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martes, 4 de enero de 2011

Día 45: Ávila y Segovia. 23 de noviembre de 2009.

En el estacionamiento bajo la Plaza Oriente frente al Palacio Real abordé el bus que me llevaría a Ávila y Segovia, obviamente ya con mi café en la mano. El tour lo compré en el Hotel el día anterior por 56 euros sin almuerzo y era mi responsabilidad llegar al punto de encuentro a las 9:45 horas.

Son 115 kilómetros los que separan Madrid de la primera ciudad amurallada de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, inspirada e informada absolutamente por ellos.





"Que nada te turbe, que nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta sólo Dios basta", fue el leit motiv de todo el paseo, de hecho visitamos la casa donde nació la Santa, en 1515 y se repetía el verso en murales, postales y azulejos por toda la ciudad.



 Luego, saliendo de allí, recorrimos los 60 kilómetros que nos separaban de Segovia, ciudad habitada desde  tiempos de los Celtas, pasando por los Visigodos, pero que encontró todoo su esplendor en el medioevo. Fue declarada patrimonio de la Humanidad por Unesco en 1985.

La primera vista obviamente desde la Plaza de Azoguejo es el acueducto que  ha llevado a Segovia a la fama mundial,  data del siglo I o II, se extiende por más de 800 metros de largo y 23 de largo y es hasta ahora considerada la obra Romana más importante de España. 



Tuve el tiempo y la suerte de subir hasta su punto más alto, donde se obtenían las más lindas vistas y se apreciaba su extensión, incluso sus curvas.


El guía nos dio tiempo libre ahí para caminar y almorzar. La costumbre local mandaba ir por un cochinillo al plato, pero no fui capaz. El asunto es que el cochinito aquel tiene 21 días, pesa alrededor de 5 kilos y ha sido alimentado sólo con leche materna, asegurando así su ternura y ausencia de grasa, tanto así que ni siquiera se requiere cuchillo para cortarlo, se troza con un plato sobre alguno de los mesones de los muchos restaurantes que lo ofrecen.
 

Yo decidí ir a la Plaza Mayor, ubicada frente a la Catedral, donde pedí cafe latte y cheese cake, que la garzona muy graciosamente  resumió  en "café con leche y tarta de queso",  mi pedido  en  idioma Castellano, pero si estámos justamente en Castilla!  ... de todas formas ha sido la tarta más rica que comí, había a esa hora un sol exquisito, así que esperé tranquila al resto de mi grupo los 40 minutos que restaban.


La Catedral es apoteósica, y aún cuando el guía la comparaba para mal versus la de Toledo, a mi me pareció monumental, no habrían pinturas del Greco ...  pero es una construcción del siglo XIV en pie, guía por favor !


Desde allí nos fuimos al Alcázar que data del siglo XII, fue residencia favorita de los Reyes de España, principalmente de mi conocido Alfonso X El Sabio, autor de las 7 partidas, tan mencionadas en Derecho Histórico I.

La luz brilló todo el tiempo y pudimos recorrer este castillo de cuentos, con torres, río y puente con total calma, había caballero armado, faltaban sólo los cocodrilos y el Príncipe Azul para que el cuadro estuviera completo (... luego recordé que no existe...)


La vista desde la azotea es muy linda y  de verdad estando allí todas las imágenes evocaban  los castillos de los cuentos que leí cuando niña.







Justo en la salida del Alcázar y al caer el sol retornamos a Madrid, donde logramos  llegar después de un gran atochamiento.

Una vez en el Hotel  lo primero que hice fue preguntar donde podía comer una buena carne asada, había quedado con las ganas inspirada por el olor de las parrillas de Segovia ... y me recomendaron un restaurante cercano llamado de María, que era Argentino. El  filetito estaba exquisito... ya estaba extrañando la carne ... y la cuenta 18 euros en la barra (en mesa los precios eran otros)... una cena digna para despedir mi gran vacación !

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