Después de casi 12 horas en Tren desde Satna y cerca de las siete de la mañana, arribé a la ciudad Sagrada de Varanasi, uno de los puntos altos de mi viaje y un sueño (otro más) hecho realidad.
Apenas me bajé en la estación pude medir su ritmo, realmente acelerado; estaba llena, pero llena de gente cargada hasta el tope con cargas imposibles, y habían también muchas vacas y un guarén. Desde ese momento asumí que estaba sola, sin Dipa, así que agarré mi mochila haciéndome la valiente y forzuda y partí siguiendo a los demás.
Subí y bajé la escalera atravesando los 5 andenes y sorteando las cargas ... y logré dar, no sin algo de dificultad, con el Meeting Point donde me esperaban del hostal que previamente había pactado por internet.
Había investigado bastante sobre los alojamientos en Varanasi; hay muchos y todos baratos, incluso el Radisson, pero estaban copados desde hace meses (reservé en julio para los primeros días de noviembre).
Yo quería quedarme a la orilla del Ganges y a través de un relato de un periodista del Clarín de Argentina, di con el Ganpati Guesthouse (www.ganpatiguesthouse.com), que fue una excelente elección por ubicación (muy cerca del Manikarnka Ghat y del Dashashwamedh Ghat, donde todo ocurre) y precio, destacando además la calidez de las personas que lo atendían, quienes además - algunos de ellos- hablaban en español.
El auto que me fue a buscar al tren me dejó a unos 5 cuadras de la entrada alta del hostal, por lo que debí caminar con la mochila a cuestas, agradeciéndome a mi misma llevar un equipaje ligero. Hacia las inmediaciones del río, sólo hay callejones, los que están llenos de agua, y también "tomados" a ratos por las vacas, dueñas del lugar, sin lugar a dudas, por lo que por ellos pueden circular, solo motos y bicicletas.
Llegué al hostal, donde me indicaron que mi habitación aún no estaba lista, así que subí a tomar desayuno a la terraza que tenía una vista increíble, estuve en primerísimo plano viendo el movimiento del río, que es realmente el alma de India.
Pedí French Toast y café, y me quedé largamente solo observando, pensando que ya no podía pedir más a la vida.
Bajé a mi habitación, la que era muy sencilla, pero estaba impecable al igual que el baño, con 24 horas de agua caliente y con luz asegurada por generador, lo que se agradeció, dado los cortes de luz frecuentes en la ciudad. El precio de la habitación fue de 1.000 rupias diarias y del transporte desde la estación de tren en auto 300 rupias más.
Varanasi, es una de las cinco ciudades sagradas para el Hinduismo, el Jainismo y el Budismo. Se cree que fue fundada por el mismísimo Shiva, cuyos cabellos dan origen al Río Ganges, y sería la ciudad viviente más antigua de la historia, con sus más de 3.000 años. Todo el mundo aquí citaba a Mark Twain, quien refiriéndose a la ciudad escribió: "es más antigua que la historia, más antigua que la tradición, más antigua incluso que la leyenda, y luce es doble más antigua que todas ellas puestas juntas"
La ciudad es el centro de peregrinación por excelencia para los Hindues, quienes tienen la creencia que Mama Ganga lava los pecados, y además que si se muere en esta ciudad o sus alrededores queda uno librado del ciclo eterno de las reencarnaciones, siendo mandato religioso venir acá una vez al menos en la vida.
Bajé al Mir Ghat y desde allí me dediqué a caminar tranquila por estas escalinatas que bordean el río, las que bullen de actividad ininterrumpida, observé hipnotizada la actividad de la gente que en el mismo río lavaba sus cuerpos, sus animales y su ropa, la que flameaba al viento, esparciendo los colores, o forman graciosas formas en las gradas aledañas.
También vi a los sabios con sus grupos de seguidores, tal como los Brahmanes de antaño, apostados bajo unas sombrillas, personas reparando sus barcas y más y más vacas ...
En esta ciudad todo es sobre la vida y la muerte; y es la orilla del Ganges donde todo ello ocurre. A cada paso que yo daba, me iba convirtiendo en testigo de los rituales que siguen a la muerte, como el del hijo mayor del difunto se rapa la cabeza, o como la viuda vestida de blanco queda ajena a los ritos de la cremación.
Más cerca de uno de los principales crematorios Harischandra Ghat, ya el panorama era más inquietante y yo menos bienvenida, a pesar que lo primero que hice fue guardar la cámara, taparme el pelo y caminar rápido, para no ser irrespetuosa con su sagrados ritos.
Aún así las miradas no eran receptivas, la mayoría de los asistentes eran hombres y una que otra turista, por lo que me concentré en las gradas, donde habían grandes cantidades de madera de Sándalo apostada ordenada en montones a la orilla de una balanza enorme. Al lado opuesto de las gradas, a la orilla del río, esperaban cuatro cuerpos forrados con paños naranjos y otros dorados su turno para la pira que los librará del Karma... nadie lloraba, ni sufría, había sólo silencio y solemnidad.
Continué mi caminata y me encontré con el que sería en adelante mi Sadhu favorito: Había leído en un blog amigo sobre la existencia de este hombre y de sus desafinados cánticos, pero conocerlo resultó ser encantador, me bendijo mil veces y me invitó a sentarme con él, pidiéndome que nos sacáramos auto fotos para verlas luego desde la pantalla de la cámara ... yo no le entendía nada, pero a señas y risas, nos quedamos un largo rato ...
Continué, ya despedida de mi estrella, mi caminata atenta para no perderme detalle de las cien actividades que transcurrían a mi alrededor; es que esta ciudad tiene un ritmo alucinante y decidí dar la vuelta, cuando me topé con un tramo de galerías que estaban totalmente tapados de barro.
Decidí caminar hacia el lado contrario del Hostal y sin saberlo di con el Manikarnika Ghat, que como buen crematorio estaba lleno de hombres, quienes me abordaron en forma un poco ruda, a pesar que iba yo sin cámara, y les explicaba que sólo quería pasar al otro lado y no quedarme a curiosear ... no hubo caso y debí devolverme al Nepali Ghat, presidido por un Templo precioso, erigido en forma de pagoda y luego al Mir Ghat donde estaba mi Hostal.
Y me quedé nuevamente observando todo cuanto pasaba... la vida transcurría ante mis ojos, creo que no me sentí nunca tan viva como en ese momento, a pesar que estaba donde todos quieren morir ...
Subí a pasear por la parta alta del Hostal, por donde había ingresado en la mañana, y salí al medio del Bazar, que transcurría acelerado entre callejones y comercio, mayormente dedicado a la ropa (muy pero muy barata) y a la seda, el bien más preciado, y a las figuras religiosas, ofrendas y cántaros de todos los tamaños para transportar agua del Ganges.
Y mientras caminaba me topé con la que sería mi escuela de Yoga, OM Shanti Yoga Niketan (www.banarasyoga.com), donde pude practicar durante dos horas, por 200 rupias. Rajuiji, el maestro, nos dirigía a los tres practicantes Joel, from U.S.A y Sanjay de Australia, expertos y, yo a pesar que practico hace años, una verdadera principiante.
El maestro era todo un personaje, pero fue muy preocupado de hacer la clase en inglés, indicándome con atención y rigor las asanas, exigiéndome todo el tiempo para que no me dejara vencer por la mente, y guiándome en una relajación a través de la respiración, que me dejó más que en paz.
Una vez duchada y refrescada bajé nuevamente al Ghat para tomar uno de las muchas embarcaciones que dan una vuelta por el Ganges al atardecer. El precio negociado 100 rupias, más 10 rupias por la ofrenda floral que le dedicaría a Mama Ganga, por bendecir mi día, mi viaje y mi vida.
Rahoul, mi botero, era muy joven y muy interesado en mi vida en Chile (preguntándome lo usual: cuanto gano, en que trabajo yo, y mi padre y por que viajo sola), se tomó el tiempo para sacarme fotos, aun cuando yo me moría de miedo que se cayeran los remos ....
Recorrimos a ritmo tranquilo este río espiritual, viendo desde el agua casi todo lo que había visto más temprano caminando, pero con mejor perspectiva, por la luz del atardecer y por la influencia mágica del Ganges, que hacía todo el cuadro más solemne.
Comenzamos el regreso cuando ya había caído el sol y solté mi pequeña ofrenda, más que nada agradeciendo mi fortuna ... ya no podía pedir nada más ... y se fue nadando con las cientos de ofrendas que intencionadas dejaban los visitantes.
De regreso en el punto de partida partí derecho al Dasashwamedh Ghat (el nombre es tan impronunciable) y me quedé a ver la ceremonia que cierra la jornada en la ciudad Sagrada todas las tardes a las 18:30 horas.
La ceremonia, llamada Ganga Aarti, es muy solemne, salen 7 hombres y ofrendan pétalos de flores al río, haciendo solemnes y sincronizados movimientos primero con incienso y luego con velas y plumas, al ritmo de unos tambores, de forma muy rítmica.
Me quedé sentada ahí mirando la ceremonia y también a los asistentes, sentándose a mi lado Sylvia, una Canadiense que por casualidad también alojaba en mi hostal, y que al igual que yo recorría India por primera vez, como viajera solitaria... conversamos largo rato sobre nuestras impresiones, y sentimientos acerca de todo lo que habíamos visto, hasta que llegó un toro enorme y nos tuvimos que correr, no entendíamos nada, hasta que descubrimos que estábamos casi en la puerta de un comedor comunitario y el toro esperaba para recibir su ración que devoró desde un gran balde.
Como era temprano aún, a pesar que anochecía, camine otro rato por el Bazar, cuyos callejones estaban custodiados por Policías armados, principalmente cerca de los Templos; cada vez que regresaba a mi Hostal tenía que pasar por el lado de estos guardianes, que a pesar de lucir intimidantes con sus metralletas, hacían un espacio para saludar amablemente al visitante.
Me habían contado en el Hostal que el toque de queda era a las 10, así que regresé directo al restaurante, donde pedí Pakoras y agua y me quedé conversando con mi nueva amiga, que también había llegado, y con un francés avecindado en Australia, que pasaría los próximos 4 meses en la ciudad tomando clases de percusión en nuestra vecina escuela de Música Baba.
Una vez en mi dormitorio, caí rendida después de este ajetreado día, lleno de impresiones y emoción, de tranquilidad y vida, y dormí acunada con el olor suave del incienso que amorosamente habían prendido antes que llegara.
Dato: Citronella para los mosquitos.
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