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jueves, 30 de diciembre de 2010

Día 42: Toledo.

Hoy desayuné en Puerta de Atocha jugo de naranjas Valencianas, cafe latte y Gateau, por 3.5 euro y abordé mi tren AVE a Toledo (el ticket lo compré ahí mismo por 16 euros ida y vuelta), justo 30 minutos después estaba en la estación terminal de la ciudad capital de España hasta 1560 y Patrimonio de la Humanidad desde 1986.


Tomé en la misma estación un tour panorámico por 10 euros, primero abordamos un bus, dando la vuelta hacia el sector de las Cigarrales rodeando la ciudad y el río Tajo, parando en un mirador muy lindo para sacar algunas fotos postales maravillosas.

Continuamos por el barrio judío y  otra de las puertas de la ciudad, y subimos caminando hacia la Plaza Zocodever centro neurálgico de la ciudad y testigo de su historia desde la época de los Romanos, pasando por los visigodos y musulmanes que también la ocuparon.

 

 Bajamos por la calle Comercio hacia la Catedral, viendo las vitrinas repletas de espadas, piezas de hojalatería, tipo armaduras medievales y su más importante tradición, el Damasquinado, técnica que se ha repetido de generación en generación desde la ocupación musulmana, que ha llevado el arte Toledano a la fama mundial ... se trata de la incrustación de oro o plata en piezas de materiales menos nobles como hierro, bronce, acero o cobre que da origen a las piezas de decoración y joyería tan típicas. (Los aros que en cada viaje repartía mi abuelita).

Damasquinados de Toledo


La Catedral data de 1226 y, su torre de 90 metros de altura domina la ciudad fortificada, su diseño está fuertemente influido por el estilo gótico Francés por lo que sus pórticos  lucen tal como Notre Dame. En su interior se encuentran piezas de pintura de Caravaggio, Ticiano, Van Dyck, Goya, Rubens y de su más célebre habitante El Greco.


Continué el paseo sola y choqué con el Convento de Agustinas dedicado a Santa Rita de Casia, casualmente abierto al público. Sus monjas de claustro preparan y venden la delicia local: el mazapán, riquísimo, ofreciendo además Pan de Angel (orillas de la ostia no consagrada) y de nuevo volví a la infancia por 6.6 euros. Me quedé conversando un rato con la religiosa que me atendió tras una tapia, y me dijo que fue la misma Santa quien me llevó hasta allá.


Continué caminando para visitar por fuera la Sinagoga del Tránsito y de Santa María La Blanca y el Monasterio de San Juan de los Reyes, ordenado construir por ellos en 1476.




 Regresé a la Plaza donde compré más deliciosos mazapanes, envueltos de a uno (10 por 5.5 euros). Se dice que fue aquí precisamente donde se originó tal dulce, lo habrían inventado las monjas del convento de San Clemente durante una hambruna, que se padeció en Castilla tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, como no tenían trigo, inventaron estas delicias con el azúcar y almendras que guardaban en sus alacenas.

Caminé desde allí hacia el Alcázar, en cuya construcción intervino desde Alfonso X El Sabio, hasta los Gobernantes post guerra civil. Subí en ascensor hasta el café que está en lo más alto de la torre, donde me pude tomar el cafe latte con la más linda vista que  he podido tener ... y todo por un euro.



Bajando de ese maravilloso lugar, pude disfrutar de más vistas y del sol de la tarde y de los simpáticos recovecos que tiene la ciudad.



... y decidí regresar caminando a la estación de trenes, donde llegué fácilmente atravesando el río Tajo.



Ya en la estación y con ganas de comer algo salado después de tanta almendra, mientras esperaba el tren de regreso, (pasa cada 2 horas), pedí tortilla Española, la que esta vez venía con cebolla caramelizada y montada con un pincho en una lonja de pan tipo amasado buenísimo.

De regreso en Madrid pasé al Hotel por mi mochila y luego de descansar unos segundos y asegurarme de dejar debidamente custodiado mi equipaje en el mismo hotel partí a la estación de Trenes de Chamartí, en metro línea 1. 

El Tren Hotel o Tren Lusitania que conecta Madrid con la Estación Santa Apolonia en Lisboa salía a las 22:25 horas, así que tuve tiempo suficiente para llegar y acomodarme en mi asiento de vagón turista, por el que tuve que pagar 23.5 euros (http://www.renfe.es/).

Fui al coche comedor a comer y tomar un vino blanco local, a ver si me daba sueño y lo logré, aún cuando en el vagón hacía muchísimo calor y el personaje  de los boletos me despertó para revisar el ticket, como  a las tres de la mañana... mmm !!!

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