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martes, 28 de enero de 2020

Viviendo en Toledo por un mes. Enero 2015

Aquí va mi recorrido-carta-de-amor a Toledo, ciudad que me recibió por el mes que estuve cursando un Posgrado en Negociación, en los cursos de verano de la Universidad Castilla La Mancha en 2015.

Ya había visitado Toledo en mi primer viaje a España, en un viaje por el día en AVE desde Madrid (http://lavidaviajera.blogspot.com/2010/12/dia-42-toledo.html), pero aunque en un día uno de logra hacer una idea en clave de museo al aire libre, que le vale estar listada en Unesco como ciudad Patrimonio de la Humanidad desde 1986, vivir en su centro histórico es otra cosa. No muchas ciudades se pueden jactar de haber sido a la vez municipio romano, capital Visigoda, puesto Cristiano y también parte del Emirato de Córdoba. 

La primera decisión difícil para este mes, fue  donde quedarme, no había para ese entonces gran cantidad de apartamentos turísticos disponible, pero la universidad tiene varios convenios con hoteles y hostales; de ellos elegí el Hotel Carlos V (www.carlosv.com) muy antiguo, pero a la vez moderno, con una arquitectura de lo más en sintonía con la ciudad en especial el comedor del subsuelo, donde se sirve el desayuno más variado, todos los días, incluyendo churros. (A los residentes nos atendían aún más de lujo, ya al tercer día era la más consentida del salón)



Lo más bello, la vista desde la azotea- bar, que por ser invierno no funcionaba (El 2019 volví con mi hermana Marce y estaba funcionando con su mejor vista)


El Campus donde funciona la Facultad de Derecho de la Universidad Castilla La Mancha es espléndido, se respira la historia en cada uno de sus edificios (con fantasma incluida), está al lado de la iglesia de San Idelfonso, que data del siglo XVII. 




Fue una suerte que la bienvenida y la graduación se hayan hecho en un notable salón, que data desde el tiempo en que este edificio servia de sede al Convento Dominico San Pedro Mártir, en ambas oportunidades con total solemnidad.




Cada rincón de esta facultad evocaba otras épocas. El salón de conferencias fue espacio para escuchar la experiencia de la colega Guatemalteca Mercedes Hernández.


Una de las ventajas de estar en estos cursos es que hacen ceremonias y reuniones en toda la ciudad, por lo que también tuvimos la oportunidad de asistir a una bienvenida en la sede del Ayuntamiento de Toledo  con un salón de lujo, que también se encuentra vecino a la Catedral desde el siglo XVI.


Como no todo es estudio en esta vida, y las clases terminaban bastante temprano, quedaba mucho tiempo para ir descubriendo y re descubriendo rincones, porque claramente había más de una postal para cada día. Me salté en este recorrido y en los dos posteriores en que he visitado Toledo, la Catedral (magnífica) y la iglesia de Santo Tomé (donde esta la célebre obra de El Greco "el entierro del Conde de Orgaz), porque ya las había visto en mi primera visita.

Lo primero, fue tomar el (Toledo Train Vision) en la plaza Zocodever, centro neurálgico, comercial y gastronómico que te da la bienvenida al centro histórico de la ciudad, y que por 7 euros te conduce por la orilla del río Tajo, rodeando la ciudad amurallada.


Tiene una parada en el Mirador del Valle que permite una panorámica hermosa de la ciudad presidida el Alcázar y la Catedral que destacan más con sus imponentes torres. Avanzando recorremos el área de los Cigarrales, que son antiguas fincas de recreo, hoy casi todas hoteles boutique o sitios para finos eventos.




La plaza Zocodever, muy cercana al hotel, te da la bienvenida a la ciudad, está conectada con la escalera mecánica que trae a los turistas desde la estación de tren y a su costado puedes tomar el bus para recorrer los alrededores de la ciudad, incluido el Centro comercial Luz del Tajo, donde aprovechamos todas las rebajas, con mis colegas argentinas compañeras de curso.


La plaza está rodeada por varios restaurantes, y también por la fábrica de mazapán Santo Tomé. la que fue mi perdición. Hay mucho comercio también para seguir perdiéndose.



Desde la plaza hay que disponerse a caminar no más, así se puede cruzar la ciudad muro a muro, para no perderse detalle, aunque es posible perderse ... me pasó, pero no me costó encontrar el rumbo de nuevo.

Caminando por la Calle del Comercio se encuentra de todo, desde Zara, hasta tiendas de souvenir, y armerías, que hacen gala del pasado de caballero andante y el arte de las espadas Toledanas, con guiño a lo medieval que resulta la historia de la ciudad.


Ahí hay que ir mirando para todos lados, porque cada curva es más linda que la otra y también para no perderse de las buenas tiendas que hay (incluyendo La Cure Gourmande y Bijou-Brigitte que amo), y las hermosas joyerías con el producto insignia: el arte del Damasquinado, que data desde los tiempos moros y que consiste en formar figuras con oro engarzado en piezas de hierro o acero, dando origen a las joyas que tanta fama le han traído a Toledo, en especial aquellas piezas que tienen la Perdiz que es el ave local más reconocida. Acá mi dato es Maldonado, que está a una cuadra de calle comercio, por la Cuesta Portugueses, bueno, bonito y más barato.




Otro clásico Toledano son los mazapanes, manjar de los dioses, que conforme cuenta la leyenda nace en tiempos de guerra, cuando no había harina, pero si almendras y azúcar, y que las monjas creativas habían adaptado estilo pan, para alimentar a los necesitados. La verdad no puedo elaborar una categorización, porque absolutamente todos los que probé eran muy muy ricos.



Siguiendo el camino por la calle del Comercio, ya hay que elegir si seguir de largo hacia la otra porción de la ciudad amurallada, o doblar bajando hacia el área de la joya principal, que es la Catedral.



Está unida al Palacio Arzobispal en la misma plaza del ayuntamiento, donde funcionaba en esa época una pista de patinaje en hielo.



La Catedral Primada de España preside la ciudad con su campanario y su cabida que es impresionante (esta vez no la visité por dentro), es la segunda más grande del país después de la Catedral de Sevilla. 



Lo bueno, es que desde la Catedral, y en realidad, donde uno se encuentre en Toledo se puede ir cambiando de cultura dando solo unos pasos. Del área más turística es posible retroceder en el tiempo si llegas a las intrincados pasajes de la judería y desde ahí unos pasos más, al barrio Musulmán, al que se accede por la puerta de la Nueva Bisagra y la Mezquita de la Luz.


Todas las tardes me iba donde pudiera tomar un poco de sol o solo me iba caminando sin rumbo, así hacia el lado contrario de mi hotel, hacia la judería, encontré la calle Santo Tomé (más mazapanes, porque hay una sede ahí) y el Café de las Monjas que tiene la vitrina más tierna y los churros más deliciosos que probé en la ciudad.


Desde ahí al Monasterio San Juan de los Reyes, mandado a levantar en el siglo XV por los mismos Reyes Católicos, ejemplo del estilo Gótico castellano, que me salté de visitar nuevamente, porque ya había venido en mi primera visita a la ciudad.


Por el mismo barrio unos pasos más lejana está la Sinagoga Santa María la Blanca, también de los monumentos que son imperdibles en la ciudad.


Uno de los sitios que no había visitado antes y al que fui ahora es el Museo casa de El Greco, quien se estableció en Toledo en el siglo XVI, regando una serie de obras, en especial el Entierro del Conde de Ogaz en la iglesia Santo Tomé, que es la más célebre, y que da ya cuenta de la simbiosis ciudad autor.






La casa no es técnicamente el lugar donde vivió el artista, sino que donde el Marqués de la Vega Inclan, decidió recrearla, para enaltecer su legado. Cuenta sí con una gran colección de pinturas, y no habitual, con nada, pero nada de gente.


Este año 2015 en especial se conmemoraban los 500 años de su fallecimiento, por lo que ya a principios de año se proyectaban grandes fiestas y homenajes a la memoria de este genio.


El barrio, que alberga también el museo Sefradí, es muy hermoso, permite la vista al río Tajo y a los mejores colores del atardecer Toledano. 




Solo quedarse ahí en silencio y en paz, valía la pena la cruzada de la ciudad de muro a muro....



Después de todos los recorridos de muro a muro, subida y bajada y aplanada la ciudad, para comer y beber entraba a cualquier lado que me llamara la atención desde fuera, a mi me encantaba ir a la Plaza Magdalena y comprar todos los quesos para armar un picoteo en el hotel (con una cavita pequeña del supermercado que hay ahí mismo, y las fresas de Huelva que tentaban desde la frutería contigua), para no comer afuera todos los días.


Bajo la plaza de Zocodever, y junto a Miguel de Cervantes en la Puerta de la Sangre está la calle Santa Fe, donde está   el bar El Trébol y la Taberna Cuchara de Palo, muy recomendables.



Mas cerca del hotel esta La Cave (www.restaurantelacave.com) , que además de rica es hermosa, tiene un suelo de vidrio, bajo los que se puede apreciar los cimientos de los edificios originales.

Mi favorito eso sí es La Abadía, donde he vuelto cada vez que visito la ciudad (ya van 5), que funciona en una casa de oficios del siglo XVI y que funciona en dos plantas, la más hermosa, la de abajo, donde estaban los aljibes y que permite comer dentro de la historia, con luz tenue y ricas tapas. (www.abadiatoledo.com)

La "picada" máxima eso sí, es el Restaurante Ludeña, bohemio y tradicional, que todo el mundo recomendaba, aunque de verdad, debo decir que en todo sitio se comía rico y a buenos precios.

Para salir de copas, lo mismo, bastaba ver de fuera, algo animado y ya, pero mención especial merece el Círculo de las artes, que funciona en lo que fue una iglesia del siglo XVI, pero ya en sintonía  más secular y bohemia, da muchos conciertos y funciona también como bar.

Una de mis actividades favoritas por mucho son los baños termales y SPA, acá visité para mi deleite los Baños Árabes Medina Mudéjar, lugar que me recibió con su arquitectura de antaño, que incluye un muro del siglo XII, y los aljibes restaurados, y que con las tres piscinas y vapor, más un masaje (corto para lo que cobran), me dejó con 10 años menos. 


Además de ir de copas de cuando en cuando y los miércoles tener una noche de intercambio estudiantil en un bar cerca de la universidad,  organizamos con Carlos, un compañero que jugaba de local un Tour Nocturno, que prometía historias de casas encantadas y fantasmas, que bien le valen la fama de misteriosa a esta ciudad.




Visitamos antiguos asentamientos, donde se dicen se reunían los caballeros cruzados, escuchamos leyendas de la misma universidad y sus fantasmas. Nos contaba nuestro guía que la más famosa es la Encarna, a quien hay que saludar y despedirse en nuestro Campus, que hasta ha salido en el programa de televisión Cuarto Milenio.

Vale la pena venir y pasar tiempo en esta ciudad, no solo por el día. A Toledo ya la siento como mi casa y por eso le declaro mi amor por siempre. Claro que volveré por más mazapán, por amistad e historias.

(Tuve que volver el 2017, dos veces para completar el trámite de la Apostilla de mi pos título y en 2018 en la Ruta de los Molinos con mi hermana Marce, quien también se enamoró de la ciudad). 







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