Tal como un antiguo peregrino que viajaba miles y miles de kilómetros para honrar la memoria del apóstol San Pedro, llegué al Vaticano a las 09.15 horas, en el metro linea A, estación Ottavia. (boleto en máquina de autoservicio a prueba de).
Ingresar a la Tumba de San Pedro y a la Necrópolis no es tan fácil, meses antes de la visita se debe reservar por Internet directamente con las autoridades del Vaticano al correo electrónico uff.scavi@fabricsp.va, indicando número de visitantes, nombre, idioma, el periodo de tiempo en el que te gustaría hacer la visita y la información de contacto, se recibe un mensaje automático de respuesta confirmando que tu correo fue recibido y a los días después te envían un correo con el día y hora asignado si es que hay disponibilidad, ahí haces el traspaso de los 12 euros que vale la exclusiva (incluye las tumbas de los Papas).
Lo primero es ir a registrarse a la Uffizi Scavi, la Guardia Suiza verifica tus documentos y te dice exactamente a la hora que tienes que regresar.
Para hacer hora me fui a la oficina de correos, que está en una de las orillas de la Plaza San Pedro, a mandarle una postal a los niños, el Vaticano como estado tiene oficina de correos propia, donde incluso timbran el pasaporte a quien lo requiere. Cada personaje que me atendió, que deben haber sido tres (postal, estampilla y sello), me preguntó por el Matador y la Lazio... y eso que han pasado 10 años! ... la postal más el sello de envío salió algo más de 3 euros.
A la hora de la visita puntualísima ya estaba instalada en la oficina con otras cinco personas, todos de habla hispana, primero visitamos la necrópolis, donde existen tumbas paganas del siglo II D.C, hace mucho calor abajo y es húmedo, tiene una iluminación muy tenue para no alterar las pinturas originales de las tumbas. Luego, comenzamos la caminata hasta la tumba de San Pedro, contaba el guía que aquel habría fallecido en el año 64 d.C, y su tumba fue descubierta por el Presbítero Gaio, en el año 120, erigiendo una especie de trofeo, hallado después por Constantino, quien mandó a aplanar la colina del Vaticano, una de las siete de Roma, para construir una iglesia en su honor, dejando la supuesta tumba en un cubo de mármol, que re descubrió el papa Pío. Es muy impresionante estar, aun cuando lluevan las dudas, donde todo se originó realmente 2000 años después.
De la tumba propiamente tal no se ve nada, está cubierta por vidrio y se ve sólo una pequeña lucecita que indica la presencia del apóstol, hay una capilla afuera en forma de cruz que coincide justo con el altar de la Basílica de San Pedro unos metros más arriba.
Una vez fuera de la Necrópolis se puede ingresar (esta vez gratis) a las tumbas Papales, la más reciente de Juan Pablo II es lejos la más visitada y la que más emoción genera al público, el ambiente es de mucho recogimiento, no sólo de los miembros del clero, sino también de los turistas que vienen de todas las partes del mundo a repetir la experiencia pilgrim, pero estaba tan atestado que lo único que quería era salir.
Justo a la salida de la Uffizi, está también la salida de la Basílica de San Pedro, la que tiene una fila kilométrica para entrar, y en eso no exagero, le pedí permiso al guardia para sacar una foto del obelisco y la plaza, desde esa perspectiva, y aproveché el descuido y entré... ahorrándome con ello como una hora de fila.
El interior de la Basílica es enorme, fastuoso y un poco recargado, sé que es la sede principal del catolicismo, pero me pareció un poco ostentoso de riqueza y también de poder (sensación que me acompañó durante toda la visita). Lo más notable, obviamente es poder apreciar aunque sea tras un vidrio La Piedad, en realidad es conmovedora la imagen y también la ejecución, aún cuando para sacar la foto haya que aprovechar "el" segundo que te toca para verla, porque también hay mucha gente allí.
Saliendo de ahí quise repetir la experiencia Florentina y compré el ticket para subir a la cúpula de la Basílica por 7 euros, otra vez, más de cuatrocientos escalones para obtener lindas vistas de la iglesia por dentro y, también de los brazos de la piazza San Pietro y de Roma en general, pues se podía distinguir desde allí con claridad el Panteón, el monumento a Vittorio Emanuele y hasta el Coliseo.
Salí de la Piazza San Pedro y caminé las dos o tres cuadras que la separan de los museos vaticanos y los jardines, temí que habría una gran fila, pero era hora de almuerzo, así que no fue así ... pagué la entrada, un total de 14 euros, que dan derecho a visitar todos los museos que alberga, entre otros el Gregoriano Etrusco, Gregoriano Pagano, Egipcio, la pinacoteca Vaticana con obras desde Rafaello Sanzio, Caravaggio, Leonardo Da Vinci hasta Siqueiros y Dalí y, por supuesto la magnífica Capilla Sixtina.
Estaba lleno de gente, atestado de lado a lado, hablaban todos diferentes idiomas, siguiendo todos un itinerario bien delimitado que poco dejaba a la libertad, el tesoro era llegar a la Capilla Sixtina, donde casi finalizaba el recorrido, luego de caminar una media hora, y nuevamente no exagero, por fin das con ella, enorme, oscura, para no dañar los colores de la pintura, imponente, totalmente despejada para que pueda albergar más gente, sólo en sus orillas hay unas especies de bancas para sentarse a admirar el milagro que significa haber logrado esa obra, no hay otra palabra para describirlo... la obra es perfecta y más aún situada en un cielo altísimo y curvo.... un reconocimiento eterno para Michelangelo Buonarotti y para los 6 siglos a través de los cuales ha brillado su obra
Vista al techo de la capilla. Imagen extraída del sitio http://www.4.bp.blogspot.com/. |
A esa altura, habiendo mirado hacia arriba tanto rato intentando buscar los detalles de las imágenes del antiguo testamento plasmadas en las paredes y el techo de la capilla, estaba un poco mareada y con ganas de salir, demasiada ostentación, mucha fastuosidad para ser iglesia me pareció y me fui, obviamente pasando a través de la enésima tienda de souvenir y de la maravillosa escalera que anuncia la salida, diseñada por Giuseppe Momo en 1932.
Saliendo ya de los museos, y con un poco de hambre me aventuré a buscar un lugar para probar la vera pizza italiana, los restoranes alrededor eran muy turísticos, pero tuve la suerte de dar con uno que por 10 euros servía una pizza Margherita riquisima con mozzarella di buffala, y una copa de vino gratis, por cuenta de la casa para la chilena y el israelí, únicos comensales a esa hora. Antes me había tomado una coca light en lata por la no despreciable suma de 3 euros, precio turista.
Seguí caminando hacia el Castell Sant´Angelo, también lleno de gente, cuya construcción fue iniciada emperador Adriano en el año 135 para ser su mausoleo personal y familiar. Se dice que , en el año 590, durante una gran epidemia de peste que golpeó a Roma, el Papa Gregorio I, vio al Arcángel San Miguel, sobre la cima del castillo que envainaba su espada, lo que interpretó como el fin de la epidemia.
Luego marché por sobre la orilla del Tiber, pasando por la Corte di Cassazione, hasta dar con la Piazza del Popolo, puerta de entrada a la vía Flaminia (uno de todos los caminos que conducen a Roma), en cuyo centro se encuentra un obelisco de 24 metros traído directamente desde Heliopolis, y que antes adornó el Circo Máximo. En la plaza había mucha gente y muy diversa, hasta apareció Michael Jackson y también la estatua de la Libertad.
Habiendo descansado y admirado por un rato largo el ritmo de la plaza y del Popolo, caminé por la vía del Corso, mirado vitrinas y visitando tiendas (disquerías, donde compre discos de Nicola Conte y Jovanotti por 14 euros cada uno), también aproveché de ir a un internet point lavandería, que por 3.5 euro otorgaba una hora de navegación, con clave, muy moderno, aún cundo fue muy difícil encontrarlo.
Luego de ello sólo quedaba volver al hotel caminando descansar, leer, escribir y dormir.
Yo hice sellar mi pasaporte en San Marino, en el centro histórico de la ciudad vieja; precisamente en la Oficina de Turismo (EUR 5), siendo visto Turístico. Con el mismo motivo, fui a la ciudad del Vaticano y me dijeron en la Oficina de correo postal que ya no lo hacían y en la Oficina de Correo postal móvil (un camión apostado en la Plaza San Pedro) lo mismo. Omití ir a la Soberana orden de Malta (Considerado un estado Independiente) donde allí si sellan el pasaporte (a dos cuadras de la Piazza Spagna, Roma). Tengo dos pasaportes: Argentino e Italiano, por ende, tenía solamente la salida y entrada a Argentina en el Pasaporte Argentino, puesto que en el Italiano, los países comunitarios no sellan el pasaporte Italiano (pero sí hice sellar en este el visto Turístico de San Marino).
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