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miércoles, 19 de agosto de 2020

Alrededores de Moscú. Serguiev Posad, Izmailovo y Museo de la Cosmonáutica. Abril 2016.


Entre los días que recorrí Moscú y sus anillos, ya que me creí toda una experta en el metro y juraba ya que entendía el alfabeto cirílico (podía solo identificar los caracteres y compararlos con mi mapa,) decidí recorrer por mi cuenta dos puntos que me interesaban: Izmailovo con su mercado y Kremlin, y el Museo de la Cosmonáutica que fue como un baño de inmersión en la carrera espacial en plena guerra fría. Aquí incluyo también otra visita que me faltaba, y que era un imprescindible:  Sérguiev Posad, la que hice en tour privado con Guía Moscow Tours, aunque esta vez sin Mohamed (www.guiamoscow.com)

  • Sérguiev Posad
Esta visita la encontré muy interesante, por lo desconocida que era esta historia para mí, en especial  la importancia de la iglesia Ortodoxa en Rusia.  Esta ciudad se encuentra situada 70 kilómetro de Moscú, y es el centro de peregrinación más grande del país, al punto de ser conocido como el "Vaticano Ortodoxo",  y por eso declarado Patrimonio de la Humanidad por Unesco en 1993.

La jornada partió tempranísimo cuando mi guía Oscar me pasó a buscar al hotel, para recorrer tranquilamente en auto la carretera que nos separaba de nuestro destino, rodeada de campos nevados y grandes bosques de abedules.

Nos estacionamos y bajamos por una panorámica, con un frío implacable y yo implorando por un café, y empezamos la visita.



El monasterio o Laura de la Trinidad y San Sergio, conocido también como Tróitse Sérgieva Lavra,  es un lugar de peregrinación nacional, a la vez monasterio vivo, donde residen y se forman más de 300 monjes en la actualidad.



El monasterio fue fundado por el monje Sergio de Radonezh, en 1330, quien vivió su vida como ermitaño entregado al servicio y a la oración, en especial a la virgen María y que convocó con su ejemplo a muchas personas en busca de consejo, milagros y consuelo, e inspiró a otros a seguir su camino y entregar su vida a la oración en total austeridad.


El conjunto es precioso, hay varias construcciones blancas, rosa y menta, con sus cúpulas azules y doraditas, rodeadas de hermosos jardines, pinos y nieve, que hacía la postal más conmovedora.



Se cuenta que varios generales encomendaban sus campañas militares en este lugar, obteniendo el ejército varias victorias frente a los tártaros y otros invasores que no paraban de intentar sitiar Moscú,  incluyendo al mismísimo Iván el Terrible, autor de varios de los edificios del complejo, en especial la Catedral de la Dormición que es una réplica de la que construyó en el Kremlin de Moscú, pero también pabellones de carácter defensivo, que lo sitúan también como un fuerte militar, que fue continuado a través de los años por los gobernantes y zares, incluido Pedro, el Grande.


Todos los edificios son muy bonitos y se recorren con total tranquilidad, a pesar de ser muy concurridos. La catedral es hermosa por dentro y por fuera, la cúpula central de un dorado intenso y rodeada de otras cúpulas azules con hermosas estrellas.



Preside todo el complejo el campanario de la Catedral de la dormición con su color menta bellísimo, ante el cual se asoma el techo de la fuente sagrada, desde donde los peregrinos extraen agua bendita para llevar a sus casas.



El interior de la iglesia de San Sergio también es impresionante, porque no tenía ningún espacio sin pintar, todos los íconos brillaban con sus colores y el tono dorado, y tiene un refractario gigante.


El iconostasio es la pieza más preciada con sus casi 7 niveles, y congrega a emocionados peregrinos, que además aprovechaban de escribir sus plegarias, encender velitas, recoger agua bendita y también comprar toda clase de estampas y figuras, también en estética iconoclasta.



Caminamos tranquilos viendo todo lo que pasaba, mientras Oscar me contaba las historias de príncipes y épicas batallas y resistencia que le dan la impronta a este lugar relevando además su rol histórico a la vez espiritual.



Terminada la visita y previo otro café para no desfallecer del frío, fuimos por el auto y nos trasladamos a Aleksandrov y su Kremlin, que fue capital de Rusia durante una parte del mandato de Iván el Terrible, abandonándola después de dar muerte a su hijo. 

Lo bonito de este lugar es su entorno, con los árboles nevados y el lago congelado, donde se congregaban algunos locales con sus bancas y sus cañas, para hacer un hoyito en el hielo y esperar su pesca tranquilamente.




Dentro de este complejo, también hay un monasterio, muchas edificaciones, hermosos jardines y la Catedral de la Trinidad.


Hay una especie de museo, muy solitario, donde se representaba los aposentos de Iván, habían algunas ropas para cambiarse y posar y varios libros que daban cuenta de la importancia del lugar, que después fue una residencia de descanso y caza.






  • Izmailovo

Este paseo fue muy bonito porque me aventuré sola en el metro, con mi mapita de colores y reconociendo los caracteres de la estación Partisanskaya donde me tenía que bajar para llegar a el mercado de Izmailovo, conocido por sus hermosa artesanía en madera y lana,  y sus buenos precios, al menos, que de los de almacenes GUM y de la calle Arbat.




Ese día no había mucha gente y tampoco muchas puestos abiertos, como pasa los fines de semana... aunque sí me pude hacer una idea de la variedad de cosas que vendían: desde artesanía en madera y ámbar, alfombras del Cáucaso, pasando por antigüedades, en especial cámaras fotográficas Zenit, armas, objetos de las guerras mundiales y muchas pieles y animales disecados.


Sin duda la pieza que más se destaca y por supuesto la que iba a buscar yo, eran las Matrioshkas o Mamushkas, que sorprendentemente tienen su origen en Serguiev Posad. Estas muñequitas datan de fines del siglo XIX, cuando un artesano inspirado en una representación japonesa de muchas deidades que se contenían en una, tomó madera de Tilo e hizo su propia representación de la familia, conformada por las distintas generaciones, iniciando con ellas una de las tradiciones más queridas del país.



Había para todos los gustos, colores y precios; ellos dependían de la cantidad de detalles de la pintura y del número de "hijas que tuviera", los que tienen que ser siempre impares. Lo más hermoso era que eran pintadas a mano, escapando un poco de la tendencia made in China. Yo compré varias para regalar, para mi casa y una con un cascabel hermosa, roja con decorados dorados que ahora vive en mi oficina.

Además habían figuritas de muchas figuras públicas, futbolistas y de todos los presidentes, incluida la nuestra, y el vendedor aunque no hablaba ni gota de inglés y menos de español la tenía clarísima.



Terminado mi paseo por el mercado y mi café, porque hacía también mucho frío, seguí caminando unos pasos hacia el Kremlin de Izmailovo, que parece realmente de cuento. La edificación como tal, tiene sólo algunos años de antigüedad, pero está inspirada en edificios de la época de los zares.




El interior del Kremlin también es muy colorido, pero estaba muy solo. Me contaba el encargado que durante los fines de semana se llena de vida, con varios puestos de comida, la Catedral de San Nicolás en funcionamiento, y también con la cantidad de bodas que se celebran ahí, teniendo el escenario más coqueto y lleno de detalles.




  • Museo de la Cosmonáutica.
Esta también fue una aventura en metro y en solitario y me llevaría al lugar donde se honra la carrera  Rusa por el espacio en el contexto de la guerra fría y al héroe nacional contemporáneo más querido:  Yury Gagarin.

Apenas salí de la estación del metro me recibió el impresionante y enorme Monumento a los conquistadores del espacio, inaugurado para conmemorar el séptimo año del lanzamiento del primer satélite artificial ruso al espacio: el Sputnik 1. El monumento simula una estela de humo de 107 metros de altura, con un gran cohete en su cúspide.



Pague mi entrada de 230 rublos, que apenas entendí porque todo está en ruso, muy pocas láminas en inglés, así que mi recorrido fue sólo reconociendo las imágenes y al lado de varios cursos de colegio que andaban en su salida educativa, así que andaba curoseando como los niños, aunque sin mi guía con traje galáctico.



La primera sala que se visita está íntegramente dedicada a Yury Gagarin, héroe nacional, dado que fue el primer hombre puesto en el espacio en 1961, lo que trascendental en medio de la carrera por el espacio en plena Guerra Fría. Ese año fue puesta en órbita la nave Vostok 1, que lo lanzó al espacio y a la fama mundial, aunque curiosamente nunca más volvió al espacio.



Hay una especie de línea de tiempo, dedicadas también a otras figuras como Valentina Tereshkova que fue la primera mujer que llegó al espacio en 1963, sola y con 26 años de edad. 

También hay algunas vitrinas para rememorar los ensayos previos a los vuelos tripulados: la historia del programa espacial de perros, en especial la más famosa Laika. Esta pobre perrita, fue recogida en la calle, pues se pensaba que como habría estado habituada al hambre y el frio de Moscu, era más idónea para soportar las condiciones extremas del espacio y así se convirtió en la perra más famosa de la historia, aun cuando no sobrevivió a su aventura.



En las otras salas hay varias réplicas no solo de la era soviética, sino también actual, como una réplica de la estación  espacial internacional, con todas sus instalaciones.


Hay una enorme sala llena de satélites artificiales y cohetes de lanzamiento que se han usado a lo largo de la historia, en misiones lunares y planetarias.



Justo al lado del museo está el Centro Panruso de Exposiciones, o VDNH, conocido en la época soviética, como "Exposición de logros de la economía nacional" presidido por un arco del triunfo por un conductor y la Koljosiana, que representa el trabajo de las cooperativas campesinas. 




Este complejo en la actualidad está conformado por varios pabellones, como el del cosmos y el pabellón del ajedrez, una laguna navegable, y el acuario de la ciudad, además del pabellón central y por supuesto una estatua de Lenin.



El centro es enorme, y no hablo de metros, sino de hectáreas, por lo que andando yo sin mapa y con frío, no me anime a descubrirlo, y regresé a la ciudad a descubrir sus demás encantos.

Esta no sería la última vez que me encontraría con una icónica y gigante estatua; en el camino de regreso de Serguiev Posad, pude admirar la estatua del obrero y la Koljosiana, que conjuntamente sostienen la hoz y el martillo, representando a los trabajadores del campo y de la industria, respectivamente.



Ya terminada mi estadía en Moscú, con mis aventuras citadinas y de los alrededores, volé de regreso a Madrid vía Paris, en Aeroflot, en el vuelo más bizarro de toda mi vida, que incluyó borrachitos, pelea a combos, y una bajada de combate segundos antes que cerraran el avión por seguridad por la policía francesa ... cualquier cosa antes de perder mi conexión a Madrid, donde ya prepararía mi regreso a casa, después de casi un mes de aventuras tras la cortina de hierro.

Next destination: Madrid !




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