Salí desde Varanasi en el vuelo que previamente había reservado en Air India, por algo más de 8.500 Rupias (www.airindia.com). El trayecto tarda 40 minutos y el vuelo despegó con 40 minutos de atraso) a las 13:10 horas.
El viaje fue muy tranquilo, afortunadamente elegí ventana, por lo que me fui todo el trayecto literalmente pagada a ella. Vi cientos de cursos grises bajando desde las cumbres hacia el lado Indio de la Cordillera y no pude evitar emocionarme
cuando se elevaban frente a mi las cumbres nevadas del cordón que preside el planeta desde lo más alto y que, desde su menor altura formaban
valles esculpidos con terrazas perfectas de cientos de verdes distintos.
Aterrizamos en el Aeropuerto Tribhuvan, y debí empezar el trámite del visado, para ello fue necesario llenar un formulario, con menciones generales, pegarle una foto y pagar los 25 dólares o 25 euros que vale el importe, luego un funcionario muy circunspecto,pegó un autoadhesivo con un código de ingreso y me dio la bienvenida.
Apenas recogí mi equipaje, cambié algo de dinero (10.23 rupias por euro, más 200 rupias de comisión) y contraté un taxi de prepago desde el mismo aeropuerto por 500 rupias, lo que resultó toda una experiencia: el auto era un Daihatsu Charade de los que circulaban en Chile en los años 80, que, a los 10 minutos de marcha se detuvo luego de una pequeña explosión y no anduvo más... el pobre conductor, que no hablaba inglés, me daba mil explicaciones y paró a otro taxi para que me cambiara, yo me subí desconfiada, porque ya no tenía la seguridad que da contratar en el aeropuerto, pero finalmente llegué sana y salva a mi destino.
El Hotel Kantimpur Temple es realmente hermoso (www.kantimpurtemplehouse.com. 75 dólares por noche, sin desayuno), está situado muy cerca de Thamel, pero en una porción quieta y silenciosa.
Su principal característica es la belleza de su edificio, aun cuando la habitación me pareció un poco cara para lo que era (hay más hoteles mucho más baratos y también buenos), la atención fue tan buena que recuperé cada peso invertido, tanto así que incluso tuvieron la delicadeza de encender el calienta camas mientras estaba cenando para que no pasara frío ni un segundo.
La verdad, yo había preparado meticulosamente mi viaje de un mes por India, pero decidí dejarme sorprender por el valle de Kathmandú y no tenía nada muy planificado, así que dejé mis cosas en el hotel partí a caminar la ciudad; sabía que estaba en el sector de Thamel, centro turístico por excelencia, pero no tenía idea de los puntos cardinales, caminé perdida con un pequeño plano y la misma ciudad y el ritmo de su gente me llevó donde tenía que estar.
Kathmandu está situada a 1.317 metros de altura y es la
capital de Nepal, puerta de entrada para los miles de expedicionarios que
llegan de todas partes del mundo para conquistar alguna de las 8 montañas de
las 14 en el mundo que se elevan por sobre los 8.000 metros, además es sitio Patrimonio de la Humanidad desde 1979, albergando 7 conjuntos de monumentos relevantes para la vida espiritual y cívica de sus habitantes.
Caminé tranquila mirando todo a mi paso, noté que la gente es diferente, y el clima también, se sentía un poco más fresco comparado con el calor persistente de India, pero estaba muy agradable... avanzaba una cuadra y encontraba una Estupa, otra cuadra y me topaba con un pequeño templo Hindú, todo en total armonía.
Avancé hacia el área de Durbar Square y apenas divisé de lejos los techos de los Templos y Pagodas, quedé maravillada: empecé mi caminata atenta a cada detalle entre tanta belleza, midiendo el ritmo del lugar: verdaderamente el centro religioso, cultural, social y emocional de la ciudad, pues se erigen en ella edificios públicos y Templos de importancia tal como el Hanuman Doka o el Kumari Ghar.
Pagué la entrada de 300 rupias que da derecho a ingreso por tres días, siempre y cuando se selle en la oficina turística, presentando el pasaporte y una foto, la que es corcheteada a un carnet de cartón con tu nombre.
Paseé por entre los Templos, maravillada por la Arquitectura, de inspiración Newarí, y por el diseño de los techos y cornisas, todas finamente talladas en madera.
La gente ofrendaba coloridas flores y encendía inciensos encomendando el resto de su jornada a sus deidades y todo se entremezclaba con el comercio que también bullía a esa hora de la tarde.
Las tiendas de artesanías lucían sus coloridas piezas, mayormente estas marionetas de madera y máscaras, te y muchas piedras y joyas, tentándome con un collar de coral rojo lindísimo que negocié a 500 rupias.
Pasé además por el Templo de Kumari, presidido por una gran serpiente dorada, donde habita la niña Diosa viviente- reencarnación de la Diosa Durga- seleccionada luego de un largo proceso entre un grupo de niñas descendiente Newari, y que ostenta dicho cetro hasta su primera menstruación.
Dentro del Templo, me dediqué a escuchar a los guías quienes explicaban que la Diosa viviente aparecía muy ocasionalmente únicamente para las festividades más sagradas; en eso estaba cuando se arma una conmoción: la niña aparece tímidamente por un balcón haciéndose un silencio solemne, comenzando los asistentes a juntar sus manos sobre el pecho en señal de respeto. La niña Diosa estuvo ahí un minuto y se fue, los guías estaban felices, los turistas más aún, retirándose excitados y haciendo gala de la fortuna de ver a esta pequeña joya.
Salí a comprar una postal de la niña, porque estaba prohibido sacarle fotografías y volví a ingresar al Templo, y cuando se juntó un grupo grande de gente, la niña volvió a salir y me surgieron las dudas ...
Salí del templo y me dirigí hacia uno de los vértices de la plaza donde se ubica el Palacio Real que da nombre a la ciudad, hoy museo de los gobernantes y hacia Freak Street, el reducto donde los Hippies se asentaron e hicieron suya la ciudad en los setenta.
Crucé hacia el otro lado donde se encontraba la feria, con sus verduras ordenadamente dispuestas, separadas por colores y en montoncitos perfectos.
En ese momento ya había empezado a refrescar así que decidí subir a una terraza para disfrutar del panorama desde las alturas; elegí el Kasthamandap Restaurant , donde probé el riquísimo café con leche del que había leído un montón (en todos los foros y blogs celebran lo rico que es).
La plaza desde las alturas se veía hermosa y bullente de actividad, yo aluciné al ver desde arriba el intercambio comercial, el ejercicio de la religión, las vacas, palomas, carros, y rickshaws circulando sin parar, y mi emoción aumentó cuando la luna llena iluminó aun más la escena a brillante de por si.
Me devolví caminando por Thamel Street hacia el hotel, impresionándome su movimiento, el comercio - dedicado a los artículos de montaña, chales y pashminas- no paraba, sólo distrayéndolo el paso de algún ratoncito :(
Una vez en el hotel bajé al restaurante y pedí Tikka Paneer, que estaba riquísimo. El garzón que me atendió me ofreció el Dhal Bhat, plato típico y un imperdible y me advirtió como dato útil que al precio de la carta había que agregarle el 7% y el 13% de I.V.A.
Y finalizada mi cena subí a descansar en mi cama calientita, feliz, feliz, feliz ...
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