Para el paseo de hoy debí tomar el metro hasta la estación Colli Albani, llegando al Parco Appia Antica, una vez allí, como 15 minutos en metro, había leído en Lonely Planet que había que tomar el bus Nº660, pero mire saliendo de la estación y no vi micros, obligada a preguntar como fuera , y con indicaciones diestra, dopo siniestra y risas, di con el paradero, se notaba que estábamos fuera de la ciudad y nos retiramos aún más, hacia el campo, retrocediendo en el tiempo también aparentemente.
Este día me tocó la casualidad, sólo tenía presupuestado ir a recorrer la Vía Appia en bicicleta, nada más, pero en el bus me encontré con una pareja de españoles que iban a las Catacumbas, y me entusiasmé ... en el mismo lugar donde te deja el bus, a unos diez minutos caminando están las Catacumbas de San Sebastián y de San Calisto (donde habrían hallado a Santa Cecilia ... oh!) y para allá fui, pero el recorrido en Spagnolo, era en la tarde, entonces me devolví al lugar donde arriendan las bicicletas, a 3.5 euros la hora (dejé el carnet de identidad en prenda).
La vía es linda, cubierta de adoquines de roca volcánica que aún conserva las huellas de los carros legionarios, su incio está en las Termas de Caracalla, que me quedaron pendientes para una próxima visita y ya más cerca de las catacumbas encuentras el Mausoleo de Cecilia Metella .
Durante todo mi paseo en bici percibí un olor riquisimo a leña, pino y laurel, pedaleé una hora de ida y una de vuelta, pasando por zona arqueológica de la Villa dei Quintili y por extensos prados, donde pastaban apacibles decenas de ovejas.
Durante todo mi paseo en bici percibí un olor riquisimo a leña, pino y laurel, pedaleé una hora de ida y una de vuelta, pasando por zona arqueológica de la Villa dei Quintili y por extensos prados, donde pastaban apacibles decenas de ovejas.
A las 14:00 horas puntual estaba ya lista para mi recorrido en las Catacumbas de San Calixto, en español, el guía es un cura, que se encargó de derribar los mitos sobre ellas, dijo que los cristianos no las usaron como lugar para esconderse, en su origen fueron sólo lugar de sepultura, por cuanto aquellos rechazaban la costumbre pagana de la incineración, reuniéndose allí para celebrar los ritos de los funerales y los aniversarios. Durante las persecuciones sirvieron, en casos excepcionales, como lugar de refugio para la celebración de la Eucaristía, y ya, después desde el siglo IV se convirtieron en santuarios de los mártires y centros de peregrinación desde todas las partes del imperio romano.
En tiempos de persecución, me contó el guía, los cristianos se valieron de símbolos para pasar inadvertidos, desde allí nace el pez (Ictus, con cuyas letras se puede hacer un acróstico), el monograma XP, Alfa y Omega y el buen pastor, los que además les permitía reconocerse entre ellos.
En el interior de esas catacumbas habrían encontrado a Santa Cecilia, así que cuando el guía supo que ese era mi nombre, me regaló un diploma, una medalla con el símbolo Alfa y Omega ( Jesús, me dijo, es el inicio y el fin de todas las cosas) además me regaló muchos escritos de su autoría.
Yo me devolví feliz en la micro Nº660, de vuelta al metro línea A y me bajé en el Coliseo (salí del metro y ahí estaba magnífico, enorme, imponente) y comencé mi recorrido en busca de postales. Caminé hacia la Plaza Venecia, donde está el maravilloso monumento a Vittorio Emanuele, primer rey de la Italia unificada.
Seguí mi camino hacia el Panteon de Agripa, general de Adriano, cuya cúpula, con su óculo, es una maravilla, realmente un milagro, pero si es del siglo I !!!
Seguí hacia el Largo di Torre Argentina que contiene cuatro templos romanos republicanos y los restos del Teatro de Pompeyo, funcionando ahí también el Cat Sanctuary, donde voluntarios cuidan a los muchos gatos que circulan por la ciudad, los curan y les dan de comer, uno puede visitarlos, jugar con ellos y dejar también un aporte en dinero o en trabajo.
Ya era un poco tarde, y no había almorzado, decidí comer sólo un panini Caprese con bibita, a 5,5 euro y volví caminando al hotel, donde descansé unos segundos, buscando las señas para dar con la Heladería San Crispino y el mejor helado de Roma, que afortunadamente estaba a 3 cuadras del hotel, una vez allí elegí crema de Caramelo y crema de Canela y Zenzero (Jengibre) suave y muy rico, así que me fui feliz a la Fontana di Trevi a ver el mundo pasar, hasta que anocheció, el ritmo era frenético allí de nuevo, no hubo ningún rato en que pudiera decir que la afluencia bajó, realmente.
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