera se puede fotografiar en la tienda y fuera de ella.



Y encontramos cientos de Lupitas ... con vestidos y moños de decenas de colores ....




El paseo estuvo calmo, al alero de una tarde tibiecita, entramos y visitamos varias otras tiendas, más que para ver los productos, era para curiosear las casas e imaginarnos como habrán sido esos patios cuando eran ocupadas por sus habitantes españoles y criollos originales.



Y vimos más mariachis y más arte ...





De regreso al punto de partida visitamos El Parián - que data de 1878- y que sirvió como asiento en sus primeros tiempos al mercado de la ciudad, para luego ser lugar de esparcimiento y reunión, convirtiéndose durante el siglo pasado en asiento de la música de los Mariachis, y de varios bares y restaurantes que funcionan a su alrededor.




A esa hora estaba todo el mundo preparándose para las funciones de la hora de la cena, y tuvimos la suerte de ver a una chica cantar, probándose para acompañar al grupo de Mariachis que la retaba a alcanzar los tonos de cuanta canción tocaron.



Nos quedamos escuchando la música y disfrutando de la onda del lugar, deseando poder quedarnos a dormir ahí y pasar unos días para alcanzar un poco del relajo de la ciudad y partimos a Guadalajara, nuestro destino final para esa jornada.

La distancia es cortita y se recorre en 20 minutos, pero la diferencia entre las ciudades hace parecer que cruzamos una era completa, pues Guadalajara se nos presentó moderna y algo acelerada, al menos para el ritmo de las ciudades que habíamos visitado hasta ese día.

Nos quedamos en el Hotel Morales (www.hotelmorales.com.mx), un lugar bellísimo situado en un edificio histórico que data de la era de oro Porfiriana y que sirvió desde casi siempre al hospedaje de los viajeros que llegaban a la ciudad.



Salimos a caminar por la plaza y a ver la Catedral de noche, pero como estaba todo cerrando, regresamos al Hotel a comer y descansar.

Estuvimos al lado de la pileta en el Bar y Restaurante El Ruedo, que funciona ahí mismo, bebiendo unas cervezas Micheladas (30 pesos), con receta original que incluía Tabasco y Salsa Inglesa, además de la sal y el limón y degustando otras especialidades Tapatías, de muy buena consistencia y sabor, como las Tostadas de pollo, que equivocadas pensamos que era un sandwich pequeño y era en realidad un suculento plato, con frijoles refritos, pollo, queso y crema, que estaban para morirse de ricos (64 pesos)





Salimos de nuevo para expiar las culpas, pero solo nos alcanzó el valor para ir a la plaza de la iglesia de San Francisco cruzando la calle, y regresamos a dormir y descansar ... felices y con barrigota, expectantes con lo que nos preparaba el estado de Jalisco para los días posteriores.



martes, 9 de abril de 2013

Día 2. Recorriendo Queretaro y San Miguel de Allende

Hoy desayunamos tempranito con una soberbia vista al Zócalo en la terraza el bufete del Hotel Holiday Inn, que nos brindó una muy variada opción de desayuno muy americano, pero con especialidades Aztecas de mucha fritura y picante que más parecía una selección de almuerzo.

A la hora convenida nos retiró Miguel, conductor y guía que estaría a cargo de nosotras durante los próximos 5 días.

El tour Carrusel Colonial (recorriendo Queretaro, San Miguel de Allende, Guanajuato, Guadalajara y Morelia), lo contratamos desde Chile con la agencia Cocha, pero lo gestionó en México la empresa mayorista Kinich Coyol (www.kinich.com), la que resultó todo un  descubrimiento, por el precio que resultó totalmente conveniente tanto por la calidad de los hoteles incluidos en el paquete y también por el hecho que sólo salimos las dos, sin otros pasajeros, por falta de demanda, conforme nos contó nuestro guía.

Hechas las presentaciones, abordamos nuestra Chevrolet Blazer y recorrimos por anchas carreteras los 220 kilómetros que separan el D.F de nuestro primer destino, la ciudad de Santiago de Querétaro.

En la primera parada para pasar al baño y tomar café Miguel nos iba introduciendo en la entretenida historia de la gestación de la independencia Mexicana, dándonos datos del proceso de conquista Española y también de misceláneos sobre actualidad, música y política.

La primera historia fue la de Conin un indígena Otomí (uno de los muchos enemigos de los aztecas) que se convirtió al Catolicismo, facilitando la conquista Española. Se dice que tomó el nombre de Fernando de Tapia y se casó con una española y fundó la ciudad en 1531 que más tarde se convertiría en Santiago de Querétaro.




Iniciamos nuestro recorrido desde en un punto donde se dominaba la ciudad moderna atravezada por el acueducto - símbolo de la ciudad que data del siglo XVIII- y donde se emplaza la primera parada de la llamada "Ruta de la Independencia":  la parte trasera del Convento de la Cruz, donde se ubica el mausoleo de la más importante figura femenina del proceso independentista doña Josefa Ortiz de Dominguez, mejor llamada la Corregidora y de su esposo.




La historia cuenta que fue ella quien facilitaba las reuniones de los insurgentes en los tiempos en que se planeaba el lavantamiento contra la autoridad española, prestándoles como sede su propia casa y, que fue ella, además, quien dio la orden a Ignacio Pérez el "mensajero de la libertad" para que en la madrugada del 16 de septiembre de 1810 cabalgara hasta Dolores, donde se encontraba  Miguel de Hidalgo, dando cuenta que la conspiración había sido descubierta acelerando el proceso independentista y motivando "el grito de Dolores" que le dio inicio oficial. 

Nosotras escuchábamos la historia con la boca abierta, entretenidas y expectantes, tratando también de situarnos históricamente en nuestra propia independencia que se gestaba casi simultáneamente en Los Andes.



Bajamos de la colina a adentrarnos de lleno en el Centro Histórico de la ciudad, declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en 1996, iniciando nuestro recorrido en la Plaza de los Fundadores, donde se encontraba la estatua de Conin, pero ya convertido en Fernando de Tapia, un español de tomo y lomo.

También estaba emplazada el mismo lugar una coqueta feria de artesanía enmarcada por la majestuosa construcción del ex Convento de la Santísima Cruz, donde se dice que en tiempos de la conquista se habría aparecido a Conin en  medio de una batalla casi perdida el mismísimo Apóstol Santiago, ayudandolo en la victoria (razón por la que la ciudad lleva su nombre).




Caminamos desde la plaza a un negocio que está justo al frente, donde dos señoras muy amables nos presentaron los dulces locales, contándonos además sobre la historia de la plaza.

Nos deleitamos con los chocolates, con el dulce tradicional más chistoso que he visto " Pedos de Monja", de chocolate y trufa y además con las jirafas - helado de agua- con Chamoy, polvo dulce-salado- agrio, compuesto de Chile, azúcar, sal y vinagre.

"Más vale adentro que afuera"

Nos despedimos felices como niñas y caminamos a ritmo tranquilo por la ciudad, colonial y pausada, recolectando postales de cada esquina.


Miguel nos iba presentando a los personajes principales de la independencia, que se gestó en esas mismas calles, pero también a quienes participarían en otros procesos históricos Mexicanos tan importantes como la revolución que destituyó al Porfiriato y las Reformas de Benito Juarez.



Venustiano Carranza
 Dimos entonces con una plaza lindísima en cuyas orillas había una galería con arcos dedicada al comercio y varios  restaurantes con terraza, rodeada por filas de hermosos Ficus cortados graciosamente, bajo los cuales los ciudadanos mayores leían el diario y limpiaban sus zapatos, presidiendo la plaza la sede del gobierno, que data del siglo XVIII y que sirvió de residencia a la mismísima Corregidora.

Toda la ciudad lucía engalanada aún por las recientes celebraciones del aniversario de la independencia que se habían llevado a cabo la semana anterior.






Continuamos nuestra caminata por la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe que data de 1680, está dedicada íntegramente a la venerada Patrona de México y es la única de la ciudad que tiene dos torres.



Seguimos por las calles peatonales adoquinadas, maravilladas con las casas de dos pisos que asomaban sus balcones y con las tiendas de ropa linda, como esta de artesanía en seda pintada a mano con una paleta de colores soñados.



Llegamos a la Plaza de la Corregidora donde hay una estatua enorme de doña Josefina erigida en 1910, para honrarla a 100 años del incio del proceso de independencia, y cruzamos a los Jardines de Zenea, otra porción verde bellísima que enmarca la vida apacible de esta porción de la ciudad.


Continuamos nuestro recorrido por el Teatro de la República que además de ser asiento de la actividad artística de la ciudad, es famoso por haber sido sede de grandes acontecimientos históricos como la promulgación de la Constitución de 1917, y además del enjuiciamiento del Segundo Emperador de México Maximiliano de Habsburgo  (nombrado en un intento frustrado de re establecer la monarquía en el país)  en 1867.


Caminamos otras cuadras y dimos con una belleza que nos restregó en la cara el pasado vierreinal Mexicano con una iglesia soñada - para el Barroco por supuesto- que data de 1606 y que sirvió de Convento a las Monjas Franciscanas.

Nos explicaba nuestro guía - quien dejaba ya de manifiesto su inclinación por la Arquitectura particularmente la de las iglesias - que los retablos del Convento de Santa Clara si bien eran de madera estaban totalmente cubiertos en pan de oro, y que las formás más bien recargadas de su interior permitían calificar su estilo como Churrigueresco, o Barroco de Nuevo México, en honor a José de Churriguera el mayor exponente de esa variante del barroco español.

A esa hora cercana al mediodía el interior de la iglesia brillaba bajo la luz que se colaba por las puertas abiertas de par en par, para que los transeúntes ingresaran a gozar de las miles de formas y recovecos.


Salimos a la plaza contigua ya totalmente encantadas con la ciudad  y disfrutando de su actividad a mil, incluyendo un set de televisión al aire libre, improvisado por un grupo de estudiantes.




Nos topamos en la acera del frente con esta maravilla de la arquitectura llamada la Casa de la Marquesa- hoy un hotel de lujo- que fue construído por el Marqués de la Villa del Villar para su esposa (Miguel decía que era muy muy feo) y cuyo interior es un sueño (aunque solo se puede curosear desde la puerta y ventana).
 

Seguimos nuestro paseo a paso cada vez más apurado visitando la Catedral de Querétaro, dedicada a San Felipe Neri y que también data de fines del siglo XVII, encontrándonos con coquetas calles, ventanas con rejas de fierro forjado que lucían coloridos maceteros y flores para hacer aún más bella la histórica postal.





Llegamos a la Plaza del Palacio de Gobierno ya plena de actividad, y nos sentamos a almorzar en el Mesón de Chucho el Roto - incluido en el paseo- donde nos sentaron en la terraza para admirar la plaza y su tránsito brindándonos un ejemplo de las especialidades de la zona, que incluyó sopa de Flor de Calabaza, tacos dorados con ensalada y enchiladas de pollo y carne,  y de postre un flan Napolitano de ensueño.



Después del almuerzo tuvimos nuestro tiempo libre para recorrer la ciudad, regresando nosotras a explorar el Jardín de Zenea, para luego devolvernos caminando despacio vistando las tiendas y sacando fotos de todos los callejones y plazas para encontrarnos de nuevo con Miguel.



Una vez en la van, reanudamos la marcha recorriendo los 65 kilómetros que nos separaban de nuestro próxima parada San Miguel de Allende, tardando un poco más de una hora hasta nuestro hotel.

Durante el camino nuestro guía chofer, nos explicaba la importancia de los acontencimientos gestados en Querétaro y que en definitiva motivaron el grito de Dolores y el primer paso del proceso independentista liderado por el Cura Hidalgo, y de otro héroe Nacional Igancio Allende, oriundo de San Miguel y cuya historia empezaríamos a conocer. 

El Hotel donde nos quedamos Misión El Molino, estaba situado en un lugar que no podía ser más tranquilo, aún cuando alejado del centro de la ciudad, estaba dedicado a Mario Moreno Cantinflas quien fue asiduo a la ciudad y instituyéndola  en sus tiempos de gloria, como destino internacional de primer orden para descansar y vivir la vida en un ambiente colonial auténtico. 





Descansamos unos minutos, instalándonos en un dormitorio enorme, aún cuando un poco frío, y salimos a tomar la micro (de recorrido) que, unos diez minutos más tarde y después de varios descensos, nos dejó en las cercanías del Mercado de la ciudad.





Paseamos por el interior del mercado de frutas y verduras donde se desplegaron todos los colores y todas las variedades de Chiles, rojos, gueros y verdes, de todos los tamaños, además de otros ingredientes que se nos iban siendo más familiares como el Nopal y la Flor de Calabaza.





Caminamos además por la sección de flores - con todas las gamas de rosas y rojos- de cuyo techo caían las piñatas enormes que hacían inevitablemente recordar a nuestra infancia, cuando aparecían en El Chavo y la confundían con el señor Barriga :)





Y aparecimos luego en la sección de artesanía  en plena actividad donde vimos en vivo como se trabajan los iconos de la artesanía Mexicana del arte en vidrio (transparente con orillas azules) y de la pintura en carámica de miles de motivos en colores brillantes con base azul y más amarillo. 





Con ganas de comprarnos todo recorrimos tranquilas los pasillos maravilladas con las formas, la variedad y los colores de la cerámica, el cuero, las lámparas que evocaban las formas árabes y por la ropa que entremedio dejaba ver su protagonismo, principalmente el algodón crudo y el lino, adornados con finos bordados.


Paseamos por sus tranquilas calles que evocaban los tiempos de la colonia, rodeadas de casas de dos pisos con coquetos balcones adornados con maceteros con flores - tal como los sevillanos- pero en a diferencia, pintadas de rojo terracota y amarillo.





La ciudad - después de la segunda guerra mundial- ha sido mayormente poblada por extranjeros, que en sus calles y plazas encontraron un remanso de tranquilidad, constituyéndola en la ciudad con más foráneos de México ... y en realidad es un encanto que ha sabido progresar manteniéndose fiel a la arquitectura y a su orgulloso pasado.




Continuamos la visita a la ciudad en la Iglesia que preside la Plaza de la ciudad (El Jardín), que erigida en el más puro estilo Gótico, no le hace sombra ninguna Catedral Europea. 

La Parroquia de San Miguel Arcángel fue construida en su actual forma entre los años 1880 y 1890, pero antes había sido un ejemplo de la arquitectura barroca ... albergando en su interior una imagen de Cristo, moreno y con rasgos más toscos, hecha en un tipo de artesanía originaria con hojas de maíz que habría sido creado en el siglo XVI y que pervive hasta nuestros días.




Desde allí continuamos aplanando las calles enamorándonos también de esta ciudad ... llenándonos los ojos de color, de historia y de su tranquilidad.



Visitamos a continuación el Convento de San Francisco,  también de fines del siglo XVIII y también una mezcla de estilos arquitectónicos que se fueron superponiendo en el tiempo.




Ya separadas de Miguel- en nuestra tarde libre- nos dedicamos a recorrer lo ya caminado, transitando entre las tiendas para a ver principalmente cosas de casa toallas, manteles y sábanas bordados a mano, y perdiéndonos por las galerías y patios hoy cafés y locales comerciales que alguna vez fueron los corredores y jardines de casas enormes  de las familias locales.




Y entre tanto paseo, siendo la víspera de su día (29 de septiembre) nos encontramos con la procesión del Santo Patrono de la ciudad San Miguel Arcángel y con todos sus fieles que bailaban, cantaban y tocaban tambores, felices y sintiéndonos afortunadas de presenciar aunque sea unos minutos del fervor del pueblo que honraba a su santo.





Habiendo recorrido gran parte del centro histórico, también declarado Patrimonio de la Humanidad por Unesco desde el año 2008, sentimos recién hambre y nos fuimos a buscar algún lugarcillo donde seguir profundizando en las especialidades Mexicanas.






Como nos encontrábamos en el atardecer en la calle Umarán, al lado de la Parroquia, elegimos un bar con terraza al azar, y que fue una súper buena elección: La Azotea (www.azoteasanmiguel.com), donde disfrutamos del menú de autor dirigido más bien al tapeo, decidiendo nosotras por ensalada verde con aguacate y queso que cabra asado, más unos spring rolls de pollo, todo ello acompañado por sendos Margaritas, a mi gusto bastante suaves, pero con ese toque ácido-picante de la orilla del vaso acompañando la sal,  que después de tanto preguntar, conseguimos el nombre: Tajín.





Después de probar las diferentes clases de Margarita Frozen de Tamarindo, Mango, Fresa y el clásico de Limón, nos devolvimos al Jardín para ver la Parroquia iluminada, y el espectáculo fue conmovedor.




Y como no nos queríamos ir al Hotel aún nos devolvimos por la misma calle, decidiendo esta vez entrar al "Patio", para disfrutar de su azotea, que no se si se llama igual, pero parece que se llamaba Mamma Mia.


El ambiente era mucho más relajado, pero permitía una vista igual de linda a la ciudad y a la Parroquia. La terraza estaba decorada con sillas de fierro y mesas de mosaico, y contaba además con una fogata que hacía más cálida la noche que comenzaba ya a ponerse fresca,  así que para no desperdiciar la vista ordenamos más Margaritas, que esta vez eran gigantescos.



Y así terminó la jornada en que pudimos maravillamos con la historia, el pasado y el presente de estas dos hermosas ciudades ... ya cansadas tomamos un taxi en la plaza, con tarjetón en la puerta, que nos dejó sanas y salvas en el hotel, cinco minutos después.

Y descansamos, porque el día fue largo e intenso, preparándonos para seguir recorriendo el estado de Guanajuato al que ya le encontramos toda la gracia del mundo, y nos tenía encantadas  :)