Este día nos
levantamos ultra temprano, porque nuestro conductor comprometió la hora de
recogida a las 05:45 A.M. para dejarnos en las puertas de Angkor Wat antes del amanecer, como también aparentemente
planificaron todos los visitantes, porque estaba re ple to.
Recorrimos raudos
en plena oscuridad los 5 kilómetros que separaban nuestro hotel Le Terasse des
Elephants, donde, antes de salir, muy delicadamente nos dejaron una bolsa con
snacks a modo de desayuno. Ingresamos al sitio arqueológico previa exhibición
de nuestra entrada con foto en el punto de control. (El precio que pagamos el
día anterior fue 40USD para tres jornadas).
Tomamos cafecito
con leche en un puesto situado en el estacionamiento y nos fuimos a ubicar a la
laguna, donde habíamos visto el atardecer el día anterior, para tomar palco y
ver el amanecer, el que realmente fue espectacular, no obstante lo lleno que
estaba.
Conforme iba
saliendo el sol, y tiñéndose de rosados y anaranjados el cielo, el edificio -considerado
el Templo religioso más grande del mundo, aunque no me consta- iba tomando
forma entre una tenue neblina y dibujándose al mismo tiempo su reflejo en la
laguna.
Yo me alejé un poquito de la multitud y me senté por el lado, maravillada además con la belleza de los lotos que también se iban abriendo a medida que aumentaba la luminosidad, declarándome desde ese minuto enamorada de esa flor.
La historia de la ciudad de Angkor, ha estado marcada por su construcción en el siglo XII, que tardó cerca de 37 años, los casi tres siglos de ocupación Khmer, con invasión de los Cham Vietnamitas y reconquista incluidas, el tránsito de sus gobernantes desde el Hinduismo al Budismo, el abandono en siglo XV- excepto por los monjes budistas-, su re descubrimiento –aun cuando discutido- por un naturalista francés en el siglo XIX y la declaración de Patrimonio de la Humanidad por Unesco en 1985.
La placa
que nos recibe explica sobre la estructura: “El
Templo Central muestra dos elementos definitorios de la arquitectura Khmer: una
pirámide y galerías concéntricas. La pirámide data del siglo VIII y simboliza
el monte Meru, el centro del Universo Hindú.
Las galerías emergen como elemento
arquitectónico a principios del siglo XI, como una manera de unificar los
edificios que rodeaban el santuario.
Las casas de AngkorWat probablemente son el más
fino ejemplo del arte Khmer, bajo relieves que se extienden por cerca de 600
metros despliegan escenas del épico Ramayana y Mahabharata Hindu, así
como historias de la procesión de Suryavarman II, benefactor del templo”.
El Templo de Angkor fue el más grande de los templos Khmer,
extendiéndose sus muros exteriores por poco más de un kilómetro de largo,
protegidos por un gran foso de agua. Sus muros interiores están decorados con
ricos bajorrelieves, que relatan batallas, escenas propias de la tradición Hindú
y los movimientos de las Apsaras.
El templo central se configura con una estructura
piramidal de 3 niveles, siendo rodeado por patios concéntricos de forma
cuadrangular, los que rodean bibliotecas y otros templos menores, y su finalidad, según teorizan, era servir de tumba del rey.
Me llama la
atención la libertad que hay para circular entre el Templo, no hay guardias, uno puede tocar y pisar todo, siendo el único
límite el horario acotado para subir a las torres, lo mismo en el Bayón, donde
sólo se encuentran acordonados las partes donde los rostros están más cercanos
a los visitantes.
Cuando llegué al otro lado del templo me quedé largo rato mirando sentada, recibiendo los rayos del sol naciente en esa fuente de energía que es el templo. (Me pareció en un minuto que todos los demás visitantes no estaban, pero quizás fue porque era muy temprano y simplemente me dormí unos segundos … )
De regreso me tope con varios Templos en uso y con un monje Budista que me invitó a sentarme, me dijo algunas cosas que obviamente no entendí, calzándome una lanita roja en mi muñeca, que yo entendí como una bendición y, me fui con esa idea en paz y muy agradecida.
Luego de haber
recorrido los pasillos y recovecos del Templo, volvimos a la laguna, para enfrentarnos con
la postal de ensueño que era el Templo delante del sol ya levantado y reflejado sobre la laguna, así que nos quedamos largo rato boca abierta celebrando la imagen y nuestra suerte de ver esta maravilla además bajo la luz del sol, dos días seguidos :) … realmente conmovedor …
Me fui queriendo quedarme, pero sabía teníamos que continuar camino y visitar otro de los grandes durante la mañana, así que nos dirigimos a nuestra próximo parada.
No sin antes encontrarnos con turistas profesionales…
Cruzamos Angkor Thom, raudos, cruzándonos nuevamente con amigables elefantes ya trabajando…
Una vista rápida de Bayón …
Minutos después llegamos al tercer Templo de la trilogía imperdible de Angkor, junto con Angkor Wat y Bayón, que es el magnífico Ta Prhom (dicen las guías que si se
tuviera un solo día para ir a Siem Reap habría que reservarlo sólo para estos
tres sitios).
Este templo, también data del siglo XII y fue levantado en honor a la madre del gobernante Jayavarman VII, sirviendo de asiento al Monasterio Real y Universidad para los monjes Budistas, respondiendo a todo el cliché Angkoriano.
Lo más bonito del lugar, es que en algunas porciones el Templo se mantiene en estado natural, supuestamente por decisión deliberada, logrando notarse con total claridad la fusión total de los árboles (higos y algodón) con la estructura de piedra formando una unidad, resultando una imagen conmovedora… (la guía que nos dio el conductor resume: “offering a jungle athmosphere and best tree-in-temple photo opportunities at Angkor”).
La luz del sol nos
acompañó (con harto calor además) haciendo más magnifica aun cada esquina…
Nos encontramos al
inicio de la visita con un guardia, muy jovencito, quien espontáneamente se olvidó por unos minutos de su labor, para
servirnos de guía y fotógrafo, revelándonos las mejores esquinas y locaciones
para unas fotos increíbles (de nuevo me concentré disparando la cámara como
enajenada).
Desafortunadamente
a esa hora también llegaban los grandes grupos por lo que lograr una buena foto
se tornaba cada vez más difícil, sobre todo las irónicas.
Sin embargo, al dar vuelta por algún pequeño recoveco, se podía encontrar con algún espacio solitario que permitiera dimensionar la suerte y la bendición de poder presenciar una maravilla así.
Terminada nuestra visita medias tristes por despedirnos de un lugar tan magnifico, disfrutamos nuestro snack con el conductor y nos fuimos durmiendo en el tuk
tuk, ensoñadas aun probablemente con la belleza que acabábamos de disfrutar, y
llegamos de regreso a Siem Reap, para nuestro siguiente destino.
Paramos en el centro
para comprar los tickets al lago Tonla Sap, que nos permitiría además conocer
las aldeas flotantes.
El precio con guía es de 20 dólares, desde el embarcadero distante
a unas 20 minutos en tuk tuk (igual para Camboya el precio es bien caro,
después descubrimos que cobrarían por nacionalidad, aun así vale la pena cada
centavo, porque es un lugar que a mi me conmovió).
Recorrimos pelo al
viento, rumbo a uno de los ríos afluentes
del Mekong, uno de los tres ríos más largos de Asia, encontrándonos a la orilla
de una angosta carretera con varias casas estilo palafito y lo más lindo de
todo con campos interminables regados de flor de loto (lo digo en forma
metafórica porque en realidad eran lagunas regadas de flores)
Nuestro tuk
tuk se detiene en la ribera del Sap y subimos a una embarcación de
madera con motor, bastante rudimentario y comenzamos a navegar por las aguas
medio fangosas del afluente.
El río corría bien fangoso, empezando nosotros el camino en un ritmo apacible, cruzándonos con varias lanchas, una caleta de pescadores y varios pesadores echando su red.
Una vez que el río se comenzó a abrir, el guía nos permitió que condujéramos la lancha por unos momentos a lo largo de un pequeño canal secundario que ambas corrimos raudas hasta que entramos al lago, enorme y café donde recuperó los controles.
El panorama
que nos encontramos no tiene ningún precedente, ni nada conocido, ni siquiera
las aldeas de Halong Bay, que eran pequeñitas, acá flota una aldea de cinco mil
habitantes, con casas, huertos, almacenes y escuelas, templos budista,
hinduista y mezquita.
Los
habitantes de cada casa hacían sus actividades cotidianas, que comprendían cocina y baño
para los niños, quienes agitaban felices sus manitos para saludarnos.
Mayormente se trata de pescadores, que viven en total armonía no obstante de ser de
origen Khmer, Cham y vietnamita
Nuestro guía
Babe, nos convenció de visitar la escuela local, que funciona en el contexto de
la iglesia católica; el tema es que la visita comprendía también una parada en
el mercado local para comprar una donación para los niños, dibujandonos el guía un drama de aquellos …
No se si será verdad o estafa, sin embargo con mi amiga Mariela decidimos limitar el aporte a 20USD cada una, para comprar su equivalente en noddles, aún cuando sospechábamos que iba derechito de la escuela al mercado para
reventa a otros turistas incauto… verdad o mentira aportamos de muy buena fe, esperando solamente que la plata la
aproveche alguien que necesite ... pensé en que era la mínima ofrenda que podía
hacer por tener la tremenda fortuna de poder conocer lugares así y además tener
familia, trabajo y salud.
Finalmente visitamos la escuela, nos presentaron a los niños, con quienes conversamos un poquito, presentándole a Chile en el mapa, enseñándole algunas palabras en español y cantando (Fue extraño que estuvieran con su pelito teñido rubio), pasando un momento muy agradable.
Visitamos además la parte de atrás de la iglesia, donde las mujeres preparaban el almuerzo en la cocina. Las chiquillas se reían a todo pulmón no se si con nosotras o de nosotras y por nuestra inocencia.
Saliendo de ahí, reanudamos el paseo hacia una granja de cocodrilos, que era “la” parada turística clásica: habían 8 cocodrilos durmiendo aletargados y un restaurante donde compramos algunas bebidas, arrancando de unas niñitas que andaban con unas culebras autóctonas en los hombros para sacarse fotos con los turistas. (La instrucción del guía era no darles dinero para no incentivar la explotación comercial infantil)
Saliendo del restaurante volvimos a recorrer la aldea, encontrándonos con cuadros de la vida diaria, que
conmovían por la precariedad de las instalaciones de las casas, incluso vimos un niño
haciendo sus necesidades colgando de la ventana y yo pensé que estaba jugando… una pena !
La verdad este es un lugar que me tocó el
corazón, no sólo por las condiciones en que se generó el poblamiento,
pues muchos de sus habitantes son vietnamitas que escapando de la
persecución de los Jemeres Rojos se asentaron acá, viviendo al margen de toda política de inmigración, y tampoco por la
falta absoluta de todos los servicios que permiten la calidad de
vida más básica, como agua potable, luz y sistema de evacuación, sino
por la generosidad de las personas en abrir su mundo, recibirnos con un sonrisa
y batir las manos, casi saliéndose de su embarcación, para saludarnos gratos
porque hayamos elegido ir a visitarlos.
El viaje de vuelta lo hice llorando , mientras
me cruzaba con pescadores y personas que iban de regreso a la aldea con la
sonrisa abierta y sus ojos achinaditos, esperando llegar a su casa y ver a su
familia ( ... y uno que se queja de cosas mínimas, fue la mayor reflexión).
Nos
despedimos en el puerto con el corazón apretado de nuestro guía Babe, prometiendo dar a
conocer su tierra, que es lo único que nos pidió, más un tip para el conductor
de la lancha, nos dejó junto a nuestro tuk tuk y nos devolvimos a la ciudad.
Regresamos tranquilas de vuelta al pueblo, no
sin antes detener mi atención en varios
talleres donde exhibían pequeñas casitas, muy grandes para ser de pajarito,
pero muy pequeñas y elevadas para ser para otras mascotas: el conductor nos
explicaba que la usanza religiosa indica que al situar una de estas casitas
frente a la casa donde vivían las personas se evitaba que los espíritus ingresaran a ella, por lo que las
personas las alhajan, dejándolas impecables para que aquellos moren felices en
ella.
Una vez en el hotel yo subí a la piscina a escapar un poco del calor, y a hacer hora para almorzar y dar una vuelta antes de volar a Bangkok.
La vista frontal de nuestro hotel, precioso !
Caminamos un par de cuadras y siguiendo el rico
aroma, llegamos al restaurante Il Forno, en la zona de Pub Street, instalándonos en una de sus coquetas mesas del
exterior. Como hacía tanto calor, ordene sólo una ensalada Capresse, la que
estaba perfecta, la mozarella fresquísima
y el tomate y la albahaca muy aromáticos, acompañados de un pan casero de
otro mundo.
Saliendo de allí caminamos otro poquito a
visitar a nuestro amigo de Dr. Fish y nos quedamos tratándonos nuestras patitas
felices de la vida por 2 dólares, hasta que llegó la hora de partir.
Nos fueron a buscar para llevarnos al
aeropuerto (desde la recepción trataron el taxi por 7 USD) y abordamos
puntuales el vuelo de Bangkok Airlines que por 140 US nos condujo en una hora y
diez minutos precisos a la capital de Tailandia.
El aeropuerto me impresiono por lo enorme,
pareciéndome más gigante que Heatrow, que ya lo encuentro colosal. Buscamos un
taxi de pre pago (bien caro la verdad), porque no nos dio confianza tomar uno sin más (luego
comprobamos que era seguro y mucho más barato, a razón de unos 18 dólares aproximadamente).
Llegamos después de 45 minutos a nuestro Hotel Riva Surya (www.rivasuryahotelbangkok.com, 140 dólares por noche, sin desayuno) situado en
el barrio de Khao San Road, pero alejado de la bulla, y al ladito del Río Chao
Praya, incluyendo un embarcadero, casi a la puerta.
La habitación era limpia y linda, además de
grande, e incluía una terraza con vista en primera línea al tránsito non stop
del río.
Salimos a caminar un rato por el barrio,
comercial al máximo y parrandero a ratos, pero como no teníamos Baths y a esa
hora estaba todo cerrado, decidimos mejor descansar y aprovechar el hotel, plan
perfecto para ese agitado y largo día J
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