El despertar en Casa Perleta fue pausado como la ciudad. Cuando me levanté Begoña ya había dispuesto el desayuno en la recepción y no en la terraza del tercer piso, como es habitual en la casa, porque había llovido toda la noche.
La puesta en escena ya era linda, pero el sabor aún mejor, realmente se lució con el desayuno típico Marroquí que incluyó jugo natural de naranja, te a la menta, pan amasado, miel, mantequilla, olivas y una especie deliciosa de pan frito y compartimos animados con otros pasajeros.
Subí -porfiada- igual a la terraza para disfrutar la vista que dominaba toda la Medina, que ya empezaba a vivir bajo mis ojos y a respirar el aire húmedo y frío que bajaba de la montaña.
Salí a la ciudad a recorrerla nuevamente con toda la calma del mundo: partí al lado contrario de la cascada y caminé a través de las calles de diferentes colores de azul hacia donde se desarrollaba uno de los mercados semanales, mayormente dedicado a las frutas, verduras y cereales, proveídos por las personas que viajaban desde el interior del país.
Estaban todas las verduras, y por supuesto los colores, el mercado vivía frente a mis ojos, ebullía en actividad.
Terminada mi visita al Mercado empecé a seguir el olor a pan recién hecho, llegando al horno del amigo que había conocido el día anterior, quien a esa hora además tostaba almendras, y se ofrecía gustoso a posar para mis fotos.
Volví a la casa caminando quieta por la arteria principal de la Medina, rodeada de tienditas de artesanía y muñequitas que emulan a las habitantes de las montañas, que bajan a la ciudad a vender sus productos, tal cual las había visto en el Mercado, usando sus sombreros y faldas, que de tan lindas, Begoña decía comprarlas para transformarlas en bellos manteles para la casa.
Cuando regresé al Riad, Begoña ya había dispuesto todo para que regresáramos a Tetouan; coordinando mi regreso con una pareja de Españoles que seguía su ruta por Ceuta, así que los 3 pagamos los 4 asientos traseros del Gran Taxi (120 dirhams) y nos fuimos conversando todo el camino (1 hora) sobre nuestro viaje, las impresiones de esta maravillosa, mágica y única ciudad y de sus ganas de radicarse ahí definitivamente.
Llegamos al Gare Routiere de Tetouan y abordé mi grand Taxi de regreso a Tánger (60 dirhams para usar el asiento de copiloto sola), recorrimos los 55 kilómetros que separan las dos ciudades en poco menos de una hora, arribando sana y salva a la Gare Routiere. (Pasé por el baño, una experiencia atroz).
Como mi plan para la tarde era ambicioso, tuve que invertir para optimizar el tiempo, así que negocié con un taxista (Hassan) en la misma estación para que me condujera a los sitios imperdibles que había trazado en mi plan personal, y, que de otra manera, me hubiese tomado dos días; el precio 40 euros, que yo pagué feliz, porque además de conducirme donde le pedí, me daba más datos, mostrándome su recorrido personal y oficiando de guía (como ya era usual para mi, con una palabra en francés, una en inglés y harta seña).
Así fue como llegamos a Assilah (Arcila en Español), un imperdible para mi, distante a 46 kilómetros de Tánger (se puede llegar en tren, aunque ignoro los detalles).
Esta ciudad amurallada, ha vivido por siglos: ya en el siglo II a.C los Fenicios habrían transitado por las aguas que la rodean, siendo posteriormente ocupada por los Romanos, árabes y Portugueses, quienes a partir del siglo XV la hicieron parte importante de la Ruta del Oro proveniente del Sahara, erigiendo las murallas que hasta hoy la protegen, pasando luego a manos españolas.
Estar ahí es realmente un sueño, pues la ciudad parecía estar detenida en el tiempo, y dispuesta solo para mí pues en un rato estuve caminando sola sin ver a ningún ser humano, mi conductor guía me explico que la mayoría de las casas han sido comparadas por extranjeros para las vacaciones, por lo que en baja temporada estas cerradas y desocupadas, bien por mi, pero mal por la Medina que merece algo más de movimiento.
Así que, de nuevo con toda la calma del mundo recorrí la ciudad intramuros, rodeándola y perdiéndome por sus pasajes rodeados de casas blancas y con sus paredes pintadas y decoradas con azulejos.
Llegué a un mirador precioso desde se obtiene una perspectiva de la ciudad desde fuera del muro, y me quedé admirándola un largo rato, disfrutando del sol tenue que entibiaba la tarde y del sonido y el olor del mar...
Me adentré nuevamente por callejuelas, maravillandome con cada puerta y recoveco, y llegué a la zona más comercial donde se exhibían orgullosas piezas de cuero y pinturas blanco y azul, representativas de la belleza de la ciudad.
Llegué a la otra orilla de la Medina, presidida por la Torre que data de los tiempos Portugueses, y donde se encuentra la Mezquita y su Medersa o Escuela de Corán.
Saliendo de las puertas de la Medina me encontré con la Ville Nouvelle, así que me devolví de inmediato, compré algo unos pastelitos de coco en Gateaux Marrocain y me reuní con mi conductor.
Luego de obtener una vista preciosa de la caleta donde llegan y se organizan los pescadores, partimos a nuestro siguiente destino: la Cueva de Hércules (Grotte d´Hircules)
La historia popular atribuye la fundación de Tánger a Hércules, quien habría descansado en este sitio una vez finalizadas sus míticas 12 tareas: una parada obligada, distante a sólo 14 kilómetros de la ciudad.
Mi conductor pagó la entrada y bajamos por un camino de tierra muy húmedo hacia la Cueva, que se revelaba grande y ancha, enfrentando al mar por una pequeña abertura que permitía una vista a la puesta de sol soberbia. (Que fortuna haber ido a la hora del atardecer).
Todos los presentes despedimos al sol como si fuera una ceremonia, saliendo a través del pasillo rodeado de pequeñas tiendas de souvenir alusivas al Héroe y erosionado por las caídas de agua que se suceden incesantes ante nuestros ojos.
Bajamos a la caleta contigua donde permanecimos largo rato, sintiendo el sereno, la brisa marina y disfrutando como el agua se metía entre medio de unos recovecos formados por las rocas ...
Y encontramos un célebre habitante ... esperando la merienda que los pescadores que afanan allí le regalan luego de sus jornadas de trabajo.
Hicimos una tercera parada en el Cabo Espartel, que preside el Estrecho de Gibraltar, y que marca el punto en que se une el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo.
Vista desde Gruta de Hércules. |
La parada fue brevísima porque estaba muy frío y ventoso y porque ya empezaba a anochecer, interesándome llegar con algo de luz a la ciudad distante a 14 kilómetros.
De regreso en la ciudad después de mi recorrido full day y, ya descansada, pasó por mi Medhi, el vecino Francés, quien se ofreció a llevarme a recorrer su ruta personal, Nayat nos prestó el auto y partimos.
Iniciamos el recorrido P.M en el café Hafa, que se dispone frente a la Bahía de Tánger en escalones anchos con mesas situadas con la mejor vista al mar y que a esa hora estaba repleto de hombres jugando juegos de mesa y tomando te a la menta y fumando (las mujeres no estaban).
Este lugar fue fundado en 1921 y fue sede de intelectuales y músicos que invadieron la ciudad en los sesenta, incluyendo Rolling Stones.
Nosotros pedimos nuestros respectivos te, los que traía el encargado en unos canastillos de metal con los que se paseaba con total gracia por escaleras y pasillos.
Saliendo de ahí fuimos a recorrer la parte alta de la ciudad, donde se sitúan las mansiones y el Palacio Real, y desde se obtienen las mejores vistas de Tánger que aparecía frente a nosotros iluminado por mil puntitos de luz; lo único malo es que para acceder a ese punto, había que atravesar un cementerio :s
Desde allí nos regresamos a la ciudad hacia la zona del Grand Zoco, donde nos sentamos a tomar café y comer mis dulces favoritos Corns de Gazzelle, contándome Medhi que es muy feliz enseñando en una escuela privada, y que su novia, Arquitecto, se devolvió a Francia porque no encontró trabajo... pero que el no quiere regresar...
Regresamos a la casa tarde ya, y estaban las chicas Nayat y Fati más arregladas, risueñas y desordenadas que nunca, la razón es que llegaba Daniel, el dueño de la Maison y pareja de Nayat, que anduvo por unas semanas en Francia por negocios, así que aprovechando el silencio que reinó cuando se fueron, me di un largo baño de tina para internalizar todo lo que vi y aprendí y dormí feliz ... :)
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