Amanecí - para vivir la intensa jornada que tenía diseñada para este día- "feliz" de la vida a las 5:45 A.M.
Tomé solo café en el mismo hotel Kantimpur Temple House, por 150 rupias, pues a esa hora aún no comenzaban con el servicio de desayuno (no incluido).
Primera parada: una de las turistadas más grandes de este viaje: Everest Experiencie Flight.
Tomé solo café en el mismo hotel Kantimpur Temple House, por 150 rupias, pues a esa hora aún no comenzaban con el servicio de desayuno (no incluido).
Primera parada: una de las turistadas más grandes de este viaje: Everest Experiencie Flight.
Me pasaron a buscar en taxi, y me condujeron al Terminal de Vuelos Nacionales del Trivubhan Airport, donde abordé muy temprano el vuelo de Guna Air, que reservé el día antes en el Hotel por algo más de 120 euros, con transporte al área de embarque (lo mismo que pagué por el vuelo de Varanasi a Kathmandu).
La verdad había cotizado el vuelo on line meses antes en Buddha Air (96 euros) que al parecer da mejor servicio, pero días antes de iniciar mi viaje hubo un accidente que me hizo desistir de la travesía, regresando las ganas de hacerla una vez que crucé los Himalayas desde India... a esa altura quedaba espacio sólo en Guna, a las 7:15 A.M, lo que igualmente colmó mis expectativas .... (La turistada completa incluye ver el amanecer sobre la Cordillera, pero había que reservar con anticipación.)
El avión es pequeño, con capacidad para 18 personas, una aeromoza, piloto y co piloto, muy amigables y dispuestos.
Sobre volamos el valle de Kathmandu, sorteando las laderas esculpidas por terrazas de mil verdes diferentes, serpenteando entre ellas nubes blancas que simulaban ríos de algodón desde el cielo, para luego elevarnos y bordear la cadena de montañas que preside la cordillera con 9 de las 14 cumbres en el mundo que se elevan por sobre los 8.000 metros.
Dentro del avión era todo un caos; iba un grupo de 16 turcos, que recorrían India y Nepal por 9 días (!), un irlandés enamorado de Nepal y yo, cruzándonos todos a cada rato en el estrecho pasillo para obtener las mejores vistas.
La aeromoza organizaba turnos para ir a la cabina, y el pobre copiloto además de su labor, tenía que hacer de fotógrafo, porque su asiento claramente era el mejor de todos ...
... Y en el pasillo seguía reinando el caos.... Mi padre que es piloto enloqueció cuando vio las fotos, pensando lo relajado de las medidas de seguridad, yo le explicaba que era por la emoción del momento, pero no hubo caso de convencerlo ...
El día estaba claro, soleado, maravilloso, me sentí tan afortunada por ello! ... logré tener una buena idea de la magnificencia de estas montañas milenarias, que aún siendo Chilena, hija de Los Andes, me maravillaron ....
Recorrimos desde el Langtang (7.234 mts.), pasando por el Melungtse, Chugimago, Pumori, hasta que dimos por fin con la cumbre más famosa: Sagarmatha, más concido como Mount Everest, que se eleva orgulloso por sobre los 8.848 metros ... rodeado del Nuptse y Lhotse, de 8.516 metros .... era perfecto, aún cuando tenía menos nieve de la que imaginé....
Saqué mil fotos para no olvidar ese momento ... claramente uno de los hightlights del viaje y un cliché para los que sabemos que no llegaremos a hacer cumbre en esa montaña por nuestros propios medios.
Luego de una hora de recorrido, y después de revisar todos los productos que la aeromoza convertida en promotora nos ofreció, bajamos a una entrevista con el Capitán Bijukchhe, quien nos premió por haber cursado con éxito nuestra "once-in-a-life time experiencie on board"
El chofer que me estaba esperando, luego de interrogarme sobre mis impresiones, me dejó sana y salva en el hotel donde tomé mi desayuno (café y tostadas, por 350 rupias), en una mesa dispuesta bajo el sol, con una estupenda vista al edificio y sus jardines, además disfrutando de una atención de lujo.
Luego de ese minuto de relajo me pasó a buscar Madan, el conductor que el día anterior había contratado en la Agencia Vecina al Hotel Indrawati Treks & Expeditions (www.indrawatitreks.com). La idea era que me llevara a los sitios Patrimonio de la Humanidad que rodean a Kathmandu, lo que nos tomaría casi todo el día, y que negocié por 30 euros, (más propina para el conductor).
El chofer era un encanto, no entendía nada de lo que decía, solo cuando indicaba donde tenía que bajarme y donde me esperaría él, riéndose cuando me ponía a cantar las canciones de la radio. (Tocaban las mismas que en India pasaban por la radio sin parar y cuyas melodías ya sabía tararear, que correspondían a los últimos estrenos de Bollywood, Rockstar y The Dirty Picture).
Kantinpur Temple House |
Partimos nuestro recorrido que diseñó el mismo Madan, en Swayambunath, también conocido como el Templo de Los Monos. (Entrada 200 rupias)
Este sitio de nombre impronunciable es un lugar sagrado para el Budismo, se ubica a dos kilómetros del centro de Kathmandu, y se puede llegar a él en auto, como yo, o subiendo 365 escalones; la recompensa para quienes eligen el camino difícil es que se puede ver en primer plano las maravillosas estatuas de medio camino, doradas e imponentes, que yo pude ver nada más a la distancia ....
Llegamos a la entrada principal, curioseé un momento por los puestos de artesanías y me quedé observado el tráfico alrededor de esta fuente, a la que se usa tirarle monedas y apuntarle a un sitio determinado ...
Caminé adentrándome en el sitio y me encanté con las miles de banderas que con sus colores diseminan en Dharma por los cielos, resonaba en el ambiente “Om Mani Padme Hum”, el mantra sagrado de la compasión, a distintos tiempos.
En el camino me crucé con decenas de monos que dan nombre al lugar, lo llenan de gracia, paseando con desenfado sabiéndose señores...
Una vez en la Estupa, pude detenerme a observar a las personas, monjes budistas y otros fieles mayormente, quienes rodeaban la imagen de Buda - quien miraba a los cuatro puntos cardinales, con el símbolo de la unidad bajo sus ojos, que todo lo ven- haciendo girar las ruedas de oración allí dispuestas, en un ambiente de total solmenidad.
Caminé al ritmo del mantra que no dejaba de sonar, y me fijé en las tiendas de recuerdos dedicadas a la venta de cds de música y mantras, máscaras, y de artesanía en piedra.
... Y me dediqué a recoger postales ...
Otro integrante en el Templo de los Monos |
Conversé con los vendedores apostados en el lugar, el primero encargado de las pulseras de Jade, me explicaba sobre el funcionamiento de la Estupa, sacándome fotos "ocasionales" con los Monjes que la rodeaban... y el segundo me explicó el significado y uso de la Rueda de Oración, o Mani, y del mantra "Om Mani Padme Hum", Hail to the jewel on the Lotus, según sus propias palabras ...
Crucé caminando tranquila hacia el área frontal a la Estupa, donde aparecieron muchísimos más monos de los que había visto, paseaban con relajo, y sin notar mi presencia ... su fama es injusta pensé, porque el tipo de la agencia me había advertido que tuviera cuidado porque les gustaba robar gafas y cámaras a los turistas distraídos.
Quedé encantada con el ritmo de las miles de banderas que volaban esparciendo en Dharma por el lugar al ritmo del viento y del mantra, y me senté a disfrutar del sol ...
Entré al Templo, y me fijé que estaba rodeado de Monasterios, donde forman niños en la disciplina y religión ... reparé en los ritos: rodear el templo girando las ruedas de oración, posar la Frente en el Dorje, situado frente al altar e inclinarse frente a él.
Salí de allí sólo porque sabía que tenía que optimizar mi tiempo, porque sino me hubiese quedado feliz a vivir la paz... y respirarla tal cual ... y me reuní con mi conductor ....
Recorrimos unos veinte minutos más en el auto y llegamos a la que sería una de mis ciudades favoritas en Nepal: Patán o Lalitpur, la ciudad de la belleza.
Inicié mi recorrido en su Durbar Square , detrás de cuyo fondo brillaban las cumbres blancas de los Himalaya y donde después de pagar mi entrada de 200 rupias, decidí perderme entre el adoquín..
Patán es una ciudad real, al igual que sus similares Katmandú y Bhaktapur que visitaría horas después y fue erigida durante la Dinastía Malla gobernante hasta el siglo XVIII y, dentro de la trilogía de ciudades reales es conocida por el fino desarrollo de las artes, principalmente el tallado en madera y la pintura.
Caminé desprevenida mirado la artesanía, los mandalas de la escuela Thagka y las marionetas de mil colores que colgaban en las vitrinas, intentando – al mismo tiempo-no perderme detalle de las pagodas de techos dorados y de la actividad de los Templos, como tampoco de los bosquejos de los estudiantes que levantaban en sus blocks su propia versión de la plaza en lápiz grafito.
La plaza principal bullía de actividad, el Palacio estaba en reparaciones, la fuente de agua estaba llena de personas acopiando, y los niños posaban para cuanto extranjero veían con una cámara... fue muy divertido compartir con ellos y descubrir que los niños son iguales en todo el mundo: espontáneos y curiosos...
Me di varias vueltas buscando el Templo dorado o Hiranya Varna Mahavihar, cuando se acercó un guía local que me ofreció una visita guiada por 10 dólares; Jay Kumar Sah (alanraj30@gmail.com), artista oriundo de Patan, pero también un viajero, guía y sherpa de medio tiempo, como se definió, resultó un facilitador, caminamos por las pequeñas calles de la ciudad a través de las tiendas de pinturas y artesanía y en unos minutos di con mi templo perdido.
El Templo Dorado, se erige tranquilo, viendo al tiempo y a sus fieles pasar, dotado de todo tipo de tallados en madera, recibe a sus visitantes, quienes giraban las ruedas de oración... decidí también hacerlo, animada por Jay y posé mi frente en el Dorje, para dejar mis preocupaciones, conforme él me indicó. (Entrada 50 rupias)
Visitamos un taller de pinturas donde me explicó, como artista y Budista que era, la diferencia entre el Mandala (o representación del Universo) que diseñó el Dalai Lama, el de Buda y el Kalachakra o del ciclo del Tiempo, conduciéndome después a un taller donde vendían los famosos cuencos de bronce, cuyas vibraciones alinean y armonizan los chakras: el encargado puso uno pequeño en mi mano, golpeteo sus orillas con una especie de mortero y se produjo un sonido que retumbó por todo mi cuerpo, luego puso un cuenco grande volteado sobre mi cabeza y lo golpeo, produciéndose una vibración fuerte pero en sentido inverso y después movió un cuenco enorme, le puso agua hasta la mitad, y lo golpeó girando la madera por su orilla: el agua comenzó a moverse, como si estuviera hirviendo, pero estaba fria … era la vibración del sonido que produjo el efecto… ¡alucinante!
.... Y llegamos al punto con mejor vista de la ciudad ....
Avanzamos hacia el otro lado de la ciudad al Mahabuddha Temple o de los nueve mil Budas, por la cantidad de imágenes hechas en terracota roja que cubren su superficie y hacia Rudravarna Mahavihar , un monasterio Budista que data del siglo XIII y que brillaba bajo el sol. (Entrada 50 rupias para los dos)
Me despedí agradecida de Jay, quien a esa hora ya me había puesto al tanto de su vida, del fin de la Monarquía y del eterno temor de entrar en conflicto con China, y decidí pedirle que fuera mi guía en Kathmandu.
Una vez reunida con mi conductor nos fuimos al sector de Pashupatinath, lugar también de nombre impronunciable, sagrado para el Hinduismo, y que fue realmente como volver a cruzar los Himalaya de regreso a India. (Entrada: 500 rupias)
Me resultó increíble que transportándome sólo a unos kilómetros del centro de Kathmandu, me encontara con un Templo Dorado muy sagrado dedicado a Lord Shiva, un río Sagrado, tierras de colores y hombres Santos o Sadhus, quienes daban bendiciones y recibían rupias para comer, con la exacta imagen de ascetas vestidos de naranjo y con su piel cubierta por cenizas que en tanto número había visto en India.
El Templo Dorado está vetado para los no Hinduistas, pero desde su puerta, se logra percibir la magnificencia de la edificación y lo solemne del rito de adoración de los fieles.
El lugar está rodeado de Ashrams, y está erigido a la orilla del río Bagmati, donde conforme lo ordena la tradición Hinduista, creman a los cuerpos sin vida forrados en paños anaranjados y amarillos sobre pilas de sándalo, hasta que quedan reducidos a cenizas, las que más tarde se fundirán con el agua en tránsito a una nueva vida, mejor que la presente, conforme todos esperan…
Una vez terminada mi incursión por este reducto nos movimos hacia el área de Boudhanath, previo pago de la correspondiente entrada de 150 rupias, pude ingresar al área gobernada por una estupa donde se erigen brillantes y coloridos los ojos de Buda, quien todo lo ve.
Como en todo lugar, consagrado al Budismo, resonaba en el ambiente el mantra Om Mani Padme Um, y los fieles recorrían la estupa en el sentido de las agujas del reloj haciendo rodar las ruedas de oración dispuestas en los cuatro lados ella; otros de ellos, disponían un mat en el suelo y comenzaban a hacer unos ejercicios parecidos al saludo al sol de yoga, con orden, esmero y disciplina.
Subí a la terraza del Stupa View Cafe que hay en el lugar y me dediqué a mirar el ritmo del lugar, comercial y turístico, pero muy espiritual.
Después de haber tomado café con leche (realmente los más ricos que he probado en mi vida), ingresé a la estupa donde un Monje, me bendijo lanzándome arroz, regalándome un mandala hecho con hilos para colgarme en el cuello, a cambio de una donación voluntaria, conversamos sobre mi origen y el destino de mi viaje.
Bajé hacia el área comercial, donde más experta y en las artes del regateo pude comprar muchas banderas de colores como las miles y miles que flameaban colgadas desde la aguja dorada que corona a Buda y algunas piezas de Jade que estaban verdaderamente regaladas… el vendedor mientras hilaba mis collares ensalzó las cualidades del Dalai Lama, y me invitaba a que contara al mundo lo que había visto allí: le aseguré con mi corazón entusiasmado que así sería…
Saliendo de allí y de regreso en Kathmandu, llegamos al sector de Thamel en medio de un taco infernal, me dediqué a caminar tranquila; el comercio bullía a esa hora, como lo hace hasta muy tarde, mayormente dedicado a la ropa e indumentaria de montaña, artesanía en lana y en metal, resonando en el ambiente música tecno y a veces rockera desde los bares y restaurantes que funcionan frenéticos a su alrededor y el acento de personas de decenas de nacionalidades distintas.
Fui al restaurante que me había recomendado New Yorker en Varanasi: Ice and Fire, en uno de los extremos del mismo barrio, la comida rica, algo cara para la ciudad, pero con una onda increíble ... estaba muy lleno por lo que me tocó compartir mesa con un par de Noruegos y un Danés que venían de regreso del Langtang, barbudos y desordenados como ellos se definían, a mi no me pareció ....
Compartimos unas cervezas y helado, además de una pizza, por 1000 rupias cada uno y una conversación encantadora ...
Caminé al hotel tomando mi helado, y llegué exhausta después de este día agitado, feliz y agradecida de haber recorrido tres sitios Patrimonio de la Humanidad, vivir la magnificencia de las montañas, la historia y la espiritualidad de esta tierra que me recibió con los brazos abiertos.....
Hotel: Kantimpur Temple House.
Guía en Patan: Jay Kumar Sah. alanraj30@gmail.com.
Conductor: Madan. Indrawati Treks & Expeditions. info@indrawatitreks.com
Hotel: Kantimpur Temple House.
Guía en Patan: Jay Kumar Sah. alanraj30@gmail.com.
Conductor: Madan. Indrawati Treks & Expeditions. info@indrawatitreks.com
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