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martes, 25 de junio de 2019

Recorriendo Jerusalen en 4 días. Enero 2015.


Después de mis nutridos y celebrados días en Estambul recibiendo el nuevo año 2015, ya de lleno en enero me trasladé unos días a Israel, en mi ruta previa a iniciar el postítulo en Toledo: Mi idea era conectar un poco con la espiritualidad o el catolicismo olvidado, aunque como adelanto puedo decir que con el gran turismo quedé fascinada con todo menos lo religioso. Creo que me hizo falta mi mamá y sus conocimientos de la biblia y de la historia de Jesús y los suyos, para haber aprovechado la visita en una arista más católica.

Lo primero por mencionar es la "inquietante" bienvenida y despedida en el Aeropuerto Ben Gurion. Creo que no me había sentido jamás tan cuestionada como en la salida y entrada a Israel - incluyendo la vez que salí por tierra a Jordania-, pues me hicieron infinidad de preguntas sobre por qué mi pasaporte tenía sello de países de habla árabe (incluso una entrada a Marruecos en 2011), de donde venía, para donde iba y por que andaba sola. El interrogatorio y la revisión es mucho más exhaustivo de salida que de entrada, eso sí. Una vez chequeada, entregan una credencial pequeña, impresa con foto, para no sellar el pasaporte.

Había coordinado previamente el traslado con el hotel, así que a la salida nos fuimos directo a Jerusalén, distante a casi una hora, en busca de la espiritualidad católica perdida, que no encontré más allá de pequeños flashes.

Sí encontré una obra de Santiago Calatrava.


Me quedé en el Hotel Jerusalem Gold (https://www.jerusalemgold.com/EN/), que para mi fue un gran regular: ubicación regular, desayuno regular, instalaciones regulares, pero lo más molesto fue que es un hotel donde se suelen alojar grupos, por lo que el ascensor JAMAS estuvo disponible (menos aun en Shabat, pero ahí si se entiende).




Nada más me instalé salí de inmediato a recorrer los alrededores, cambiar algo de dinero Shekels y medir el pulso del lugar, caminé con mi mapita medio perdida por el sector del terminal de bus, media inquieta con tanto militar armado que andaba por las calles y en los lugares más concurridos. Así y todo di con facilidad con la casa de cambio, con la zona comercial, y la línea del tranvía que conduce a la ciudad amurallada.

Mi visita preferida y más querida por los cientos de colores y por sentir pasando por sus pasillos que retrocedí siglos en el tiempo, fue el Mercado de Mahane Yehuda que transcurre con el ritmo más tranquilo y donde probé el mejor Tahine de mi vida. (Mi conclusión fue que no hay Hummus malo en Israel)




El comercio en el área de mi hotel aun se perciba próspero cierra temprano, así que obligada a devolverme con mis compras básicas a descansar y planear mis días posteriores.

Los cuatro días que estuve en Jerusalén, se dividieron casi naturalmente, en recorrer la ciudad nueva, con la historia más contemporánea y la ciudad vieja, siguiendo de cierta manera cómo casi un cliché  "las huellas" de Jesús. También pasé a Belén por el día, con casi tantas dificultades como con ganas de quedarme allí una buena temporada. Los restantes días los pasaría en Tel Aviv,  que lo tomé como base de operaciones para recorrer los "otros" alrededores como Nazaret, Haifa, el Mar de Galilea, hasta Rosh Hanikra, más  cercano a la frontera con Líbano.

Sin más, acá va mi recorrido personal por la gran Jerusalén y sus principales puntos de visita, sin orden de preferencia, solo recorrido lineal de los tours que fui tomando y los recorridos que hice por mi cuenta.




  • Monte de los Olivos

Mi primera parada en clave de gran turismo fue El Monte de los Olivos, esta vez participé de un grupo no tan creyente, por lo que si bien todos teníamos alguna idea de donde estábamos, como había dicho antes me hizo mucha falta mi mamá y/o la biblia para ir refrescando las historias que había estudiado en el colegio, no hace tan pocos años.




Para mi fue la mejor forma de empezar el recorrido por la ciudad, porque desde acá se tiene una visión panorámica de la ciudad amurallada, esta vista soberbia permite familiarizarse con los colores, del cielo y de las construcciones y apreciar la cúpula de la roca que brillaba presidiendo la postal, un gran cementerio judío y del huerto de Getsemaní.



Segunda Sorpresa: la Iglesia de las Naciones, en cuya construcción habría participado Chile, luciéndose en una de sus cúpulas nuestras parras y escudo. La iglesia se ve nueva y es súper bonita, a esa hora y non stop se celebraba misa, en todos los idiomas, para todos los creyentes que la invadían en grupos.




Por otro lado y también para mi sorpresa se iban asomando los guiños a la orden franciscana, al alero de la cual me eduqué, pero que acá más que amigos de los animales y de los pobres, como aprendí de San Francisco de Asís en el colegio, son los guardianes y custodios de Tierra Santa desde el siglo XIV.


Este lugar como todos los que visitamos era de máxima devoción, no vi mucho turista curioso, como yo, sino la mayoría era turista creyente, comandado por un cura o monja, quienes participaban activamente en los rezos y cantos.



A la salida me senté a escuchar y reflexionar sobre los hechos que ocurrieron en este lugar, uno de los más relevantes en los días finales de Jesús, donde se dice que fue arrestado y donde frecuentemente iba a orar con sus discípulos, y como algunos de los olivos, muy añosos, pueden haber sobrevivido de semillas plantadas en esos días. 



  • Museo de Israel (www.imj.org.il/en/).

Elegí hacer esta parada (a velocidad de tour), para poder ver, lo que ha elevado a este museo a su fama mundial: los rollos del Mar Muerto, que fueron descubiertos por los Beduinos en Qumrán, en el desierto de Judea en 1947.

La primera parada es una maqueta a escala real de la antigua ciudad de Jerusalén, y donde indican con una pequeña flecha roja, la parte del muro que está de pie hasta nuestros días, que ha sobrevivido ataques desde los romanos.



La cúpula que alberga los rollos del mar muerto, emula la tapa de las vasijas donde fue encontrados, dentro, en una atmósfera de gran solemnidad se encuentran exhibidos en niveles, de manera que uno recorre en forma circular, y en forma cronológica los hallazgos, que incluyen un Génesis que habría escrito el mismo Noé. 



  • Museo de la Historia del Holocausto (www.yadvashem.org)
Este museo fue una lástima recorrerlo en tiempo y velocidad de tour. En  honor a la delicadeza como está expuesta la exhibición es necesario al menos dedicarle al menos unas tres horas.




En su interior no se pueden tomar fotografías y eso contribuye en gran medida a la solemnidad que se respira en su interior.

Si bien no es una novedad lo que se va a encontrar dentro- lo digo en forma respetuosa- dado que su misión es dedicarse a conmemorar y honrar la historia conocida y validada del horror que sufrieron los judíos en el contexto de la segunda guerra mundial, cuando los Nazis mataron a más de 6 millones de personas de toda Europa, es la forma en como se explica y se honra a sus víctimas muy conmovedora, la que hace distinguirse de cualquier otro memorial.



Se da contexto en cada galería, a través de una experiencia multisensorial, a las etapas previas al holocausto, llamado en hebreo Shoá, desde el surgimiento en los años 20 y 30 del nacionalismo y antisemitismo en Alemana, la "noche de los cristales", la vida de los Guetos y finalmente en los campos de exterminio, en especial Auschwitz- Birkenau, que pude visitar, completando esta historia, en 2017.

El recorrido es conmovedor, caminé con el corazón apretado por cada una de las salas.

Al final del recorrido, que insisto se debe hacer con más calma, está la Sala de los Nombres, la más impresionante para mi, la que está presidida con una cúpula con la foto de 600 víctimas, más las hojas de testimonio, que se estiman en más de 2.5 millones, que recoge brevemente la historia de cada uno de ellos.

Es ahí cuando la historia y el sufrimiento se viene encima de uno, de forma arrolladora, por no entender el cómo, ni el por qué del desprecio por la vida y la dignidad de seres humanos iguales y rogando de corazón que como humanidad no volvamos a sufrir algo igual jamás.  



Fue difícil recuperarse de esta visita tan intensa, la verdad nada prepara para una vivencia de esta entidad, pero vale muchísimo la pena.

  • Iglesia de la visitación y de Juan Bautista en Ein Karem.
Moverse a la zona de Ein Karem es sencillo, está muy cerca de Jerusalén, pero es salir del ritmo de la ciudad y adentrarse en un panorama más campestre y reposado.

Hay dos visitas principales que se hacen en esta zona, la principal es la Iglesia de la Visitación, donde pude medir el ritmo de la devoción de los grupos católicos más masivos y comprometidos.

Se dice que aquí se realizó la visita de la Virgen María a la prima Isabel, también embarazada, y  le habría revelado que sería la madre de Jesús. Acá también se sitúa el origen del Magnificat, que algo me sonaba del colegio, pero aquí se vive y se venera.



El Magnificat es el cántico de María, está en las paredes exteriores de la iglesia escrito en más de 40 idiomas,  y se trata de una alabanza a Dios :"Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava..." 



El interior de la iglesia es hermoso, con muchas pinturas muy coloridas, todas relativas a María, retratada como madre. 


Caminar por las calles del pueblo es muy tranquilizante, olía a humo, como a campo y es fácil de recorrer. Paramos en una fuente, que recoge agua de un manantial que se cree con poderes milagrosos, donde la misma María se habría refrescado, camino a visitar a su prima. 




Y llegamos a la Iglesia de San Juan Bautista, donde habría nacido (la casa de Zacarías) y donde se habría también ocultado de la matanza de recién nacidos comandada por Herodes.





  • La ciudad vieja de Jerusalén

Lo primero que puedo decir es que esta parte de la ciudad está en la lista del Patrimonio de la Humanidad de UNESCO desde 1981 y se distribuye en barrios, el católico donde se sitúa el Santo Sepulcro, el musulmán donde está la explanada de las mezquitas y la Cúpula de la Roca, el judío, donde está el Muro de los Lamentos, y el Barrio Armenio.

Me llamó poderosamente la atención como conviven las religiones, a pesar de ser constante el conflicto, y cómo donde se supone está la fuente del catolicismo, no lo es en forma exclusiva:  se ven cristianos Coptos, Ortodoxos Griegos y Armenios, también circulando con total propiedad por estos lugares santos, incluso las imágenes tan conocidas y queridas por los católicos, aparecen acá como íconos y "nuestra" virgen María, la madre por excelencia en nuestra cultura, es más común verla en versión estética Ortodoxa y no como la archiconocida estatua con el niño Jesus en brazos que adorna cada iglesia chilena.



Antonio, nuestro guía fue el encargado de situar los lugares y la historia, limpiando un poco los mitos y llenando las lagunas que tengo de las clases de religión donde al parecer no estuve anda atenta.


Sin duda el lugar más venerado y concurrido es la Basílica del Santo Sepulcro,  donde iniciamos el recorrido oficial, la que se erige sobre el monte Calvario, y lugar que marca donde Jesús habría sido crucificado, muerto y sepultado y  también  el lugar preciso donde habría resucitado al tercer día.



Primero a la derecha de la explanada de ingreso estaría el monte Gólgota, donde se habría emplazado la cruz de Jesús. 


En el interior lo primero que se ve es la piedra donde Jesús fue ungido con oleos, que para mí sorpresa, a pesar de haber hecho mucho frío, estaba muy caliente, sugestión o las velas, no lo sé...


Luego, al centro, y con una fila infinita se encontraba el corazón de la Basílica y del catolicismo mismo, que es donde si situó el sepulcro y donde Jesús resucitó,  que hoy se conoce como "la rotonda", precisamente por la longitud de la cola, que tardaba más de una hora, y porque había una gran ciudad amurallada que recorrer no entré.


En el interior de la basílica nuevamente tuve esa sensación extraña de ver cómo "nuestros" lugares católicos sagrados son a la vez los lugares sagrados de los demás, que en su forma y medida admiraban con veneración. Para mí, fue estar en un lugar histórico, fundamental en la historia occidental, pero quizás por lo multitudinario no pude vivir en espiritualidad y misticismo católico, como si pude, por ejemplo en Nazaret. 



En un nivel superior estaba la capilla del Calvario, donde se formaba una fila para meter la mano, en un espacio donde estaría la cruz, profusamente decorado con un círculo de plata, al igual que el icono de la crucifixión. 



Saliendo de ahí ya era hora de almorzar y lo hicimos todos juntos como grupo en uno de los restaurantes cercanos, donde, como fue usual en casa local el Hummus era maravilloso, y además pude encontrar esta coqueta Coca Cola con la Hamsa, que le daba algo de identidad.




Recorrimos la vía dolorosa casi completa, bajo la lluvia a ratos, lo que le daba un tinte de dramatismo, al recorrer, como cuenta la historia, el mismo camino en el que pasó Jesús cargando la cruz.



En este recorrido, situado en el monte Sión se pueden encontrar algunos lugares que, siempre en clave de la historia de Jesús, resultan relevantes; como el lugar donde se habría celebrado la última cena, llamado el Cenáculo, y donde también  bajó el espíritu santo, en forma de lenguas de fuego, después de la muerte de Jesús en Pentecostés.



Muy cerca, la iglesia de la Dormición, donde hay una estatua de María, acostada (no me gustó como quedó la foto), y que conmemora el lugar donde ascendió al cielo.


Y saliendo de ese pacífico lugar, la tumba del Rey David, en el primer piso del Cenáculo.


Camino al barrio judío, nos encontramos con las ruinas más relevantes de los tiempos del imperio romano: toda una corrida de columnas que conformaban el Cardo Romano, que data del siglo VI d.C, y que al igual que en aquellos tiempos, sirven de espacio al comercio. 




Nos volvemos a adentrar en el corazón de la ciudad vieja, donde nos encontramos con tiendas de todo tipo, en especial souvenir, cristianos y seculares, pero a un ritmo non stop.


Excepto en Shabat, que no había un alma, salvo en el barrio musulmán.




Mis compras en la ciudad vieja, tendieron más hacia el recuerdo católico para mamá y tías devotas, además de alguna artesanía en cerámica, muy linda y colorida; el mandato regatear sí o sí. 




Precisamente, luego de atravesar la ciudad vieja llegamos a la parte del recorrido donde se nota en concreto los años de conflicto y división entre pueblos y religiones que en este sitio es literal, la división entre el Muro de Los Lamentos y la Explanada de las Mezquitas, que está al otro lado del muro, y a la cual se accede por una pasarela elevada que pasa justamente sobre él, después de ser revisado en el check point.

En el interior de la explanada se encuentra la Mezquita Al Aqsa y de la Cúpula de la Roca, que data del sigo VII, y que marca el lugar donde el profeta Mohamed ascendió a los cielos junto al arcángel Gabriel, por eso sagrada para los musulmanes, junto con La Meca y Medina, pero a la vez para los judíos por la historia de Abraham. 

Se puede visitar solo de domingo a jueves, así que no tuve oportunidad de ingresar (justo estuve viernes y sábado, justo en Shabat)

Pude eso sí, visitar el Muro de Los Lamentos, para lo cual me tocó pasar previamente por un férreo control de seguridad, que incluyó revisión de cartera.


Después vino la separación por sexo, los hombres se fueron a un lado con su Kipá, y las mujeres nos fuimos al otro. Antonio nos animó a escribir alguna intención y dejarla en el muro, como se hace desde tiempos inmemoriales. 

Tengo este par de fotos del sitio, no de irrespetuosa, sino porque el letrero de No Photo, se había desecho con la lluvia y no lo vi.



Es muy conmovedor estar en este sitio, por la solemnidad que le dan los verdaderos creyentes, y por estar en una construcción de más de 2000 años que aun permanece en pie. Recuerdo que intencioné parabienes para mi familia, pero también agradecí profundamente por la fortuna de presenciar en primera persona este lugar, aún cuando casi nevaba, como nunca pasa en Jerusalén.




  • Mamilla

En una de mis incursiones no turísticas formales quise probar algo de la comida nueva Israelí, para lo cual tomé tranvía y me instalé en la ciudad vieja, pero esta vez en Mamilla, barrio más moderno, con su toque chic, con un centro comercial a cielo abierto que alberga tiendas internacionales y nacionales como Castro, y la que tiene para mi gusto los mejores de productos de cosmética del mar muerto Avaha, con todos los tester habidos y por haber.

Para comer elegí el Mamilla Cafe, situado en el mismo mall, con muy rica comida,  atención de lujo, el vino local, regular no más, pero volver al siglo XXI, después de caminar el siglo I, en este lugar fue una buena transición.



Dátiles con Mascarpone y crocante de coco.


Jerusalén para mí fue una constante contradicción, moderno pero antiguo, conflictivo, pero en paz, lo pasé bien y lo disfruté mucho, la comida, la cultura y la gente, que mira con algo de simpatía a una visitante más.

Me gustó vivir el Shabat, el día de descanso de los que profesan la religión judía, en el séptimo día,  desde la primera estrella del viernes, donde no pasa absolutamente nada. El hotel, aun cuando un lugar más secular, también lo vive (no tanto el de Tel Aviv), no había comida preparada en el día en el desayuno,  sólo algo de pan, queso y frutas, y el ascensor tampoco funcionaba. Los judíos más observantes de la Torá, no usan el auto y tampoco la luz eléctrica, la mayoría se dedica a estar con la familia, y estar en calma y en paz con uno mismo, de ahí viene precisamente el saludo: Shabat Shalom !