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viernes, 21 de junio de 2013

Día 5: La lluvia bajo Patzcuaro y Morelia. Estado de Michoacán.

Comenzamos nuestra jornada tempranísimo, con el habitual nutrido desayuno mixto americano/mexicano que nos brindó nuestro Hotel Morales  Guadalajara, y persiguiendo la ropa que habíamos encargado en la lavandería, aprovechando los excelentes precios que ofrecía el Hotel. (Anecdóticamente como les faltó entregarme una prenda, me la enviaron por correo al Hotel en D.F, haciendo el Concierge un seguimiento muy riguroso hasta que la recibí).

Nuestro guía Miguel nos había advertido que la jornada sería larga, pero interesante, así que como ya le había resultado los días anteriores para tenernos tranquilas y sin asaltarlo con preguntas, dispuso el DVD con varias películas recién estrenadas.

Tardamos 3 horas y media desde Guadalajara hasta el Pueblo Mágico de Patzcuaro, nuestra siguiente parada distante a 348 kilómetros, situada en plena zona lacustre, en el estado de Michoacan.





La ciudad fue fundada por Vasco de Quiroga quien además la erigió como sede del Obispado,  estableciendo una relación respetuosa y misericordiosa con el pueblo originario del lugar: los Purépechas.

Comenzamos nuestro recorrido, obviamente conforme la costumbre de Miguel, en la Basílica de Nuestra Señora de la Salud, fuera de la cual se apostan vendedores con toda clase de hierbas, ungüentos y jarabes para curar todas las enfermedades y, también con velas con forma de partes del cuerpo, que también prometían con fe y oración mejoría segura.



Caminamos al compás del ritmo tranquilo del Pueblo, aguardando la lluvia, y visitamos la Biblioteca Gestrudis Bocanegra - heroína de la independencia- en cuyo interior alberga un mural bellísimo, que le cuenta con dibujos coloridos a todos los visitante, incluidas nosotras, la historia del país y de  la ciudad.





Visitamos el Teatro contiguo Emperador Caltzontzin- en honor al Emperador del Pueblo Tarasca, asentado originalmente en la zona de Michaoacán-  recién restaurado, pintado en colores hermosos que relucían en fondos negros, tal como el lacado tan propio de la ciudad que veríamos más tarde.  



Desde allí caminamos hacia el Mercado, en plena actividad, donde encontramos todo tipo de aliños y el Gazpacho o ensalada de fruta Mexicana que Miguel nos animó a probar.




Visitamos el Santuario de Guadalupe, bellísimo, que lucía  sus estatuas tremendas, en plena actividad, y continuamos hacia la plaza Vasco de Quiroga, recorriendo los portales llenos de restaurantes y tienditas de artesanía.


Aplanamos las calles de este pueblo precioso, colonial y clásico, encantadas con la arquitectura y la onda relajada al máximo.




Cruzamos la plaza hacia la Casa de los Once Patios,  otrora convento de las religiosas Dominicas y hoy albergue de talleres de artesanía más tradicional de la zona: la pintura lacada hermosa, de colores brillantísimos y vivos por sobre fondos negros y las telas de algodón finamente bordada, donde compramos individuales muy coloridos y unas piezas para guardar las tortillas de maíz que adornan hoy mi cocina.



Esta casa que data de 1742, es sede también del taller de un artesano cuyo trabajo ya habíamos conocido en San Miguel de Allende, donde nos encantamos con un Cristo elaborado únicamente con caña de maíz, así que nos quedamos mucho rato admirando el taller y conversando con su dueño, en plena actividad, quien se tomó amablemente la molestia de explicarnos detalles de esta centenaria tradición.






De regreso en la plaza Vasco de Quiroga, Miguel nos liberó para que paseáramos a nuestro propio ritmo, pues ya habíamos recorrido casi todos los highlights de la ciudad.

Nosotras vitrineamos un rato más la artesanía y nos  establecimos en los portales a intrusear todo lo que allí ocurría, animadas además por la incipiente lluvia que ya empezaba a mojar las adoquinadas calles.



Elegimos para almorzar después de ingresar a casi todos, el Restaurante El Patio, que nos ofrecía  en un bellísimo emplazamiento Sopa Tarasca, de receta original Purepecha, según nos contaron (hecha de tortilla, queso, y salsa de Jitomate) y una Trucha propia del Lago, con ensalada, que disfrutamos felices.



Luego nos trasladamos por dentro de los portales que rodean la plaza y nos sentamos solo a observar y a tomar un café de olla, calientito y reconfortante en el Secret Coffe, donde además su dependiente nos reveló los secretos de una buena cerveza Michelada.



Una vez alimentadas nos reunimos en el punto de encuentro con nuestro guía Miguel y emprendimos el camino hacia el próximo destino la ciudad de Morelia, distante a casi 60 kilómetros.

Llegamos a la zona donde se emplaza el Santuario nuestra Señora de Guadalupe- inicio clásico del recorrido por cada ciudad de acuerdo al plan de nuestro guía- que se erigía magnifico y enorme dedicado a la Patrona Nacional, que a esas alturas ya era tan favorita y su historia tan conocida para nosotras como nuestra Virgen del Carmen.

Caminamos atravesando las plazas plenas de actividad, y con mucha gente, encendidas además de música y baile.





Seguimos caminando y admirando los monumentos y la vida transcurrir entre parques y transitadas calles, encontrándonos con un icono de la ciudad: el acueducto, que data desde tiempos de la Colonia, iniciándose su construcción en 1728.




Nos quedamos nuevamente libres, mientras Miguel iba a buscar la camioneta, para visitar otro icono, la Fuente de las Tarascas de Morelia, la que todo el mundo fotografiaba con mucho entusiasmo.





Nos trasladamos al centro histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en 1997 y nos asentamos en nuestro Hotel Misiones, verdaderamente hermoso, antiguo, cómodo, muy bien conservado y excelentemente situado, justo sobre la calle Madero, permitiéndonos una vista soberbia a la Catedral de la ciudad sobretodo en la noche.



Vista desde nuestra habitación.

Descansamos después de instalamos y nos fuimos a recorrer la calle Maderos llena de bares y restaurantes y la Plaza de Armas; los portales estaban iluminados con ocasión de la fiesta de la independencia nacional recientemente acontecida, luciendo orgullosa la consigna luminosa referida a su calidad de ciudad Conspirativa en el proceso independentista y además cuna de uno de sus líderes José María Morelos, a la que debe además su nombre.





Caminamos por el Portal Hidalgo al lado de nuestro hotel y decidimos entrar a uno de los muchos restaurantes en intensa actividad, llenos de mesas fuera, con mucha vida.

El bar que elegimos, el Ónix, era muy lindo y moderno, disfrutamos de unas Corona y también de los antojitos del Chef, que incluía queso de cabra apanado delicioso, croquetas y una ensalada verde con manzanas también muy rica, especial para escapar del pollo y el aguacate que eran ya parte de nuestra rutina diaria.





Para terminar el día agitado regresamos al hotel, pero justo al lado por calle Zaragoza sonaba música en vivo, así que decidimos entrar para disfrutarla ... aprovechando que además no era tan tarde... Nos quedamos allí oyendo tranquilas hasta que llegó la hora de volver al hotel a descansar... nos quedamos felices observando desde el balcón como la ciudad se iba apagando, salvo la catedral que permaneció bella e iluminada frente a nosotras.





Hotel: Misiones Morelia. Guía: Miguel. Agencia Kinich Coyol (www.kinich.com),


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