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domingo, 4 de agosto de 2013

Día 11: La maravilla de Chichén Itzá

Nos despertamos tempranísimo para disfrutar del desayuno buffet que brindaba el Restaurant Cozumel de Iberostar Quetzal, con toda la variedad y abundancia como habíamos visto la cena del día anterior, realmente había comida para todos los gustos y costumbres.



Felipe, el guía y chofer de la agencia Cenote Azul (www.facebook.com/notes/cenote-azul-excursiones-riviera-maya/itinerarios-español-2013/10151149927775566), a la que llegamos recomendadas por consejo de www.losviajeros.com, pasó puntual a recogernos y nos condujo los 214 kilómetros que separan Playacar de nuestro destino soñado Chichen Itza. (55 dólares, con almuerzo y entradas incluidas)
Pasamos obviamente por la parada típica turista intermedia destinada al consumo de artesanías y otros, donde lo único interesante fue descubrir que el chicle (Tzictli en Nahualt) es un descubrimiento Maya, quienes  ya lo usaban extrayéndolo de un árbol de la zona.

Llegamos a la zona arqueólogica de Chichén Itzá, declarada Patrimonio de la Humanidad por Unesco en 1988, y una de las siete maravillas del mundo moderno y, ya podíamos sentir la potencia del lugar, en primer lugar por la intensidad del calor, a pesar de ser aún temprano, y también por la energía del sitio más importante de la península de Yucatán.


Esta ciudad, cuyo nombre significa "en la boca del pozo de los itzáes", fue entre el 600  y 1250 d.C el centro del poder político, económico y militar de Yucatán y de todo el sudeste de Mesoamérica, incluyendo Tabasco y Campeche, calculándose que  llegó a albergar 25.000 habitantes, llegando a generar el circuito comercial más importante de la zona y promover varios cambios en la esfera de la producción y de la arquitectura habitacional y religiosa derivados de su cosmovisión, conforme reza la primera placa educativa situada en la entrada del sitio.

http://es.visitarmexico.net/visita/mapa-chichen-itza/


Iniciamos el recorrido acompañadas por un guía nuevo que nos esperaba en la puerta, donde se ubica  el Osario o Tumba del Gran Sacerdote, del cual quedan sólo algunas columnas erigidas sobre una pirámide que se eleva por sobre los 10 metros de altura.




Sus escaleras se encuentran adornadas con serpientes que se entrelazan, protegiendo al sitio reservado para el entierro de personajes importantes con sus fauces abiertas.



Conforme reza la placa explicativa se encontraban en el templo 16 mascarones, que podían representar a los dioses Supremos y patronos de los linajes Chac, de la lluvia, Kukulkan o Itzamana.




Continuamos la vista dando unos pasos hasta la Casa Coloreada, llamada también de los pequeños agujeros, que solía albergar un Templo dedicado al Dios de la Lluvia.



Y nos presentamos en la explanada frente al edificio redondo llamado el Observatorio, que es realmente conmovedor. Este edificio también llamado también el Caracol, debido a la existencia de una escalera en espiral que llevaba hasta la cúpula que fue lugar de observación para los antiguos astrónomos Mayas.





Nos quedamos largo rato escuchando las explicaciones de nuestro guía, quien nos contaba entusiasmado sobre esta verdadera obsesión de los mayas por el movimiento de los cuerpos celestes, la que los llevaba incluso a determinar la locación de las ciudades y edificios, quedando maravilladas cuando nos daba datos acerca del conocimiento al que llegaron respecto de Venus, su adoración por la Vía Láctea a la que llamaron el "Árbol del Mundo", además de los conocimientos matemáticos que alcanzaron.

Además nos contó sobre la relevancia del Calendario Maya, el conocimiento sobre la rotación de la tierra, la determinación del ciclo solar de 365 días, y del movimiento lunar, cada 30 días, derribando mitos sobre él  - tal como nos pasó con la piedra del sol de los Aztecas-  en cuanto por ejemplo que no estaba grabado en una piedra,  contándonos luego su propia versión del mito del 21/12/2012 (en ese entonces sólo faltaban un par de meses para el supuesto desenlace final del mundo), descartando desde luego la teoría apocalíptica.

Continuamos nuestra caminata hacia la Casa de las Monjas, bautizada así por los españoles por su similitud a los conventos, el que habría sido reservado para residencia de la Realeza.



Está compuesto de varios edificios, un anexo y una piedra de sacrificio, caracterizados por frisos profusamente decorados con mascarones del Dios Chac y figuras de flores y celosías.


Y hablando de edificios recargados nos encontramos con la denominada Iglesia, dedicada a Chac, dios de la Lluvia, y a los sostenedores del cielo o Bacabs: el armadillo, caracol, tortuga y cangrejo.



En sus cuatro esquinas sobre salen unos ganchos llamados las narices de Chac, que conforme la creencia ponían a los habitantes del edificio bajo la protección de la deidad.



Seguimos caminando bajo el sol - ya abrasador a esa hora, feliz de haber llevado sombrero- con nuestro guía casi solo reservado para nosotras, visitando lo que queda del Templo de los Retablos y el baño de vapor, utilizado para la limpieza del cuerpo y la purificación del alma.



Nos devolvimos al punto de partida sorteando una cantidad de puestos de artesanía y recuerdos, mayormente hamacas y figuras de animales en piedra Obsidiana, además de un jaguar el cual al soplarlo emitía un gruñido igual al del "original" y nos encontramos de frente con la estrella del lugar, llamada también El Castillo.


La pirámide de base cuadrada fue construida en el siglo XII, en forma escalonada para fines astronómicos, tiene 365 escalones - los días del año- y 52 secciones - las semanas de un año- y marca en cada equinoccio  el descenso del mismísimo Kukulkán,  a través de la sombra que deja el sol, el que formando 7 triángulos que en  37 metros de largo se une a la cabeza de la gran serpiente emplumada tallada en piedra en la parte inferior de la escalera.



Como sabíamos que íbamos a regresar al Palacio, lo admiramos por un rato corto y seguimos el recorrido diseñado por el guía, hacia el sector donde se llevaba a efecto El Juego de Pelota, del que habíamos aprendido harto en la forma Azteca en el Museo Arqueológico Nacional en D.F.


El juego más que un carácter deportivo, tenía una connotación religiosa, representando la lucha entre el mundo territorial y el inframundo. 

En la práctica se situaban dos equipos en la cancha, quienes tenían que lograr atravesar el balón de caucho en unos pequeños aros, pegándole sólo con el codo, la cadera o la rodilla.  



A las dos orillas de la cancha se situaban gradas y otros pequeños templos donde se llevaban a cabo los ritos durante los juegos y, al final de ella el Templo del Jaguar, donde se encuentran grabados sacerdotes y guerreros, además de serpientes y Dioses.

Por las orillas de la cancha en los bloques de piedra estaban grabadas varias escenas del juego y de la vida diaria, entregando esos dibujos datos de la preparación  de las ceremonias y qué pasaba después con los jugadores del equipo vencido, cuyo primer jugador era decapitado, después de lo cual emanaba de su cabeza chorros de sangre bajo forma de serpientes.



Salimos de la cancha, que además goza de una acústica envidiable, para arrancar del sol y continuamos nuestro recorrido a la Plataforma del Águila y el Tigre, donde nos recibe una escalera con dos serpientes emplumadas y en cuyo rededor se encuentran tallados estos animales con corazones humanos en las garras - conseguidos por los Caballeros del mismo nombre- que más tarde iban a ser ofrendados a los Dioses.




Visitamos  además el Tzompantli, en cuya plataforma se depositaban las cabezas de los sacrificados ensartadas en pilares, rodeado de más de 500 calaveras talladas, que le dan origen a su "apodo" de muro de los cráneos.


Ya terminado el paseo guiado y en nuestro tiempo libre rodeamos nuevamente la Pirámide, por el lado donde está siendo restaurada,  observando como se iba armando una cadena de trabajo, mediante el cual una fila más de 40 hombres situados en la escaleras bajaban y subían en unos baldes piedras y materiales para su reconstrucción.




Por detrás de la Pirámide se sitúa el Templo de los Guerreros, que forma parte del Templo de las Mil Columnas, cerrado al visitante, en cuyo interior se efectuaban sacrificios humanos, y que estaba dedicado al culto a la guerra y a las ordenes militares Caballeros Tigres y Águilas.


Ya terminado nuestro recorrido personal por uno de los sitios arqueológicos más relevantes de América, nos reunimos con nuestro grupo y partimos a almorzar a un restaurante buffet incluido en el precio del tour, el que además estuvo amenizado por danzas típicas (una de ellas muy parecida a la Samba Caporal Boliviana), que fue lo que en definitiva salvó la experiencia, porque no había mucho surtido de comida y la que había no estaba tampoco tan rica.


Finalizado nuestro almuerzo Felipe, nuestro guía nos condujo hasta el Cenote de Ik Kil, llamado el Cenote Azul Sagrado,  distante a 5 kilómetros de Chichén, y uno de los mejores sitios para practicar clavados en la zona.





El cenote de 43 metros de profundidad es de un color azul precioso, a esa hora ya estaba lleno de visitantes. Nosotras bajamos hasta la orilla, pero no nos animamos a entrar.



Subimos la escalera y nos situamos en un mirador donde pudimos observar el movimiento de visitantes y la larga fila para tirarse el piquero de rigor ...





Subimos de regreso a la superficie y nos dedicamos a disfrutar de la vegetación exhuberante que rodea   la abertura de este gran pozo de agua,  que incluía varias lianas y árboles con raíces enrolladas y nos sentamos a tomar un helado tranquilas en un kiosko hasta que transcurrió la hora dedicada al paseo. 



La siguiente y final visita de nuestro tour fue la ciudad de Valladolid,  situada a 50 kilómetros de Chichén. Estuvimos una hora recorriendo el centro histórico de esta ciudad colonial, particularmente su plaza - rodeada por un coqueto cerco - y la bellísima Iglesia de San Gervasio que la preside desde 1543.




Visitamos además El Mercado de las Artesanías, y nos sentamos a tomar otro helado disfrutando del relajo del pueblo en una de las bancas de la plaza. 



Finalizada esta visita y luego de dos horas y media de cansador viaje de vuelta a Playacar, llegamos al Hotel directo a refrescarnos y a comer en el Restaurante Cozumel,  aprovechando después de curiosear  en una feria de artesanías que se había instalado en el lobby.

Fuimos, animadas por la música al salón donde transcurría la Noche de Estrellas, dedicada al cine y a los musicales, representando el team de animación del hotel cuadros de películas antiguas y modernas como Austin Powers, Chicago y Moulin Rouge,  así que nos quedamos ahí acompañadas por unos Margarita, aguados pero frescos, disfrutando del show y nos fuimos a descansar.




Hotel: Iberostar Quetzal.
Guía: Cenote Azul.  
           Quinta Avenida local 15 (entre Juarez y Primera Sur).
           Teléfono: 8793423 y 8793424.



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