Desde nuestro balcón pude disfrutar del fresco de la mañana, viendo como la ciudad empezaba a despertar desde su arteria más importante, nuestro vecino río Chao Phraya.
Tomamos desayuno en el mismo hotel por 9 euros, resultando muy caro, para lo que era, porque si bien había harta variedad, como siempre termino comiendo lo mismo (fruta, café y omelet), podría haber pagado un tercio fuera.
Salimos a la calle principal a cambiar Baths (29.7 por 1 USD) y nos devolvimos a nuestro vecino embarcadero para tomar un "bus" acuático (transporte público) que por 15 baths, nos llevaría al embarcadero Tha Changa, la parada más próxima a nuestro destino: el Palacio Real.
Desde el embarcadero caminamos un par de cuadras y entramos de lleno al cuidado barrio de Phra Nakhon y dimos con la recepción.
Por más que tomé mis precauciones de buen vestir, igual fui cuestionada a la entrada del Palacio por el estrictísimo código de vestuario que existe, más exagerado que los templos más recalcitrantes en India, que eran mi vara.
Yo vestía pantalón largo y polera manga corta con chal, y previo grito megafoneado, me desviaron a otra fila donde adecentarían mi look tapando hasta los codos con una camisa rosada como de hombre, … y así todas/as aquellas/os que mostraban algo de brazo o pierna, las/los cubrían con un lindo sarong. Al menos no cobran, pero hay que hacer un depósito de 200 baths que te devuelven a la salida.
Una vez hecha la fila para vestirte correctamente, viene la larga fila para para la entrada de 400 baths, y esa es a pleno sol.
Cualquier sacrificio vale la pena eso si para - luego de hacer la tercera fila- maravillarse con la magnificencia de la forma y colores de las edificaciones que fueron levantando las sucesivas generaciones de la dinastía Rama: verdes, rojos, blancos y mucho dorado pintaban una escena que jamás había visto, ni lograba imaginarme en su real cabida, no obstante haberlo visto en decenas de programas viajeros.
Empezamos el recorrido lógico en el área de los grandes templos, con la estrella del lugar Wat Phra Kaew , el Templo del Buda Esmeralda, la figura más venerada de todo el país y que se dice proviene de India y data del siglo III. Recién después de un largo peregrinar por Sri Lanka, Birmania y Camboya, llegó a su actual locación en 1778, convirtiéndose en el protector de la nación.
El código en su interior es más estricto aun, no se puede dar la espalda, ni- obviamente- fotografiar.
La figura es pequeña, mide 45 centímetros y está sentado en posición de loto, viste de traje hecho con hilos de oro, que es cambiado en cada temporada por el mismísimo Rey de Tailandia.
Es increíble la cantidad de ofrendas que tiene a sus pies, dentro y fuera del Templo: humean inciensos, abundan frutas y flores de loto.
Saliendo del templo, luego de un breve y vigilado paseo, visitamos la zona más concurrida y más fotografiada.
Estaba realmente repleto de fieles y curiosos turistas, que caminábamos a paso lento, boquiabiertos ante las majestuosas construcciones adornadas al máximo en dorado, y con mosaicos de espejos, azulejos y cerámicas.
Nos topamos paseando por los pasillos adornados con demonios dorados y otras figuras mitológicas con una inmensa torre dorada, Phra Sri Ratana Chedi, popularmente conocida como la Estupa Dorada, que brillaba bajo el sol.
Además encontramos el Panteón Real, Prasat Phra Dhepbidorn, el que abre sus puertas 1 día al año y otro edificio bellísimo, que no tenia un centímetro sin decorar con flores de cerámica y otras figuras hechas en mosaicos con el mismo material que servía de lastre a los antiguos barcos Chinos.
Y la replica exacta de Angkor Wat …
También recogimos varias imágenes de los monjes que habitan los templos y que no tuvieron problemas en que los fotografiáramos.
… Y hallamos dos estatuas enormes con cara de demonio, llamados Thotkhirithon, encargados de resguardar la seguridad del sagrado lugar.
Fue bonito pasear entre medio de lo que pensé que serían edificios magníficos, un poco museo, sorprendiéndome que a pesar de no ser su asiento la monarquía sea tan presente, como también la religión, erigiendo este como un lugar de culto nacional, actual, presente y multitudinario.
Una vez recorridos por fuera los templos, deambulé solamente recogiendo postales, porque a cada rincón que enfocaba aparecía una imagen más linda y más dorada que la anterior.
Cruzamos nuevamente por fuera del Buda Esmeralda, impactadas por la adoración que despierta y emprendimos rumbo, ya muertas de calor y sed, hacia los edificios civiles que estaban cruzando un patio.
Visitamos Chakri Maha Prasat Hall, un edificio precioso de techos tradicionales Tailandeses, pero estructura europea, habiendo sido proyectado por un arquitecto inglés, rodeado por una plaza lindísima con arboles cortados con mucha gracia y que servían de locación para fotógrafos de todas las nacionalidades.
La guardia muy circunspecta también servía como marco para la típica foto.
Ahí me senté un rato para disfrutar de la magnificencia de los edificios que tenia frente y de la sombra que llegaba a mi puerta, bien escaso a esa hora de la mañana.
Visitamos un par de pabellones más y nos sentamos en la cafetería por unas cocas, en versión Thai y nos fuimos caminando aun maravilladas por las imágenes que nos llevábamos en las cámaras y en la retina...
Terminada la visita, devolvimos la repita, recuperamos nuestro deposito, y caminamos rodeando la gran muralla blanca y llegamos a la zona de Wat Po, donde aparecienron los timadores que nos decían que el templo estaba cerrado para llevarnos con sus tours a alguna otra parte ... nosotras insistimos y bien, porque efectivamente era mentira que el templo estaba cerrado.
Ingresamos al sitio, harto más relajado que el anterior en cuanto al código de vestuario, pagando la entrada de 100 baths (incluye un agua mineral de regalo y refill ilimitado), que nos permitiría maravillarnos con sus varios templos, 91 estupas y la colección mas grande de Budas del mundo, contabilizándose mas de mil estatuas, además de la mejor sorpresa…
Caminamos visitando cada templo, por un tiempo corto, boquiabiertas nuevamente por lo logrado de los techos (incluso el cielo estaba pintado de rojo y dorado con figuras bellísimas), las formas de los mosaicos de colores, los Budas, pero también empapadas de la paz que regala el lugar.
Rodeamos las cuatro estupas gigantes erigidas en honor a los cuatro primeros gobernantes, también rodeadas por pasillos plagados de Budas Dorados.
Yo quedé fascinada porque cada rincón estaba adornado, con flores y colores, de forma tan perfecta, que realmente no había un espacio feo, blanco y menos sucio.
Hasta que llegamos a Wat Pho, una maravilla de aquellas.
En su exterior habían varias carpas donde los Monjes invitaban a hacer pedidos y ofrendar: unos permitían que los visitantes intencionaran frases en hojas de bronce que colgaban a las lámparas del patio del templo y otros que escribieran deseos o peticiones al dorso de las laminas de cerámica con que cubrirían los techos de algún templo Budista.
En la entrada los encargados verificaron que llevaramos brazos y piernas cubiertas, entregándonos una bolsa de genero para los zapatos.
Una vez cruzado el umbral, todo sólo fue emoción.
El Buda reclinado nos recibe con una paz eterna y con 43 metros de largo y 15 metros de alto, está realizado en pan de oro y sus pies cubiertos con figuras de nácar, nada más verlo fue un regalo y la sensación de paz ya era inmensa.
Esta rodeado por un pequeño pasillo, en cuya orilla hay varios cuencos para ofrendar (es posible cambiar dinero y tomar un pocillo lleno de monedas pequeñas para repartirlas por toda la orilla).
Es que hasta su cabeza era hermosa!
Saliendo de ahí fue como despertar de un sueño, caminamos al baño y a comprar helados, viendo como tres hombres leían la carta astral por 20 US (sólo en ingles).
Este es por lejos uno de mis top 3 en Bangkok, si no el que más, a pesar que lo he visto un millón de veces en televisión, no me imaginaba lo conmovedor que resulta verlo y la paz que trasmite, aunque sea su lugar de descanso tan pequeño, considerando su cabida.
Salí maravillada a acercarme al area donde estaban dispuestos los altares para las ofrendas, lleno de fruta, inciensos y flores y los globos de papel a rojo, con una hoja dorada donde se podía escribir un deseo o una intención.
Caminamos por los otros Templos, cada uno de los cuales dedicados a Buda, tenían en su altar principal su figura muy dorada, que lo representaba de pie, sentado o inclinado, solo o acompañado por feroces serpientes, pero siempre dispuesta para recibir las ofrendas y la visita de sus seguidores y trasmitirles paz.
Y segui recogiendo bellísimas imágenes de los cientos de figuras que se apostaban en los pasillos de los mismos Templos.
Continuamos con el paseo, a ritmo tranquilo y dimos con la sorpresa de la tarde, sobre todo para mi, que me declaro adicta a los masajes: Watpo Thai Traditional Medical School, la primera del país y la mas importante, donde me brindaron un foot massage de lujo (no es suavecito lo advierto), de media hora por 280 baths ( 1 hora 420 baths).
Pero como no habíamos pedido hora, tuvimos que esperar un ratito, donde obviamente aproveché de volver a ver a Buda reclinado, y tuve exactamente la misma impresión que la primera vez, se me pararon los pelos!
Después del masaje fuerte pero efectivo caminamos por las dependencias que nos faltaban encontrando otros templos, con variados altares, y encantandonos con las postales de su exterior, que incluía a unas gringas que buscando bendición se llevaron un buen golpe en la cabeza con unas ramas con agua por el Monje a cargo, que nosotras mejor obviamos.
Salimos de ahí sin querer irnos, y no sin antes visitar a Buda Reclinado, por última vez y encontrar la escuela donde los monjes estudian y repasan sus lecciones.
Caminamos un par de cuadras a través de un mercado de productos para belleza y salud, que incluía un alcanfor verde y varios palitos para masajearse los pies, con mapa de reflexología, y llegamos al embarcadero Tha Thien, desde donde se obtiene la mejor vista de nuestra próxima vista y funciona un mercado, con varios souvenir a súper buen precio.
Cruzamos el rio en un ferry de 3 baths y nos bajamos para visitar Wat Arun, o Templo del Amanecer, pero estar vez en pleno atardecer. (Ingreso: 50 baths)
Este Templo de 80 metros de altura, esta profusamente decorado en porcelana, y su altura permite al visitante una vista amplia de la ciudad- una planicie inconmensurable- y el movimiento non stop del río, lleno de colectivos, long boat, barcos grandes y pequeñas lanchitas.
Subimos la escalera y derecho a maravillarnos …
Nos devolvimos al Hotel una vez puesto el sol, que es cliché prsenciarlo en esta parte de la ciudad, también vía agua, descansamos un ratito y partimos a conocer la noche en otros barrios más alejados del área de Khaosan.
Pedimos un taxi en el hotel, de los rosados con taxímetro que son los confiables, según nos dijeron, lo que resultó una verdad a medias y llegamos a The Dome at lebua, un lugar donde se supone existe la mejor vista nocturna de la ciudad y ha sido definido por el propio NY Times como "the most stunning rooftop bar you'll ever see"
Para subir al piso 63, hay que pasar un código de vestuario, que nuevamente no aprobé, esta vez por vestir flip flops. Como ya que habíamos andado 20 minutos en taxi, bajamos a comprar a la calle un par de zapatos cerrados o no playeros como me instruyó con toda educación la concierge, (afortunadamente encontré unos de goma por 5 US que pasaron la prueba).
La verdad la vista era espectacular… las luces y el movimiento entre una tenue bruma pintaba todo de un halo mágico.
En el domo funcionan varios restaurantes de etiqueta y el Sky Bar es lindísimo, cambia sus luces de colores continuamente y permite una vista increíble de la ciudad.
El Mojito (regular), 20 dólares, más servicio, por lo que luego de hacer un salud, por este gran viaje, no fuimos por el segundo y volvimos al área de nuestro hotel.
Como era temprano pasamos a un bar bien animado que estaba justo al frente de nuestro hotel Good Story Bangkok, donde ordenamos unos Mojitos igual de regulares, pero por 5 dólares y un rico Pad Thai, al ritmo de la música, de los simpáticos artistas que cuando supieron nuestro idioma se pusieron a cantar para agasajarnos La Bamba, a todo pulmón…
Nos quedamos ahí muertas de la risa, disfrutando un buen rato, observando como la ciudad se iba apagando de a poquito, aunque desde nuestro balcón notamos que el transito en el rio nunca paró.
No hay comentarios:
Publicar un comentario