Después de nuestra excelente incursión por Los Ángeles, y habiéndose agotado el break de los Honorato Martínez (mis anfitriones en esta parte del viaje), nos trasladamos en el gigante auto familiar a Monterey, una ciudad preciosa situada en las las orillas del Pacífico, entre L.A. y San Francisco, al norte del Big Sur.
Partimos el camino hacia casa desde Hollywood por la ruta interior para poder pasar por Gilroy Premium Outlets (www.premiumoutlets.com/outlet/gilroy). Como el camino es bien largo, hicimos varias paradas para entretener a los niños y descansar un poco de los sones de "Do you want to build a snowman?" de Frozen que sonó sin parar.
El Premium Outlet no es un sitio, sino cuadras y cuadras de tiendas. Desde ahí Javier se ganó el apodo de "pobre Javi", porque se encargó de manejar y entretener a los niños, mientras a mi me perdieron en las tiendas de Calvin Klein y Tommy, que estaban muy baratas y tenían tallas más grandes, de las que en Chile no se encuentran jamás.
Javier en ese entonces se encontraba cursando sus estudios en el Naval Postgraduate School, que funciona en Monterey desde los años 50, en un edificio lleno de historia y donde antes funcionaba el Hotel Del Monte, de los más lujosos de todo el país a fines del siglo XIX.
De hecho un día que fuimos a buscarlo a clases, pudimos visitar una parte del edificio, recorrer sus salones hermosos y sacar lindas fotos a los jardines súper cuidados.
Nuestros días en Monterey fueron caseros y turísticos: jugando con los niños, replicando la rutina de Caro, que incluía varias idas al Costco (brownies para morir y por mayor!) y por la compra, sumadas a entretenidas caminatas en el lugar en los parques del donde vivían que eran verdes y hermosos (incluyeron ciervos que aparecían de la nada en la oscuridad) y conversaciones en la terraza de la entrada de la casa, donde nos pusimos al día de todo cuanto había pasado en todo el tiempo en que no nos vimos, que no era poco.
Y también tuvimos salidas más turísticas, a comer y a comprar. En este rubro visitamos Del Monte Center, que es un centro comercial enorme al aire libre con todas las tiendas gringas incluídas las grandes como Macy´s (en ese tiempo The Body Shop no estaba en Chile, así que me traje todo) y lugares ricos para comer.
Visitamos también Cannery Row, donde se emplazó y desarrolló toda la industria pesquera y conservera de esta zona, que inició con la presencia de los inmigrantes chinos y luego de los japoneses dedicados principalmente a la explotación de la sardina, industria que se mantuvo en el apogeo hasta fines de los años de los ´50, cuando se agotó la pesca, quedando las instalaciones de las grandes empresas de enlatado en abandono, para luego ser rescatadas y convertidas en hoteles, tiendas y restaurantes.
Caminamos tranquilos las pocas cuadras por las cuales se extiende tomando helado y disfrutando de los colores de los edificios, uno de los más lindos The Clement, que es un hotel Intercontinental, y que tiene una de las dos pasarelas edificadas sobre la calle.
En las orillas de la calle encontramos varias tiendas de dulces y cafés, todos bien animados y decorados en forma muy pulcra (entendería toda la estética local viendo Big Little Lies años después)
Al final de la calle se ubica el Acuario de Monterey, que también funciona en las antiguas instalaciones de una industria conservera.
Desde la Plaza Steinbeck se accede a la Bahía de Monterey, desde donde se obtienen las mejores vistas, además de emplazarse la estatua que honra a quienes desarrollaron la industria conservera y también al autor que inmortalizó la vida en esta calle en los años de apogeo John Steinbeck, en su libro Cannery Row.
Para comer visitamos Gilmore, Baja Cantina and Grill, donde pasamos un súper buen rato. Se trata de un restaurante, pero emplazado en un lugar lleno de recuerdos de las antiguas estaciones de servicio y talleres mecánicos.
Dentro estaba lleno de locales viendo el partido, así que además aprovechamos de vivir la "verdadera" experiencia gringa.
La comida era exquisita, también bien inclinada al sabor mexicano, con las mejores salsas que he probado, pero los demás comieron hamburguesas que, según dijeron también estaban buenísimas.
También visitamos Old Fisherman´s Warf de día y de noche. Este muelle además alberga una gran Marina, llena de lindos yates y barcos para avistamiento de ballenas.
El muelle es bien turístico y por lo tanto bien concurrido. Como tal funciona desde el tiempo del Virreinato de Nueva España, donde se recibía y almacenaba mercancía traída desde oriente y Filipinas, y que luego se trasladaría a los puertos del Atlántico. Más tarde este muelle también fue utilizado en la industria de la explotación de la sardina, y hoy, es centro cultural y otro polo gastronómico de la ciudad.
A mí lo que me llamó más la atención fue la coexistencia de varios restaurantes marinos, con la sopa de almeja como producto más ofrecido, con tres grandes dulcerías, hermosas y muy bien decoradas, además de súper surtidas para nuestro deleite.
Una de las noches fuimos a un restaurante súper entretenido y bonito situado en este muelle: Sapporo (https://montereysapporo.com/) que les encantaba a mis anfitriones. Se trata de un restaurante Japonés, donde te asignan un mesón a cargo de un chef que cocina todo lo que ordenas frente a tus ojos.
Lo divertido, para nosotros y los niños, era que en la medida que la comida se iba haciendo el maestro de la cocina iba arrojando los pedacitos de pollo y carne para que los atrapáramos en el aire con la boca, lo que disfrutamos mucho porque además estaban exquisitos.
Una de las visitas más bonitas de esta porción del viaje fue el paseo por el día a Carmel By The Sea, que es un pequeño pero exclusivo pueblo distante a minutos de Monterey, pero que es totalmente diferente, aún cuando tiene también un tinte playero.
Nada más nos estacionamos y empezamos a recorrer encontramos cientos de postales; porque cada cuadra, cada esquina era más bonita que la anterior, haciéndolo aún más perfecto el hecho que había muy poca gente circulando.
Habían algunas cuadras que parecían casas de cuento, hoy dedicadas eso sí, al comercio, en especial galerías de arte.
Es bonito tan solo caminar y perderse entre las tiendas, porque entre ellas también hay varios pasadizos y lindos patios por los que vale la pena detenerse a mirar.
En todo el espacio de respira exclusividad, desde los autos que circulan a la pulcritud del pueblo ...
Y también el estilo elegante de quienes con que nos topamos y la talla de las tiendas situadas en la calle principal Ocean Avenue, mayormente joyerías, incluyendo Tiffany´s.
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Una de las tiendas más bonitas que visitamos (y de las que pudimos comprar algo) fue Kris Kringle, donde se encuentran varios adornos de navidad en toda época del año y que pueden ser personalizados con el nombre o el mensaje que uno les quiera poner (yo compré una pareja de osos encantadores para mis papás, que arman aún árbol de navidad cada año).
Para comer basta con asomarse en alguno de los coquetos cafés, en ese tiempo todos con decoraciones relacionadas con los colores de Halloween, que le sumaban belleza a lo ya perfecta de la ciudad.
El restante tiempo de esta bella visita a Monterey lo pasamos en casa compartiendo con todos, e incluyendo un asado que preparó pobre Javi que nos consintió a todos. Yo les llevé algo de Chile que ya estaban extrañando, incluyendo un tostador y manjar de tarro, y ellos me permitieron compartir estos encantadores días que atesoro, incluyéndome como una más en la rutina,
Pude volver a compartir nuevamente con ellos, un poco más de un año después, cuando volvieron y se establecieron en Las Salinas (de acá, no de California) y luego en Sydney, donde están ahora y nos encontramos el año pasado celebrando de nuevo nuestra amistad viajera y el cariño que me une hace años con ellos y con los niños que están muy grandes y bonitos.
Desde aquí partiría a la última parte de mi aventura por Hawaii y parte del West Coast y que sería un broche de oro para mis vacaciones por USA.
Next Destination: San Francisco !
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