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viernes, 16 de febrero de 2018

Lo mejor de Cartagena y Baru. Colombia 2014


Llegué al Aeropuerto Rafael Nuñez, proveniente desde Bogotá, y desde ahí en taxi al Centro Histórico, donde me recibía una humedad que dejó mis rizos desgobernados de ahí en adelante.



Elegí cuidad amurallada, porque las playas de Cartagena no son lindas para nada, por lo que el gran atractivo esta maravilla está intramuros, declarada Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en 1984.



El hotel elegido, también en la ciudad amurallada fue un pequeño lujo para mi, que nunca viajo en esa onda, pero un corazón roto ameritaba un cariñito mayor: Casa San Agustín, cumplió la expectativa un 1000% (www.hotelcasasanagustin.com), desde que llegué fue todo atenciones, tiene una capacidad de organización de lujo y que la verdad no invitaba para nada a salir de allí. 

Estuve dos veces en el hotel, de ida y de regreso de Barú, 4 noches en total, mis habitaciones, ambas hermosas, con una ropa de cama exquisita, amenidades de baño italianas de Ortigia y unos pastelitos delicadísimos para darme la bienvenida.





Funciona en un edificio conformado por 3 casas del siglo XVI, y su decoración va en concordancia con la época, tiene restaurante y bar y el desayuno es muy completo (hay mimosas, especiales para romper mi regla de no tomar antes del mediodía).







El Restaurante Alma, por otra parte, también es delicioso, probé unos aperitivos, y el célebre Cartagena Vice en su terraza, al lado de la pileta, en la noche exquisito.





El área de la piscina es muy linda también, complementa perfecto el descanso, la galería contigua es especial para sentarse a leer o tomar algo, o solo conversar con la amables personas que atienden el lugar. En ese tiempo no había aun SPA, pero felices consiguieron una masajista para mi, que habilitó en la terraza del tercer piso su camilla y unas cortinas y recibí feliz mi masaje al aire libre.  




La buena atención del hotel incluía sentirse como dueño de casa, así que la ultima noche fui invitada a la fiesta de la Independencia de México que justo se celebraba en uno de los salones y a la que convocaba el mismo embajador, así que ahí de colada formal pude disfrutar de los Mariachis y del stand de José Cuervo instalados a la orilla de la piscina.




En este viaje no salí mucho a comer a restaurantes, salvo la típica parada al Hard Rock Café del lugar para comprar el pin para mi sobrino Tomy y sacar la foto a la memorabilia (es un must para él), el resto fue catar café donde pude, y arepas y frutas en los puestos de la calle, sobretodo piña en los puestos de las Palanqueras.

Como coincidí con mi amiga Pili, que estaba de viaje Romántico con Manu (hoy ya tienen a Mateito acompañándolos), así que anduve tocándoles el violin y acompañándolos en algunas comidas, y también  un par de días en Barú. 

Uno de los restaurantes que visitamos fue Candé,  (http://restaurantecande.com/), con ingredientes bien tradicionales como el pescado, arroz y leche de coco.





También en el rubro de comida, me incliné como es habitual por probar todos los dulces que pude !, lugar especial para ello, son los arcos frente a la explanada del reloj, el Portal de los Dulces, donde estaban todos, exquisitos, particularmente las cocadas y cualquiera con arequipe o guayaba.




La última noche para celebrar la despedida de esta notable vacación, me instalé en la terraza del Hotel Santa Teresa, muy bien atendido, para comer el más rico ceviche, con vino blanco, que duró frío sólo 30 segundos con el calor y la humedad.



En el rubro drinks, me gustó mucho la visita al Café del Mar, de día y de noche. El lugar está emplazado justamente en una de las torres de la muralla, con el DJ instalado, donde antes estuvo el centinela, y las mesas donde antes había baterías de defensa y cañones, permite ve en el mejor plano los atardeceres.




Otro lugar super entretenido para ir de copas, es a alguno de los bares de la Plaza Santo Domingo, que además de colorida, es muy musical, y permite vitrineo de sombreros y souvenir sin pararse de la mesa.

La plaza la preside la Iglesia de la misma orden y la Gestrudis, escultura de Botero, cuyas curvas todos admiran.


Luego del detalle sobre el comer y el beber, en cuanto a recorrerla ciudad me dediqué a caminar y disfrutar de los colores, las construcciones y de la historia del que fue el Puerto más importante de la América Colonial y sede de la inquisición en tiempos del virreinato, conservándose muy bien todos los vestigios, en clave de Patrimonio de la Humanidad.

La ciudad sede de los más grandes tesoros que viajaban al viejo mundo, fue presa de varios ataques de piratas, indicando la placa de una casa que el mismísimo Francis Drake, vivió en la ciudad en 1586, en una mansión por supuesto.


La ciudad tiene varias plazas y el Parque de Bolívar que le da verde y frescor a la ciudad amurallada. Fue lindo caminar sin rumbo por el centro histórico, solo recogiendo fotos, porque se va encontrando de todo, incluso una procesión en pleno distrito comercial.



Además de mucha artesanía y arte original y replicada en cada calle.


La dinámica dentro de la ciudad amurallada era dar unos pasos fuera del hotel y ponerse a caminar,  hacia la derecha, izquierda, adelante o atrás, sirviéndome de guía el amarillo de la muralla y los campanarios y torres de las iglesias, para indicarme  por donde devolverme.






Encontré más plazas, como la de los coches, donde se emplaza además el arco del Reloj, ícono de la ciudad y el portal de los dulces, del que ya hablé. Acá funcionó en la Colonia el mercado de los esclavos


También la plaza de San Pedro Claver, de la orden Jesuita, y conocido como el patrono de los esclavos, y defensor de sus derechos en el tiempo de su explotación. 



Fuera de las plazas y de los iconos más conocidos quedaban aún las calles, cuyas casas con coloridos balcones ya eran un espectáculo en sí mismas, Las primeras plantas estabas las tiendas, algunas de ellas de súper lujo como Silvia Tcherassi, pero también algunas de mis favoritas que había conocido en Bogotá como Vélez y Mercedes Salazar.





Ya en la ciudad extramuros visité con guía gestionado por el mismo Hotel, el Castillo de San Felipe, declarado por si solo como Patrimonio de la Humanidad, cuya edificación tardó más de un siglo, y conocido como el fuerte más grande de América.




Recorrimos toda la explanada superior, y también la red de túneles hechas especialmente para desorientar a los enemigos.


Desde ahí con mi guía nos fuimos al Cerro de la Popa, punto más elevado de la ciudad, donde se emplaza el Convento de Santa Cruz de la Popa y además punto panorámico que permite una vista amplia a toda Cartagena y su mar.




Hoy funciona una capilla y también un museo, que da cuenta incluso de la presencia del mismísimo Simón Bolívar, quien habría sido huésped.



Cuenta la historia que el cerro era un lugar de adoración de los aborígenes al macho cabrío y que cuando llegaron los españoles, fue sustituida esa adoración a la Virgen de la Candelaria, quien además es hoy patrona de la ciudad.




Otro de los días que estuve en la ciudad llovió el diluvio universal, así que gestioné también con la recepción de mi hotel un taxi que me llevara al MallPlaza El Castillo, curiosamente de capitales chilenos. Me quedaba pendiente encontrar la camiseta del portero Ospina, para mi sobrino Sebastián, así que aproveché de ir de compras.  

Uno de los mejores datos que encontré fue comprar café Juan Valdés que acá es carísimo,  y en el Supermercado Jumbo lo encontré a menos de la mitad del precio.



Además aproveché de consentirme un poquito, en una pedicure express.



Una de las actividades más entretenidas de la noche Cartagenera, es la turistada de la Rumba en Chiva, a la que fuimos con Pili y Manuel, como dignos representantes Chilenos.


La chiva recorre la ciudad extramuros, con animador, música y actividades, además de brindarte un ron blanco (la verdadera colonia), con una bebida por cada dos personas, aunque en cada esquina hay vendedores que ofrecen más variedad de tragos y cigarros.


Luego de recorrer la ciudad extramuros, y hacer una parada en el Castillo de San Felipe, nos trasladamos al sector de las Bóvedas, donde previa arepa con huevito, aprovechamos de escuchar la música en vivo de las varias bandas que estaban apostadas, bailando los más animados.



Saliendo de ahí nos depositaron literalmente en una discoteca en las afueras de la ciudad amurallada, donde había derecho a un trago gratis (más colonia) y baile non stop por un rato más.

De regreso a la ciudad, caminando desde la disco, pude recoger más postales ahora a la luz de la noche. 





Otro atractivo de esta visita es isla de Barú, mi tránsito fue gestionado íntegramente por el Hotel Decameron, donde pasé 3 días 2 noches, en las ricas playas, pero MUY en estilo resort, con show y animación y todo. 

La habitación era muy espaciosa, el baño estaba todo separado, por detrás de un muro, y contaba con todas las comodidades, en especial con terracita con vista al mar.




Mis días allí pasaron soleados y tranquilos, porque más allá de la elección de mar o piscina, no hice mucho más.

El día que estuve con Pili y Manuel, fuimos al show de la noche y a bailar a la disco, disfrutando la jornada playera en extenso con unos sombreros vueltiaos que es el trago playero, por excelencia.



Los días que estuve sola, estuve en la playa todo el día, después de largos desayunos. Me dediqué a la lectura y la contemplación, porque la verdad no había nada que me llamara a moverme, así transcurrieron mis horas tomando un tono bronceado y relajado y baños relajantes en el mar caribe, lejos de mi querido, pero gélido océano pacífico. 





Desde Barú, volví a Cartagena, donde me recibieron mis favoritos de Casa San Agustín y  pude hacer mis recorridos y compras finales, especialmente en Velez, que amé, desde ahí volví a Chile a celebrar Fiestas Patrias, con el corazón recuperado, después de haberlo pasado pero tan tan bien.

Gracias Colombia !



Next destination: Estambul en año nuevo. 






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