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viernes, 22 de mayo de 2020

4 días en Amsterdam. Ciudad, canales y museos, más un extra. Marzo de 2016.

Terminada mi maravillosa experiencia en Valencia, viviendo las fallas con toda su luz y color, me tocó una sentida despedida de Ana y Pedro, quienes me dejaron en la estación de trenes para partir a Madrid y desde allí abordar el vuelo que me llevaría a mi próximo destino: Amsterdam, Países Bajos, como oficialmente se llama el país a contar de enero de 2020, abandonando la nomenclatura de Holanda, que es en realidad solo una de sus 12 regiones.

Llegué ya de noche al gigantesco aeropuerto Amsterdam Schipol, con los ojos bien abiertos para no perderme detalle (en especial a los bellos policías respecto de quienes me habían comentado Marce y Rosarito). Recuperada mi maletita crucé la calle y me dispuse a esperar el bus que me llevaría a la ciudad distante a 15 kilómetros, al sector de Leidseplein.

El hotel que elegí se llamaba La Boheme (www.la-boheme-amsterdam.com), situado en un muy bonito edificio histórico, con solo escaleras, y que tenía el desayuno incluido a un precio bien decente, para la oferta del sector. La habitación era muy pequeña, por eso un poco decepcionante, pero tenía de todo, incluso flores, y al otro día noté que tenía una terracita privada y me pareció más confortable (de todas maneras ni pasé ahí). 

Omití quedarme cerca de la estación de trenes, porque es un barrio más de fiesta, y decidí Leidseplein, porque también hay su carrete, pero además está al medio del Mercado Flotante y de los museos que quería visitar para ir a pie.




Debo haber llegado sobre las 20:00 horas y estaba oscuro y frío, pero como soy curiosa terminé caminando los casi 2 kilómetros a la estación de trenes para ver cómo era la ciudad, y sólo puedo decir que era muy animada, carísima y helada!. Me cobijé en un restaurante cerca de Damrak, un embarcadero del canal del río Amstel, para hacerme una idea de los edificios, los canales y la gente, y también para nutrirme y tomar alguna cosa rica.

Ya al otro día comencé a recorrer los alrededores, luego del café y croissant con mermelada de distintos sabores que daban en el hotel, donde además pude disfrutar de la vista más linda a nuestro vecino Teatro DeLaMar.

Hice el mismo recorrido que la noche anterior, caminando casi la misma ruta que el tranvía  por calle Leidsestraat, que a esa hora tenía un comercio bullente y mucho movimiento y es que las bicicletas son cosa seria, como soberanas de las calles, hay que tener mucho cuidado con ellas. Seguí luego por Rokin, hasta llegar a Dam Platz, la más importante de la ciudad, donde además se sitúa el Palacio Real, asiento de la casa de Orange, que data de 1648.




A un par de cuadras está el archiconocido Barrio Rojo de la ciudad, el cual crucé rápidamente para llegar a mi destino, obviamente sin detenerme en las vitrinas: no por conservadora o puritana, sino porque de verdad pienso, por más progresista que me sienta, que el comercio sexual, al menos  este ejercido en vitrinas,  refuerza desde luego el estereotipo de la mujer objeto/mercancía que lo hace, al menos para mi, una forma más de violencia de género.

Sin perjuicio, este barrio es uno de los más antiguos de la ciudad, y tiene también otros intereses turísticos como la Iglesia Oude Kerk (iglesia vieja) que data del siglo XIV.


El pecho tocado con la mano inserto en el adoquín es la señal que otrora indicaba la zona roja a los navegantes que venían de todas partes del mundo y hoy apunta el inicio del sector de las vitrinas. Para ser justa debo decir que estas estrechas calles también tiene varios cafés y bares fuera del circuito del comercio sexual, en especial los coffeshop, que tampoco visité, incluido el mítico Café Baba, que me habían recomendado mucho.


Otra cosa interesante de este sector es el basto desarrollo de la industria del sexo, incluido un museo temático y los muchos sex shop en los que se encuentra lo último en diseño para juguetes e indumentaria erótica.


Ya volviendo al área de Damrak, encontré otros productos locales como esta tienda donde estaban absolutamente todos los quesos, en especial aquellos de producción local como el Edam y el Gouda.


En la tienda Henri Willig, se encuentran además de los quesos, toda la indumentaria para servirlos incluyendo el fondeau, además de todos los souvenir que ofrecía amablemente la señora vestida con su traje tradicional, que posó amorosa para esta curiosa.



Ya en el Damrak, solo me senté a mirar con varios tecitos en la mano, todo el movimiento que tiene la ciudad por tierra y agua. Justamente desde este lugar parten los tour por los canales, así que me animé a tomar uno para hacerme una idea de la ciudad desde otra perspectiva. Esta fue la única vez que vi el sol y fue una maravilla, porque en realidad se veía muy diferente (a pesar de ello seguía haciendo mucho frío).

Desde acá también se pueden apreciar las casas danzantes, que están justo en una de las orillas del embarcadero. Están ya medio hundidas en la agua, con su movimiento parecen bailar.




El recorrido en crucero dura un poco más de una hora y vale 25 euros y sirve para recorrer la ciudad de los lugares más turísticos como el barrio rojo, Nieuwmarkt, Westerkerk, cerca del Museo de Ana Frank, con hop-on, hop-ff y también ver la ciudad más "normal", al recorrer también los barrios residenciales. 


Los canales de Amsterdam fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por Unesco en 2010 y es que no sólo son bonitos, sino también una gran obra de ingeniería que permitió ganarle espacio al agua, para ir levantando esta ciudad a través de los siglos.


Los primeros canales se levantaron en el siglo XVI y se dice que cubren 100 kilómetros de distancia, organizados en varios anillos, cada uno con su propia identidad.  Los que más me gustaron  fueron Herengracht y Singelgracht, que son los más antiguos y en cuyas orillas se levantan las casas más lindas



Mención aparte merecen las casas flotantes situadas en el barrio de Jordaan, que también es muy hermoso (en el canal de Prinsengracht), que han sido parte de la tradición navegante, pero que hoy tienen todas las comodidades y hermosos diseños, además de ser carísimas.


Terminado mi tour por los canales, seguí explorando la ciudad caminando. Uno  de los días tomé uno de los Free Tours de Sandemans (https://www.neweuropetours.eu/es/tours-en-amsterdam/), que son bien panorámicos, gratis (o sea, con propina) y en español, y que son siempre  una súper buena manera de hacerse una idea general de la ciudad histórica, esta vez caminando.


El guía era un español muy didáctico y entretenido, nos explicó además de los puntos más turísticos, parte de la historia de la ciudad siempre ligada al comercio y a la navegación. También incluyó parte de la historia de la segunda guerra mundial con la ocupación Nazi y la más contemporánea y cómo ha forjado el carácter de esta sociedad tolerante y liberal.

El tour terminó en Nieuwmarkt o mercado nuevo, donde hay parte del barrio Chino, y también un café levantado en las antiguas torres de la ciudad medieval.




Volví a cruzar la ciudad hacia la plaza Dam, para dedicarme un poco a la compra y al vitrineo.  Para ello nada mejor que el Magna Plaza, situado en el antiguo edificio de Correos que data de 1899. En general resultó ser muy lujoso para mí, pero tenía varias tiendas de diseño muy bien surtidas y de todas maneras vale la pena la visita, además porque es techado y muy abrigado.



También aproveché esta visita de hacer un alto para comer algo rico y elegí una marca registrada local: los crepes del Café Ovidius, que además es hermoso, con sus tres plantas. Hay varias otras marcas registradas en comida, en especial al paso, como las papas fritas, riquísimas todas las que probé y los Stroopwafel, que es como una sandwich de oblea relleno de caramelo delicioso (aunque serían mejores con manjar creo yo) 



Una de mis visitas favoritas, a la que pude llegar caminando desde el hotel, es el mercado flotante de las flores o Bloemenmarkt, situado en el Singelgracht, y que está ahí desde fines del 1800, honrando la tradición florista de sus habitantes.


El mercado es hermoso, colorido y tienen miles de flores de todos los colores posibles, no solo tulipanes, aunque para mí son las flores más hermosas, y lo peor de todo, súper baratos (lo único barato que vi).




Esta es una de las veces que odio al SAG y a las estrictas reglas que tenemos en Chile para ingresar semillas, porque  si no existieran me habría traído todos los bulbos que habían para llenar mi jardinera con estas hermosuras.



Pero mi visita top one de este viaje y la que había estado esperando desde que vi en National Gallery en Londres algunas pinturas de sus famosos girasoles, fue el Museo de Van Gogh (https://www.vangoghmuseum.com/) que es una maravilla. Compré la entrada en el mismo hotel, por 17 euros, lo que acortó la fila, pero no la eliminó. 


Si bien yo no soy tan fanática de los museos (me refiero a que contadas excepciones, prefiero caminar las ciudades, más que encerrarme), con este estaba muy emocionada, porque sabía que al menos me iba a encontrar cara a cara con dos de mis pinturas favoritas en el mundo. La colección es impresionante, y está ordenada cronológicamente, lo que permite hacerse una idea de la evolución de los intereses del pintor y también de cómo fue logrando el trazo que lo hace universal y eterno.

La fotografía está prohibida dentro del museo, salvo unas pocas excepciones como este retrato. De todas maneras en la tienda del museo a la salida, encuentra absolutamente todas las reproducciones y souvenirs con las más famosas pinturas, incluso productos para mascotas, varios de los que tengo en casa y en la oficina ahora.



Caminé sala por cada enorme sala, y encontré desde las oscuras pinturas de sus inicios, como "Los comedores de papas", y luego aquellas pintadas en la época en que estuvo en Arles y Saint Remy, su veta referida a la pintura japonesa, para finalmente llegar por fin a mis favoritos, todos por supuesto referidos a flores: Almond Blossom, Irises, Sunflowers y mi más querido Butterflies and Poppies, cuya reproducción compré, paseé tres semanas en tren y en avión y hoy está enmarcada en mi pieza.


El área de los museos está presidida por el icónico Iamsterdam, que tanta fama le ha traído a la ciudad y por el Rijksmuseum, casa del arte Neerlandés y de sus mayores exponentes como Rembrandt y Vermeer, pero que no visité para optimizar mi tiempo en la ciudad.



Mi barrio Leidseplein por su parte, también resultó muy interesante. Hay una plaza muy animada rodeada de cafés y coffeshop donde hay harta música, incluyendo HardRock, donde partí como siempre a comprar los pins para la colección de mi sobrino Tomy, pero también hay muchos lugares para ver música en vivo, stand up y teatro, como el Paradise.

Para comer hay de todo, yo me tenté con un restaurante indio llamado Akbar, donde comí ricas Pakoras y pollito Tikka Tandoori, con todo el sabor de Rajasthan. (http://www.akbar.nl/)


Otra de las visitas que quería hacer en la ciudad era ir a la Casa de Anne Frank, que tenía pendiente desde que leí el libro en el colegio (https://www.annefrank.org/es/). Como no pude comprar las entradas en línea (se agotan con dos meses de anticipación), hice tres intentos antes de lograr entrar, y no fue por falta de paciencia, sino porque el frío era polar. Dos veces quedé al otro lado de la Westerkerk, o iglesia occidental, que suponía más de una hora y media de espera y la tercera, me aventuré a la hora de almuerzo y al fin lo logré, luego de solo 30 minutos.



La entrada vale 10 euros, y la visita es súper organizada: comprende varios mini documentales para explicar el contexto de la ocupación Nazi y de la segunda guerra mundial y varios pasajes del diario en los que explica cómo se organizaba la vida familiar ocultos y encerrados y también sus adolescentes sentimientos con cada acontecimiento.



Por supuesto que es una visita muy triste y bien emotiva, en especial cuando se pasa por detrás del estante se sube la escalera y se entra en la "casa de atrás" que sirvió de refugio a 8 personas durante dos años, después de los cuales fueron descubiertos y posteriormente ejecutados en distintos campos de concentración, excepto el padre Otto Frank, quien sobrevivió a Auschwitz y dedicó su vida a honrar la memoria de su  familia, en especial de Anne dando a conocer su diario de vida, que había  sido guardado una de las personas que los ayudó para devolvérselo a ella algún día.


Para cambiar un poco el estado de ánimo con el que queda uno después de una visita como aquella, me dediqué a caminar por Jordaan, que es un barrio hermoso, lleno de cafés y restaurantes pequeños y coquetos.



La última visita que hice en la ciudad en plan turístico fue precisamente una turistada, para la que fue necesario salir de la ciudad y respondió a mis ganas de conocer los molinos que tanta identidad le dan a los Países Bajos, además del queso y las flores (también los coffeeshops y el barrio rojo).

Se trata de Zaanse Schans, situado a 15 kilómetros de Amsterdam y que tiene una cantidad no despreciable de molinos de viento. Si bien los molinos son reales, no siempre estuvieron acá, sino que fueron trasladados para asegurar su conservación en un proyecto de arquitectura de los años 50, aprovechando además de dar a conocer sus diversos usos.

Ya por las lindas postales vale la pena la visita (aunque es para congelarse), pero el paseo incluye varias visitas en una, como la quesería con degustación, el CacaoLab y también el taller museo, donde explican el proceso de fabricación de los famosos zuecos, hechos en una sola pieza de madera de álamo, la que tallan, estrujan, secan y pintan, para lograr un zapato impermeable y de máxima seguridad para los trabajos del campo.




En este mismo lugar estaba la tienda más linda llena de todos los souvenir de madera de cuantos colores se pueda imaginar, en especial las flores de madera, de las que me traje todos los colores para regalar y para mí.




La visita se hace libre, uno puede elegir hacerla caminando o en bicicleta y se puede entrar a casi todos lados gratis, sin embargo, sólo caminar el sendero es suficiente, porque se obtienen las más lindas vistas y permite hacerse una idea de la era pre-industrial, además porque es muy tranquilo y sorprendentemente no había mucha gente, aunque sí muchos patos.


Otra parada, más bien comercial, es la tienda de queso, donde hay degustación y también explican el proceso productivo. Los más afamados son aquellos de leche de vaca producidos en Gouda y Edam, pero también los hay de cabra como el exquisito Geit-in-stad.




Cada uno de los molinos que hay en el lugar se dedica a un oficio en particular, todos ellos se valen del viento que hace mover sus aspas y con ello la maquinaria interna para moler desde granos y semillas a pigmentos, porque sí hay un molino dedicado a la fabricación de pigmentos para la pintura:  el Verfmolen De Kat, que data de 1782, está en su ubicación original y se dice que es último del mundo en funcionamiento.




Los demás molinos también se pueden visitar, hay un molino de especies, incluyendo una fina mostaza, uno de aceites, un aserradero y uno dedicado al cacao, que alimenta CacaoLab, que salvó la fría jornada con un exquisito chocolate caliente.



En la parte final del recorrido hay más negocios coquetos y casas como de cuento, con canales pequeños, puentes, flores y patos (uno me siguió y se coló en mis fotos), que hacía valer mucho la pena ir ya por mi cuarto café para poder quedarme un rato más a disfrutar las vistas.




Mi visita final fue la Amsterdam Centraal, que data de fines del siglo XIX y que es hermosa y muy bien organizada por el gran tráfico que tiene diariamente, porque además es estación del metro y de los tranvías. Desde aquí y previo snack partiría a mi próximo destino, con mi maletita y mi nueva pintura  de Van Gogh, aunque sea réplica.




Ya cerrando mi recorrido solo puedo decir que la ciudad me encantó: es hermosa, entretenida, con mucha cultura y ocio, y eso fue lo que más me gustó, la vida equilibrada y también la tolerancia y el respeto por la autodeterminación de sus ciudadanos y por todas esas razones está en mi lista para repetir, aunque creo que no en invierno! ...

Next destination: Berlin, con todo!



sábado, 9 de mayo de 2020

Viviendo Valencia en Fallas. Marzo de 2016

Después de un sentido adiós a mi ya querido Santiago de Compostela, que me conmovió con toda su historia, espiritualidad y misticismo, llegué esta vez por aire - en un vuelo de Ryan Air- a mi siguiente destino donde me reencontraría con Ana y Pedro y viviría la ciudad en su semana más movida del año, respondiendo a una invitación que me habían hecho cuando los visité el año anterior.(http://lavidaviajera.blogspot.com/2020/02/48-horas-en-valencia-por-primera-vez.html).

Nada más aterricé en el aeropuerto de Valencia y Ana ya me estaba esperando con una programación para los tres días siguientes, que incluyó como es habitual comida y bebida, pero también mucha tradición, que tuve la fortuna de vivir junto a ellos y a sus amigos, porque esta es una fiesta que se vive en comunidad, en toda la ciudad, pero con mucha identidad de barrio.

Lo primero que hicimos luego de deleitarme con el delicioso almuerzo de Ana, fue salir a recorrer la ciudad para ir interiorizándome en el ambiente Fallero, donde todos son bienvenidos, también  los turistas.



Las Fallas han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por Unesco, y se trata de una celebración de 19 días, entre el 1 y el 19 de marzo de cada año, que comprende diferentes hitos y etapas.



La tradición se remonta al siglo XV, cuando cada 19 de marzo, el día de San Josep, celebrando además la llegada de la primavera, los carpinteros del gremio quemaban fuera de sus talleres los atriles y los muebles que les servían para iluminar los espacios de trabajo en invierno, armando unas piras en la calle frente a cada taller. Desde esos tiempos se identificó la fiesta con la renovación y con los nuevos inicios.

Actualmente los días de fiesta comienzan con la Crida y la Despertá, que se celebra el último domingo de febrero de cada año, oportunidad en que se anuncia el inicio de las fallas, dándolas por inauguradas esa noche el mismísimo Alcalde y la Fallera Mayor en las Torres de Serrano.



Cada  15 de marzo se lleva a efecto la Plantá, que marca el inicio de la semana de más ferviente actividad en toda la ciudad. Todo empieza a media noche con la Nit del Alba, que anuncia el inicio con todo con un espectáculo de fuegos artificiales en la plaza del Ayuntamiento, al mismo tiempo que empieza el montaje de las figuras o Ninots por cada Comisión Fallera y el artista encargado.

Hay en cada barrio, varias comisiones y se levantan tanto fallas infantiles como fallas mayores, ambas cuales son calificadas y compiten por el honor del barrio y también  para salvar al Ninot Indultat, que es el único que no arde en la Cremá,  final de la fiesta que se celebra el día 19 de marzo de cada año.


Yo justamente llegué el día de la Plantá, así que pudimos pasear por cada cuadra e ir visitando las fallas, que son hermosas y coloridas. Ana y Pedro, me explicaban que aquellas figuras representan los acontecimientos más importantes del año, muchas veces en clave de sátira en especial a los políticos y también a la monarquía, pero también sirve de ocasión para despertar la sensibilidad en la población respecto de temas relevantes como la violencia de género, tópico elegido en 2016.


En nuestro deambular fallero recorrimos - pañuelo tradicional al cuello- los sectores más importantes de la ciudad en gratas caminatas, en las que aprovechamos también para ponernos al día de todo el acontecer familiar. Saliendo de casa, cruzamos los Jardines de Turia, levantados sobre el antiguo cause del río, donde sonaban los petardos y yo me fascinaba más y más, cuando me di cuenta que podía comprar petardos y estrellitas, que acá están prohibidas ...



Llegamos avanzando sólo unos pasos al hermoso Barrio El Carmen, donde nos recibió la falla  de Na Jordana, dedicada a los besos, en todas sus formas y que fue una de las ganadoras de esta versión.





Seguimos caminando y fuimos encontrando cantidad de Ninots por todas partes, tanto de los barrios, como de los gremios, como esta de los trabajadores de la radio.



Una de las más impresionantes para mi fue la falla de la Plaza del Pilar, primero por lo grande y hermosa, tenía 35 figuras de estética Rusa y también porque estaba atochadísimo de gente lo que hacía difícil poder admirarla en su totalidad, aunque se podían reconocer fácilmente a los personajes que la conformaban, del ámbito de la política y la monarquía.



Todo nuestro paseo por supuesto se iba matizando con varias invitaciones a probar todas las delicias tradicionales como los buñuelos, chocolate caliente y varios pescaditos rebosados también exquisitos, como para comer de pie rápido, y seguir paseando.



Otra tradición hermosa con la que uno se tropieza estos días son los muchos pasacalles que se ven, con banda de música y mujeres y hombres de todas las edades, incluso con guaguas en coche, vestidos de falleros, que caminan y bailan al ritmo por todos los barrios.




Una de las fallas más bonitas y grandes es la que se levanta en la plaza del Ayuntamiento, que no está en la competencia, y que ese año se dedicó a la importancia de la mujer y al arte fallero. La estatua enorme que tenía un corazón digital rojo que latía en su interior, y estaba hecha íntegramente en un material parecido a la paja y rodeada de varias representaciones de las construcciones más famosas del mundo, como la torre Eiffel, el David, y Lady Liberty.


En casa las cosas también estaban en "el ambiente";  Ana tiene mil detalles conmigo cada vez que los he visitado, y tiene de todo para alimentarme y consentirme: jamón del más rico (que es la única carne que como), buñuelos exquisitos del horno de abajo (que jamás me ha dejado pagar), juguito fresco de naranjas al desayuno y también mi pañuelo fallero. Entre las conversaciones, las caminatas, la sobremesa, las mini siestas y las ya tradicionales visitas a "vitrinear" al Corte Inglés de Nuevo Centro, combinábamos el plan tradición con el más familiar.




Lo más lindo de pasar esta fiesta en familia es poder vivirla desde dentro, Ana y Pedro me incluyeron además en sus planes de Verbena y paseos, pero también me explicaron cada uno de los ritos, las etapas y las indumentarias: el traje fallero, sus componentes, en especial el de las mujeres que incluye vestido y zapatos, joyas y peinado.




Los demás días los dedicamos a repasar algunos puntos más turísticos como el Mercado Central, con sus  hermosos vitrales y la Lotja de la Seda, cada uno también con sus respectivas fallas cercanas. Cruzamos el Barrio El Carmen y nos encontrábamos cada vez con los pasacalles, la música y los bailes.



También pude presenciar la ofrenda, que es una de las tradiciones más bonitas y queridas de esta fiesta, que tiene sede en la plaza de la virgen contigua a la catedral. Se trata  de la ofrenda floral que cada comisión fallera hace a la Virgen de los Desamparados, Patrona de la ciudad, representada en una escultura de madera enorme situada al centro de la plaza.



A medida que van llegando los y las falleras depositan a sus pies ramos de claveles rojos y blancos, que se van disponiendo en orden en el manto según el diseño correspondiente a ese año, hasta estar totalmente cubierto. Debo decir que este rito de la fiesta es de los más emotivos que me tocó ver, incluso algunos falleros se retiraban llorando del lugar, lo que hacía la experiencia más conmovedora.




Un paseo interesante también fue la visita a la Plaza Lope de Vega, que además de servir de sede a una hermosa falla, presume de contener uno de los edificios con una de las fachada más angostas de Europa. La "estrecha" como la llaman es hoy una tasca en conjunto con su piso vecino, pero sirvió como casa anteriormente, con sus solitos 107 centímetros de ancho. 


Esta plaza también me gustó mucho porque en ella también se encuentran los Turrones Ramos, donde casi enloquecí ... había todo tipo de turrones: de Alicante, Jijona y de nieve, además de exquisitos mazapanes. Ana compró varios mazapanes de regalo, pero tengo que reconocer que no llegaron a Chile. (Si llegaron a salvo todos los chorizos y los jamones, que anduve paseando tres semanas para que papá y Marce disfrutaran de ellos)

Desde ahí nos trasladamos caminando hacia Eixample, para disfrutar otra de las maravillas de Fallas, y que son como un sueño. La Falla Sueca Literat Azorín, es muy destacada y premiada por el espectáculo de luces que se monta cada año y que es impresionante, por su altura y también por su diseño; es un pasillo, con miles de ampolletas, que hacen figuras hermosas como de mandalas o arabescos... había tanta gente que no se podía avanzar muy rápido, lo que fue excelente porque nos permitió no perdernos detalle. 


La vecina Cuba Literat Azorín fue la que se llevó los premios ese año, es también es muy visitada e impresionante su diseño e iluminación. Estaba dedicada en esta versión a lo inapropiado del piropo y por eso se llamaba "Calla, canalla!"




Otro rito diario de las fallas es la Mascletá, que es un conjunto de explosiones de petardos que estallan a mediodía en los barrios. Nosotros asistimos a la de la plaza del ayuntamiento y también con ocasión de la Verbena a la que asistimos justo coincidimos con el sonoro acontecimiento.




La mascletá del centro es más multitudinaria y más grande, por lo que además es ensordecedora. A su alrededor hay varios puestos de comida y todo el mundo pasea muy animado. Este sector que también había visitado mi primera vez en la ciudad lucía distinto a la calle llena de comercio de marcas y hoteles, aunque siguen destacando sus lindos edificios estilo art decó.

 

La verbena es una fiesta comunitaria, que se monta en cada barrio y donde se celebra el contexto de fallas. Nosotros fuimos de día y de noche, y en ambas ocasiones se come, bebe y disfruta por igual. Acá Ana y Pedro se cruzaron con todos sus amigos y los hijos de sus amigos, muchos de ellos, en especial las mujeres más jóvenes luciendo el traje fallero, por lo que aproveché para preguntar en confianza todas mis dudas. 


Y algunos que amenizaba la velada ... muy simpática !



Otro sitio que no  tiene mucha relación con Fallas, pero se ha convertido en uno de mis favoritos de la ciudad es el Café de las Horas (http://www.cafedelashoras.com/), contiguo a la Plaza de la Virgen, que es un lugar con súper linda decoración y con una estética muy interesante y que además por lo que me contaron tiene una escena cultural muy variada, con lecturas, representaciones de teatro y mucha música bajo su hermoso cielo estrellado pintado en el techo.


Nos sentamos con  Pedro y Ana, su amiga María José y su marido a tomar la famosa Agua de Valencia, que está hecha de zumo de naranja, cava, vodka y gin, y que como todo cocktail suave, es sumamente engañador... y nos dejó bien contentos y entusiastas para seguir disfrutando.



Ya de regreso a casa, y previo paso por la verbena, donde había banda en vivo y  unos gin tonic, nos instalamos a la orilla de los jardines de Turia para disfrutar las alternativas de la Nit del Foc, última noche antes del gran cierre. Esta noche se montan varios espectáculos pirotécnicos en el Ayuntamiento y también en las Torres Serrano, que fueron los "castillos" que alcanzamos a ver y escuchar.

La tarde del día siguiente yo partiría en tren a Madrid y de ahí a Amsterdam, por lo que me perdería el broche de oro de las fallas: la Cremá, en la que emulando a los talleres de los carpinteros de antaño  le prenden fuego a los Ninots exhibidos en cada barrio, salvo los ganadores a los que se les indulta y se les lleva al museo.

Mis anfitriones estaban tristes porque me perdería el gran final, pero yo me quedé feliz porque en mi memoria estas hermosas figuras vivirían para siempre, y en realidad, porque me daba pena verlos arder ... aunque más pena y emoción me daba despedirme de ellos una vez más, aunque sin saberlo los vería más pronto de lo que pensaba el verano siguiente, cuando estuvimos disfrutando de unos días maravillosos de sol en el Mediterráneo, en su departamento de La Pobla de Farnals.

Me despedí de mi familia feliz y agradecida por recibirme nuevamente en casa y pasearme por la hermosa ciudad y por permitirme vivir de su mano la fiesta y esta maravillosa tradición de fuego y renovación, inmersa en la cultura, como no habría podido si no fuera por el cariño y las atenciones de mis anfitriones.

Next destination: Amsterdam !