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jueves, 12 de abril de 2012

Día 10: El encanto de Mandawa

El despertar de este día fue tempranísimo,  pues la instrucción de Mahendra para ese día era estar lista con mochila, la ropa lavada y ya desayunada en el lobby del hotel a las 8:00 A.M. para evitar el primer tráfico en la congestionada Delhi.

La ducha con hidromasaje y el desayuno que brindó el Hotel Godwin no fue desaprovechado, no obstante lo anterior.

Partimos rumbo a Mandawa, ciudad situada en la región de Shekahwati, distante a 229 kilómetros de Delhi ... no era de las ciudades que había pedido a Mahendra, pero él la incluyó dentro del recorrido por la calidad y conservación de los Havelis que aún existen en pie en la zona.

Abordé mi Tata Indigo Blanco y me presenté con el que sería mi conductor los próximos 18 días: Sukhdeep, negociamos como llamarnos, así que como el tampoco podía decir Cecilia, quedamos en que desde ese momento él se llamaba Dipa y yo Sisi... y asunto arreglado :)


Las carreteras en India son locas, es posible ver desde un camello con una carga imposible, jeep con gente hasta el techo, buses en igual situación, motos con 3 o 4 niños más el conductor, mujeres con sus rostros tapados, con bateas en la cabeza, o simplemente cargando ... algo...

A pesar de todo, el camino estaba bueno... era de una sola vía y transitábamos por la izquierda ... de vez en cuando un cráter pero nada de cuidado, la velocidad eso sí nunca superó los 80 kilómetros por hora. 





... Y ellas ... las estrellas de la carretera ...



Hicimos un par de paradas en la carretera para comprar agua e ir al baño, cada sitio era elegido por Mahendra y era él quien compraba para evitar timos.


Llegamos al Hotel Heritage Mandawa después del mediodía y fue realmente una maravilla. (www.hotelheritagemandawa.com). Se trata de una casa de un mercader antiguo, que fue restaurada y habilitada como Hotel Boutique. 

Mi dormitorio tenía una cama enorme, un baño prístino y aire acondicionado.



Me recibió un señor con unos grandes bigotes, vestido de blanco y con un turbante multicolor que caracteriza la vestimenta del hombre local, sonrió y me invitó a empezar el largo trámite del registro (dos formularios y un libro enorme).




La instrucción en ese momento fue descansar hasta las 16:00 horas para salir a recorrer el pueblo, yo me tomé las palabras y me apoderé de una mecedora donde estuve quieta leyendo y admirando cada rincón de la casa ... no había un milímetro que no tuviera un adorno, una guirnalda o un color vivo.




La gente del hotel me explicó que la mayoría de las pinturas representaba a los Dioses Hindues, a Krishna y sus peripecias y, muchas otras historias de amor, que en varias ocasiones terminaban en épicas huidas de los enamorados por el desierto montando un camello 



Y ahí permanecí como hipnotizada por los colores ...




Salimos a la hora señalada a pasear por el Pueblo y medir su pulso, a veces comercial otras agrícola... otras un poco de ambos ... 


Luego ese sello se fue tornando autóctono y folklórico cuando aparecieron las famosas marionetas Rajastaníes por todas partes y dispuestas como verdaderas estrellas de la ciudad.





Caminamos a paso lento, ya advirtiendo que era verdad eso que decían que estábamos en un museo al aire libre, pues aparecían casas de arquitectura magnífica y decoradas con pinturas maravillosas a más no poder.

Mandawa fue parte de la Ruta de la Seda, por lo que en el tránsito desde China a Afganistán, que se extendió durante el siglo XVIII al XX, prosperaron los mercaderes, que con su creciente riqueza edificaron estos verdaderos palacios que fueron abandonados cuando aquellos debieron emigrar a las grandes ciudades para conservar sus negocios, pero que perduran hasta hoy, en muy buenas condiciones.






El tiempo parecía detenido y no entendía yo muy bien como esos magníficos palacetes hoy están ocupados/administrados por familias (no se sí descienden de los originarios habitantes o simplemente las tomaron), quienes habilitaron los antiguos salones tendiendo colchones en el suelo y acondicionaron los patios interiores como cocinas comunes y hasta improvisados establos.

Mahendra pedía permiso para entrar y en algunas casas cobraban por abrir una puerta adicional o por sacar fotos desde el segundo piso, aunque lo más frecuente era que los ocupantes te invitaran y mantuvieran una pequeña charla, despidiéndose con una amena sonrisa.


Visitamos también algunas piezas de arte, como el Double Goenka Haveli, donde encontramos lindas pinturas de deidades, cuyas imágenes ya empezaba a reconocer, como Hanuman o Krishna.

Lo único malo es que no tengo casi ninguna foto de los Havelis en que no aparezca yo, porque desde ese momento Mahendra se apoderó de mi cámara: "Dame la Máquina" me decía y se ponía a disparar  y a instruirme donde y como posar ...  yo ya había leído sobre la afición de Mahendra por las fotos, pero no me imaginé que tendría tantas fotos mías (no suelo ocurrir mucho cuando se viaja en solitario).




Regresamos al hotel, habiendo antes visitado algunos otros hoteles que Mahendra cotizaba para llevar a sus turistas, y tomamos café .... ya habiendo atardecido salí de nuevo a caminar por los alrededores, y me encontré  con el comercio vivo y en ebullición ... compré un aparato para enchufar anti mosquitos y algo de agua y regresé pensando en qué iba a hacer, pues era temprano y estaba totalmente oscuro...

Y en eso escuché los tambores que provenían del segundo patio del Hotel... estaba montándose un espectáculo tradicional de marionetas por el hombre que en la tarde vi barriendo en los pasillos, quien, junto con su hermana, dedicada a la percusión representaban danzas y batallas incluso con efectos especiales....




La música resonó una media hora, conversamos luego de ello un poco los tres, claramente dentro de lo que nos lográbamos entender, pero  sonreímos bastante ... la idea de ellos era recolectar algo de dinero con el show y también vender las marionetas que ellos mismos hacían que eran realmente lindas, de hecho ahora estoy mirando una de ellas instalada en mi comedor ... (150 rupias).




Decidí comer en el restaurante del mismo hotel, donde luego de explorar la carta me decidí por lo que sería mi plato favorito desde ese minuto en adelante: Pakoras ... se trata de una croqueta de harina de garbanzo rellena con paneer, acompañada de una salsa picante como de tomates, exquisita ...  todo ello  obviamente acompañado por una cerveza Kingfisher.

En el hotel habían como 8 personas más: dos parejas de españoles, una pareja de franceses algo mayores, un inglés y yo... nos quedamos conversando hasta que cerraron el restaurante y, hora en que la conversación se trasladó al recibidor ... en un rato hasta se cortó la luz y encendieron las estrellas ... así que la amena charla sobre viajes, música y desierto terminó abruptamente... pero no sin antes escuchar Zero 7 por el teléfono de Adam el Inglés ... en Mandawa .... eso si que no tiene precio :)





Distancia recorrida: 229 kilómetros.
Hotel:  Hotel Heritage Mandawa (www.hotelheritagemandawa.com)
Guía: Mahendra Singh . (msshayam93@gmail.com)

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